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Francia convertida en una gran empresa

Error de cálculo

Las declaraciones de amor raramente marcan un giro histórico, pero en los anales retendrán el “Yo quiero a las empresas” que dirigió el primer ministro, Manuel Valls, al Movimiento de Empresas de Francia (Medef) un día de agosto de 2014. Los gritos del corazón tienen su ambigüedad. ¿Cómo interpretar éste?

Una efusión
El aprendiz de Chateaubriand se inclinará hacia el pasado. Probar es comparar. En 1945, la patronal, en penitencia después de sus complicidades con el ocupante, vino a pedirle perdón al jefe de gobierno, el general De Gaulle. Éste, poco rencoroso, se lo concedió. Dos Repúblicas más tarde, el jefe de gobierno, para disculpar sus malas amistades pasadas, vino a pedir el aval de la patronal, la que no se lo mezquinó. Hoy por ti, mañana por mí. El hombre de negocios ya no se molesta. Recibe al estadista. Los importantes permutaron.

El émulo de Bourdieu, menos sentimental, encontrará la confirmación de que la burguesía industrial y comercial le robó el lugar a la burguesía administrativa e intelectual (que, anteriormente, había desplazado a la aristocracia territorial) en la primera fila de la clase dominante. Como, desde entonces, la escala de ingresos corrige la de los méritos, él conoce la envidia que le inspiran los gestores de lo privado a los altos funcionarios. Es normal, pues, que el inspector de finanzas se pase al sector privado a los 30 y no a los 60 años. Cambio de contribución...

Artículo completo: 253 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de noviembre 2014
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Régis Debray

Escritor y filósofo.

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