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Cuando falla el debido proceso

El peligro de la justicia terapéutica

En los últimos años, la creciente valorización de los testimonios de las víctimas tensiona la acción de la Justicia, que no sólo debe castigar al culpable sino también reparar el sufrimiento padecido. Así, con las víctimas como fiscales, el equilibrio del proceso penal tambalea.

Durante largo tiempo, la justicia, que tenía como objetivo prioritario sancionar a los criminales y proteger a la sociedad, ignoró a las víctimas y su sufrimiento. Con el paso de los años, les fueron reconocidos derechos y un estatus, lo que posibilitó una reparación más justa del perjuicio sufrido. En este sentido, cabe destacar la contribución de los movimientos feministas y las asociaciones humanitarias durante las últimas dos décadas. Sus esfuerzos permitieron que el Consejo de Europa adoptara varios informes acerca de la ayuda e indemnización que las víctimas pueden recibir. En Francia, se reglamentó mediante la ley del 15 de junio de 2000. Por su parte, desde 2015, Canadá dispone de una carta de derechos de las víctimas, que les garantiza un lugar en la administración de la justicia. Estas deben ser oídas más allá de su contribución a la manifestación de la verdad.

Ahora bien, la víctima se convirtió progresivamente en el elemento central del proceso que, no obstante, tiene como función primaria juzgar al acusado. Fue desempeñando, entonces, un papel cada vez más cercano al de un fiscal, si bien no está en un lugar que le permita apreciar los hechos con serenidad. Así, se corre el riesgo de que los testimonios, sobre todo cuando son impresionantes, perturben la reflexión de los jurados y alteren su juicio sobre una persona cuyo futuro está en juego...

Artículo completo: 296 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de abril 2019
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Anne-Cécile Robert

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