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De Serbia, a la Primavera Árabe y Venezuela

Mercenarios de las luchas no violentas

Otpor!, un pequeño grupo de estudiantes serbios que en los años noventa quería derrocar a Slobodan Miloševic, se convirtió en una organización “sin ideología”, aunque muy cercana a Estados Unidos, que vende en todo el mundo su especialización: desestabilización y derrocamiento de gobiernos mediante métodos de resistencia pasiva.

Esta historia comienza un día de otoño de 1998 en un café del centro de Belgrado. La mayoría de los jóvenes presentes dieron sus primeros pasos en las manifestaciones estudiantiles de 1992 y luego en las de 1996-1997. Han creado el movimiento Otpor! (“¡Resistencia!”) con el objetivo de hacer caer al presidente yugoslavo Slobodan Milošević quien, en el poder desde 1986, acaba de poner bajo control a las universidades. Para impresionar a una chica del movimiento, uno de los estudiantes, Nenad Petrović Duda, dibuja en un trozo de papel un puño negro en alto. Una mañana de noviembre las paredes del centro de la ciudad aparecen cubiertas con plantillas con el símbolo de Otpor! acompañadas de eslóganes contra el régimen. Cuatro jóvenes militantes son detenidos y condenados a quince días de cárcel. El puño en alto es retomado en la portada del diario Dnevni Telegraf, cuyo redactor en jefe, Slavko Ćuruvija, es llevado ante los tribunales.

“Otpor! apareció como una fuerza nueva. Con este proceso rápidamente nos hicimos famosos”, cuenta Srđa Popović, estudiante de biología marina y músico que soñaba con convertirse en estrella de rock antes de lanzarse a la política. Esta “fuerza” estaba integrada al comienzo por unos treinta estudiantes. Un año más tarde, miles de personas esgrimían el símbolo de Otpor! en todo el país. “Rápidamente montamos la infraestructura en los centros universitarios. Los partidos de oposición estaban desunidos. La juventud se acercaba a nosotros”, explica el cofundador del movimiento.

El pequeño tamaño de la organización y su funcionamiento horizontal, sin jefes oficiales, resultaron ser recursos exitosos para debilitar y desacreditar al régimen a través de la sátira. El movimiento buscaba, ante todo, movilizar a la población, en especial a la juventud que mostraba desinterés por la vida política. Otpor! reunía tanto a monarquistas o socialdemócratas como a liberales. Una ausencia de columna vertebral que ellos todavía reivindican: “No hacíamos nada demasiado político porque molestaba; queríamos que nuestras intervenciones fueran una distracción y, sobre todo, que hicieran reír”, dice Popović, que rinde culto a los Monty Python (1). Por ejemplo, cuando un grupo de Otpor! hizo desfilar un burro engalanado con falsas condecoraciones militares en Kruševac, en Serbia Central, la policía detuvo a los jóvenes pero no sabía qué hacer con el burro: “En una escena rocambolesca, los policías trataron de empujar al animal a un furgón a golpes de porra -cuenta Srđan Milivojević, un ex militante-. La multitud gritaba: ‘No toquen al héroe nacional!’”. Los golpes de efecto humorísticos seguidos de arrestos llegaron a la portada de los diarios, mientras que la represión policial contribuyó a erosionar la legitimidad del poder provocando divisiones entre los últimos partidarios de Milošević.

La generación Otpor! creció en una época marcada por las guerras fratricidas de la ex Yugoslavia y por el aislamiento internacional. Su proyecto político era el sueño de una “vida normal”. “Nosotros veíamos en los canales satelitales cómo vivía la gente de nuestra generación en París o en Londres, mientras que en nuestro país los estantes de los negocios estaban vacíos. Peleamos por nuestra supervivencia”, cuenta Predrag Lečić, otro miembro del primer círculo de Otpor!. “No luchamos por algo, sino contra alguien”, resume Ivan Marović, ex portavoz oficial de Otpor! que en la actualidad vive en Kenia.

Tiempos de organización
En 1999, la guerra de Kosovo y los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a la República Federal de Yugoslavia marcaron un giro. “El 24 de marzo de 1999 me desperté para comprobar que Francia ya no estaba en el corazón de Serbia, sino en su cielo, desde donde lanzaba centenares de bombas con el objeto de castigar al régimen”, se acuerda Milivojević. “Uno no encara una tarea de oposición cuando su país es bombardeado”, agrega Popović, cuya madre escapó por poco a los bombardeos que tenían como objetivo la televisión nacional, donde trabajaba como periodista. Él logró ocultarse, mientras que Ćuruvija fue asesinado por esbirros del régimen.

Después de ese período de estupor, Otpor! fue la primera fuerza política que pasó a la acción. Renunciando al calificativo de “estudiantil” con el objetivo de ampliar su base y canalizar el descontento, se convirtió en un movimiento popular. Pese a una represión cada vez más fuerte, anunció la creación de un frente unido contra el poder, con partidos políticos, asociaciones, medios independientes y sindicatos. Luego, a mediados de los años 2000, Otpor! se transformó en un movimiento fuerte con numerosos adherentes y capaz de desempeñar un papel decisivo en la oposición.

Sometido a una fuerte presión interior y exterior, Milošević anunció una elección anticipada en septiembre de 2000. Otpor! contribuyó a la participación electoral y a la caída del Presidente. Popović entró al Parlamento como representante del Partido Demócrata y se volvió consejero del primer ministro Zoran Đinđić, luego miembro del gabinete del ministro de Ecología y consejero para el Desarrollo Sustentable ante el vice primer ministro. Los años épicos habían pasado. El movimiento trató de transformarse en partido, pero las elecciones parlamentarias de 2003 fueron un fracaso: obtuvieron el 1,6% de los sufragios.

Sin embargo, no fue el fin de la aventura para alguien que se presentaba como un “revolucionario común y corriente”. En 2003, Popović creó el Centro para las Acciones y Estrategias No Violentas Aplicadas (Center for Applied Nonviolent Action and Strategies, Canvas) con Slobodan Đinović, otro fundador de Otpor!. Durante los años siguientes, los instructores de Canvas difundieron su experiencia en unos cincuenta países, entre ellos Georgia, Ucrania, Bielorrusia, Albania, Rusia, Kirguizistán, Uzbekistán, Líbano o Egipto.

Los pequeños locales de Canvas situados en un centro comercial poco atractivo de Novi Beograd (Nueva Belgrado) no permiten adivinar el tamaño de la red. “El entrenamiento y la formación de los activistas se han convertido en nuestra profesión -cuenta Popović-. La primera lección apunta a crear unidad a través de una visión fuerte del porvenir. Yo les explico cómo reunir gente de horizontes ideológicos diferentes alrededor de un objetivo común para obtener más del 50 % de los votos”.

Cuando no está presente para administrar su organización, el director, Đinović, dicta cursos sobre lucha no violenta en alguna parte en el mundo. En la lista de países figuran Vietnam, Zimbabwe, Suazilandia, Siria, Somalia, Papúa Occidental, Azerbaiyán, Papúa Nueva Guinea, Venezuela e Irán. ¿Promueve Canvas una visión del mundo? “No somos una organización ideológica, sino educativa -responde Popović-. El color político de los activistas importa poco. Apenas verificamos que no sean extremistas, porque las ideologías extremas no tienen capacidad de crecimiento en una lucha no violenta.”

El equipo de Canvas es reducido. “Cinco personas, cinco salarios, locales y una conexión a Internet gratuita, teléfonos gratuitos -detalla Popović-. Doce personas de cuatro países dan cursos de capacitación. Y no sólo eso: los georgianos enseñan; una filipina milita también en una ONG aquí en Belgrado; un chico trabaja en informática; otro dirige una empresa de contabilidad…”.

Arquitectos de la desestabilización
Los primeros clientes llegaron de Europa Oriental. El Fondo de Educación Europea -una fundación polaca- contactó a Canvas en septiembre de 2002 con el objetivo de formar militantes del movimiento Zubr (“Bisonte”) que deseaban terminar con el régimen de Aleksandr Lukashenko en Bielorrusia. Pero las autoridades de este país declararon a sus emisarios persona non grata seis meses más tarde. Antes de participar en la “Revolución de las Rosas” y en la partida de Eduard Shevardnadze, en noviembre de 2003, los militantes georgianos del movimiento Kmara! (“¡Basta!”) también siguieron una formación en Serbia en junio de 2003. Pero fue sobre todo en Ucrania, durante el otoño de 2003 y el invierno de 2004, que los métodos serbios fueron aplicados a gran escala. A su vez, los ucranianos formaron a militantes de otros países: Azerbaiyán, Lituania, Rusia, Irán, etc.

Los cambios de régimen en Europa Central y Oriental suscitaron gran interés en el (...)

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Ana Otasevic

Periodista y cineasta, Belgrado.

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