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Marroquíes van a las urnas sin riesgo para la monarquía

Marruecos: pobreza, ausencia de libertades e inmovilismo

“¿Quiere que vayamos a votar? ¡Jamás! ¡Son todos unos ladrones!” Para Houcine Djamal, Driss Kadour y Abdou Khalil, los políticos sólo están ahí “para llevarse la plata”, por lo que está fuera de discusión participar en las elecciones legislativas de este mes de octubre. Los tres amigos, todos treintañeros, nacieron en Juribga, ciento cincuenta kilómetros al este de Casablanca. Famosa por sus minas de fosfato, la región cuenta con un solo empleador, la Oficina Jerifiana de los Fosfatos (OJF), que es la mayor empresa del país con 21.000 empleados y el segundo productor mundial de este precioso fertilizante, por detrás de China. “Si eres obrero de la OJF ganas 10.000 dírhams por mes [920 euros], y además tienes las ayudas [médica y de vivienda]”, explica Houcine Djamal, con los ojos brillosos de deseo. Su padre, ex empleado de la OJF, murió hace mucho tiempo de un cáncer ocasionado, según su hijo, por la inhalación de los polvos fosfatados. Soldador de formación, nuestro interlocutor está desempleado desde hace cinco años, y no recibe ninguna ayuda del Estado. Y tiene como único ingreso algunos días por mes de trabajos agrícolas o de albañilería, que se pagan apenas más de un euro la hora. “Es la miseria”, concluye, y su mirada de golpe se apaga. En la región, las villas miseria son la señal de que uno está llegando a una ciudad. En las rutas secundarias, niños en harapos acarrean burros que transportan inmensos bidones de agua...

Artículo completo: 267 palabras.

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Pierre Daum

Docente e investigador de la Escuela Naval, investigador asociado del Asia Centre, autor de Chez les pirates d’Indonésie, Fayard, París, 2011.

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