Ciudades bajo vigilancia

Las herramientas de vigilancia policial fundadas en el Big Data y la inteligencia artificial se están implementando en numerosas ciudades francesas. A través de las experimentaciones piloteadas por grupos privados que intentan alzarse al nivel de la competencia estadounidense o china, la “smart city” revela su verdadero rostro: el de una ciudad bajo vigilancia.

El 28 de diciembre de 1948, el lógico Henri Dubarle publicaba en el diario Le Monde uno de los primeros artículos consagrados a las nuevas calculadoras puestas a punto en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. De entrada, intentó anticipar los efectos políticos de lo que pronto se llamaría la informática. La cibernética balbuceaba, y el capitalismo de vigilancia todavía no era tema de actualidad, pero Dubarle ya comprendía que, a largo plazo, esa tecnología estaría llamada a transformarse en una “máquina de gobernar”: “¿Acaso no es posible imaginar –escribió– una máquina para recolectar tal o cual tipo de informaciones, por ejemplo aquellas sobre la producción y el mercado, para luego determinar, en función de la psicología media de los hombres y de las medidas que se pueden tomar en un instante determinado, cuáles serán las evoluciones más probables de la situación?” Dubarle predijo que, en función del incremento de las capacidades de almacenamiento y de tratamiento de datos, la informática conduciría al “surgimiento de un prodigioso Leviatán político”.

Setenta años más tarde, los proyectos de “ciudad inteligente” (“smart city”) se dispersan por el mundo. Después de Estados Unidos, China, los países del Golfo o el Reino Unido, grandes grupos industriales se posicionan en Francia en esos mercados aliándose a representantes locales adeptos al solucionismo tecnológico. Como si se tratara de un eco de las predicciones de Dubarle, pretenden que proliferen las herramientas informáticas en el espacio público urbano para vigilar, analizar, predecir y controlar los flujos de personas y de (...)