Desde 2012, Australia recurre a la subcontratación de terceros países para que se ocupen de gestionar una parte de sus solicitantes de asilo. Esta política restrictiva que viola normas internacionales, vulnera derechos humanos y reduce a los refugiados a una simple moneda de cambio, constituye un peligroso antecedente para las medidas migratorias del resto del mundo.
Un pequeño restaurante en una callecita del sur de Nom Pen, una barra, algunas mesas y olor a falafel. Mideast Feast ofrece especialidades sirias y libanesas. Una rareza en una capital ciertamente cosmopolita, pero en la que los inmigrantes de Medio Oriente no son mayoría. Abdullah Zalghanah, su propietario, no sabía nada de Camboya hasta que cayó en ese país como un paracaidista. Su historia es la de un exiliado que se mueve de un país a otro a merced de la política de asilo australiana.
Zalghanah es sirio. Hace ocho años era panadero y se dedicaba a la gastronomía en Daraa, donde vivía con su esposa y sus cuatro hijos. Después, vino la guerra, las bombas, los combates en las calles. Y, como muchos otros, huyó de su ciudad, que se había convertido en un campo de batalla, al Líbano. Dejó a su familia allí para comenzar a buscar un país donde pudiera vivir en paz...
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