El desafío energético

La inquietud en torno de la seguridad del aprovisionamiento energético aumentó considerablemente en los últimos tres años. Actualmente se refiere no sólo a las exportaciones petrolíferas de Medio Oriente, sino a todo el sistema mundial de producción, refinamiento y transporte de petróleo y gas natural. En consecuencia, los precios pueden superar el máximo histórico y mantenerse por encima durante largo tiempo.

En su último informe bienal “Perspectivas energéticas mundiales 2004-2030”, publicado el 7 de noviembre pasado, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) manifiesta un sentimiento generalizado al subrayar que “los riesgos sobre la seguridad energética se agravarán en el corto plazo”, y que “con la expansión del comercio mundial habrá de acentuarse la vulnerabilidad frente a las perturbaciones en el abastecimiento”. Por su parte, el presidente francés Jacques Chirac subrayó en su mensaje de Año Nuevo la necesidad de “prepararse para la era post-petróleo”, a la que definió como “la gran cuestión del siglo”.

El gas natural, considerado como la principal solución de reemplazo al petróleo, también genera temores, sobre todo desde comienzos de 2006, cuando el primer exportador mundial, Rusia, suspendió abruptamente sus exportaciones a Ucrania y a Georgia, a la vez que por razones de disponibilidad reducía su suministro a Hungría, Austria e Italia. Esas perturbaciones fueron consideradas suficientemente alarmantes como para que en la reunión ministerial del G-8 de febrero pasado, en San Petersburgo, el problema de la seguridad energética haya predominado.

Por su parte, y siempre en nombre de la seguridad, George W. Bush subrayó en su Discurso sobre el estado de la Unión, el 31 de enero pasado, la necesidad que tiene su país de reducir su dependencia de las importaciones de hidrocarburos y de “superar una economía basada en el petróleo”. Igual tendencia se verifica en Europa, donde una reunión de expertos en energía, realizada el 15 de enero en Berlín, (...)