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El 2016 promete nuevas movilizaciones por la educación

Un conflicto inminente

Una extraña sensación rondaba en el ambiente, había un aire denso pero amigable. En las principales arterias de Chile se reunían en grupos de cinco, diez, veinte o cincuenta personas, las que se unían producto de un magnetismo social y con cierta complicidad. Comenzaban a voltear los basureros, neumáticos, madera; lo que encontraran cerca creando la llamarada que iluminó los ojos de toda una generación, de toda una sociedad. En los balcones de los departamentos, en las poblaciones, villas y condominios se escuchaba el choque del metal de cacerolas. Aquel día expresaban su rabia y frustración, la necesidad de ponerle término a la injusticia que vivimos hace tanto tiempo en Chile.

Era el 4 de agosto del 2011 y los estudiantes ya llevábamos meses luchando contra el Estado, exigiendo gratuidad en la educación chilena. El 2011 fue uno de esos años emblemáticos, que recordamos y analizamos constantemente, porque para muchos y muchas fue el comienzo de un camino de lucha. Se instaló una lógica de protesta social, una forma de expresarnos y organizarnos que habíamos reprimido desde la dictadura, pero que ahora marcaba el comienzo de una era sin miedo.

La movilización que duró un año entero, dejó un gusto amargo al terminar sin ninguna victoria material. Muchísimos estudiantes tuvieron que perder su año académico, pasar festividades en toma, inclusive pelearse con sus familias luego de prácticamente emigrar de sus casas. A pesar de esto, la respuesta del gobierno de turno no fue más que migajas: una reducción del interés del Crédito con Aval del Estado. Finalmente entendimos que la gratuidad y excelencia en la educación no iban a ser parte de su proyecto. Pero pese a la frustración, logramos instalar nuestras propuestas.

Después de tantos años de lucha, la sociedad chilena empezó a comprender la educación de una manera distinta. La educación debía ser un derecho social y el deber del Estado sería financiarlo íntegramente. Fue así como de manera propositiva comenzamos a avanzar en nuestras discusiones, sin embargo nos encontramos con una nueva piedra de tope: la inexistencia de instancias democráticas de deliberación en nuestros espacios educativos, la imposibilidad de generar comunidad, y así mismo la inconsecuencia de los proyectos educativos que se impartían en nuestras aulas con las necesidades de nuestro pueblo. En definitiva, ya no solo la gratuidad era el problema, sino que estábamos luchando contra un sistema educacional que nos orientaba al mercado, y que nos alejaba de la posibilidad de realizar transformaciones estructurales en la sociedad.

Es en este contexto que el 2012 Chile vive unas elecciones municipales con más del 60% de abstención, cifra histórica que reflejó lo que todos y todas sentíamos: con la incorporación del voto voluntario llevó a miles de personas a no participar en el circo electoral. Comenzaba así el divorcio de los chilenos y chilenas con las instituciones del Estado. La crisis de legitimidad ya era ineludible.

Falsa alegría
La llegada del gobierno de Michelle Bachelet trae consigo la esperanza de los cambios que el país necesitaba. Aspectos como la campaña comunicacional, el cambio a Nueva Mayoría, además del apoyo y candidatura de varios de los antiguos “líderes estudiantiles”, modeló un escenario en el cual Bachelet supuestamente se constituía como “la alternativa para los cambios que Chile necesitaba”. No obstante, las promesas de estos cambios y reformas no pasaron de las meras palabras. Hoy firmemente podemos decir que fracasaron, o que nunca hubo una intención real de cambio. Una segunda alegría falsa que las familias chilenas castigaron en las encuestas a los pocos meses de gobierno. Una reforma tributaria que responde a los intereses de los sectores más ricos del país, una reforma a la educación básica y media sin previo acuerdo con los actores (...)

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Gabriel Iturra

Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central.

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