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Erdogan contra el Kurdistán sirio

Rojava, el futuro en suspenso

Desde el 9 de octubre de 2019 el ejército turco está instalado en el noreste de Siria y controla una franja de ciento cincuenta kilómetros de largo y treinta de ancho, entre las ciudades de Tal Abiad y Ras al-Ayn (Serekaniye en kurdo) (1). Ya presente más hacia el oeste, tras haber ocupado Afrin y sus alrededores en enero de 2018, logró impedir así la continuidad territorial de la región kurda políticamente autónoma desde 2013 comúnmente llamada Rojava (“el oeste” en kurdo), o Federación Democrática del Norte de Siria. De esta forma, Ankara amenaza directamente a la alianza política y militar implementada por el Partido de la Unión Democrática (PYD), rama siria del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), con los otros dos componentes principales de la población de Rojava, los árabes y los cristianos sirios. Esa alianza, que lleva el nombre de Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), cuya rama política es el Consejo Democrático Sirio (CDS), debe contar también con las tropas de Bachar Al-Assad, quien no renunció a retomar el control de toda esa región, de la que se había retirado en 2012. Siete años después de su nacimiento, ¿qué queda del proyecto pluralista y democrático deseado por el PYD?

La relación con Damasco
Nuestro periplo empieza en el este, en el campo de refugiados de Newroz en Derik, a poca distancia de las fronteras turca e iraquí. Leila M. nos cuenta sus seis éxodos desde 2018. “Mi familia y yo somos de Afrin. Cuando los turcos llegaron, huimos hacia Jabab, y luego a Alepo. Desde ahí llegamos a Kobane. Por fin, mi hijo consiguió un trabajo en Ras al Ayn. Luego del ataque turco, tuvimos que huir descalzos a Tal Tamer y ahora estamos en este campo”. Derwich F, pequeño granjero de Tal Abiad, también nos cuenta su huida el otoño pasado. “Vivíamos felices. El sistema político funcionaba muy bien. Hasta que el presidente turco nos bombardeó con sus aviones. Todos los kurdos se fueron”.

El 22 de octubre, Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin firmaron en Sochi un acuerdo de diez puntos que ratifica la presencia turca en el noreste sirio y obliga a las Unidades de Protección Popular (YPG), fuerza militar del PYD, a retirarse de la franja de territorio ocupada por los turcos. Desde entonces, se acusa a Ankara de llevar adelante una operación de limpieza étnica, con el reemplazo de las poblaciones kurdas por dos millones de árabes sunnitas que se habían refugiado en Turquía tras haber huido de los combates en otras regiones de Siria. “Erdogan quiere modificar la composición étnica de los territorios que controla su ejército”, declara Abdelkarim Omar, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno autónomo de la Federación. “Antes de la invasión turca de 2018, el 85% de la población de Afrin era kurda, contra solo un 20% hoy en día”.

¿Estas transformaciones anuncian el fin del proyecto político de Rojava? Nada es seguro. Cuando el ejército turco y sus milicias sirias -aquí llamadas las “Çete”, los mafiosos- trataron de extender su territorio, hallaron una feroz resistencia.

Partimos de Kamechliyé para llegar a Kobane, que en enero de 2015 fue el escenario de la primera derrota importante del Estado Islámico (EI) frente a las tropas kurdas. En un gran puesto de control de las fuerzas de seguridad de la Federación, obligan a nuestro vehículo a tomar otro itinerario. Tomar la autopista M4 que atraviesa la región de este a oeste es demasiado peligroso. Las milicias proturcas están a tan solo cuatrocientos metros y realizan incursiones con regularidad. Además, los drones del ejército turco sobrevuelan los sitios. El 12 de octubre de 2019 fue en la M4, en Tirwazî, cerca de Tal Abiad, que Hevrin Khalaf, personalidad política kurda carismática y muy influyente, fue torturada y luego asesinada (...)

Artículo completo: 2 035 palabras.

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Mireille Court y Chris Den Hond

Periodistas independientes. Respectivamente, miembro de la Coordinación Nacional de Solidaridad con Kurdistán (CNSK) y del Comité editorial de la revista en línea Orient XXI.

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