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Recuperar el sentido de la historia

Vacilaciones de una izquierda adormecida

La caída del comunismo provocó gran cantidad de daños colaterales, en particular en la manera de pensar de la izquierda, que permanece casi muda cuando el discurso dominante sobre los derechos humanos pone el acento sobre los derechos políticos e individuales e ignora los derechos económicos y sociales.

Mientras existió, el comunismo forzaba tanto a partidarios como a adversarios a reflexionar políticamente, es decir, a proponer programas a corto y largo plazo, a fijar prioridades y a evaluar las relaciones de fuerza.

La filosofía moral subyacente, “científica” o “materialista”, consistía en insertar las tragedias y los crímenes, grandes o pequeños, en la cadena de causas y efectos, y en pensar que la condición humana sólo podía mejorarse cambiando las estructuras socioeconómicas. Fuera de los comunistas, esta manera de pensar se encontraba también en los socialdemócratas (cuando realmente lo eran), así como en la mayoría de los movimientos anticolonialistas. Toda la elaboración del derecho internacional y la mayoría de los esfuerzos en busca de la paz estuvieron vinculados a esta filosofía.

La actitud opuesta, que podríamos llamar religiosa, y que es muy fuerte tanto entre los “nuevos filósofos” como en el discurso del presidente de Estados Unidos George W. Bush, consiste en ver el Mal y el Bien como existentes “en sí mismos”, es decir, independientemente de las circunstancias históricas dadas. Los “malos” –Hitler, Stalin, Ben Laden, Milosevic, Saddam Hussein, etc.– son demonios que salen de una caja, efectos sin causa. Para combatir el Mal hay una sola solución: movilizar al Bien, armarlo, sacarlo de su letargo, lanzarlo al asalto. Es la filosofía de la buena conciencia perpetua y de la guerra sin fin.

Artículo completo: 298 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de agosto 2006
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Jean Bricmont

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