Una vez militarizadas las innovaciones que aportan las neurociencias y la investigación farmacológica, permiten pensar en armas radicalmente nuevas. Algunas ya fueron empleadas en el campo de batalla en Irak. Las investigaciones en todos los niveles prosiguen aprovechando la brecha en la Convención de armas químicas.
La farmacología de guerra es ineluctable. Es lo que constata la Asociación Médica Británica (BMA, por su sigla en inglés) en su reciente informe sobre la utilización de medicamentos como armas.
Hace ya unos cuarenta años que los medicamentos se estudian por su capacidad de ser transformados en armas de guerra. Desde el célebre LSD al gas BZ, diversas drogas militares han sido probadas en humanos; el gas CS fue utilizado en gran escala durante la guerra de Vietnam. Bonfire, un programa soviético secreto, intentó transformar en armas las hormonas humanas responsables de algunas de las principales funciones del cuerpo. Resultan incontables los productos químicos utilizados durante los interrogatorios, así como las diversas sustancias psicoactivas o paralizantes empleadas para inhibir las transmisiones nerviosas, infligir dolor o causar irritaciones...
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