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AYSÉN UN BOTÓN DE MUESTRA DE LAS DESIGUALDADES DE UN SISTEMA QUE PRODUCE INEQUIDAD. Por Enrique Villanueva

En estos precisos momentos Aysén se moviliza en el extremo sur de Chile exigiendo mejores condiciones de vida, en un país tremendamente centralista, donde parece que todo pasa en Santiago. Se repite la protesta de Magallanes, Isla de Pascua, Calama donde sus habitantes exigieron mayor compromiso y preocupación del gobierno central por sus problemáticas, develando la enorme desigualdad territorial que vivimos en Chile y la falta de descentralización.

Pero la situación de Aysén es una fotografía del mito de Chile como país “ad portas del desarrollo”, que refleja las desigualdades que vivimos los chilenos, mientras existen pocas comunas cuentan con significativos avances urbanos, de salud, vivienda, educación, comunas que se venden al extranjero como modelos del Chile moderno, otras la mayoría, viven igual o peor que hace 50 años, donde a sus habitantes no les llega ni en los sueños los 17.000 dólares per cápita que nuestro país ha alcanzado. Las demandas del pueblo de Aysén son concretas, protestan por el al alto costo de los combustibles (petróleo, bencina, parafina, gas, leña). Por una salud de calidad (infraestructura, especialistas, recursos tecnológicos adecuados). Por una equidad laboral (sueldo mínimo regionalizado, nivelación de zona, estabilidad para los funcionarios públicos). Por su derecho al plebiscito para que sea la región la que decida sobre la construcción de represas y el respaldo a Aysén como reserva de vida. Por una universidad pública regional de alta calidad y formación académica nacida de los intereses y necesidades de los ayseninos. Por la regionalización de los recursos naturales (agua, recursos hidrobiológicos, mineros, silvoagropecuarios). Por la pesca artesanal. Rebaja del costo de la electricidad, agua, alimentos esenciales y por pensiones dignas para los adultos mayores y personas con capacidades diferentes que viven en Aysén.

Por su parte el gobierno ha reaccionado como lo ha hecho con el movimiento social, con excesiva represión y con la consabida excusa de restablecer el “orden público”. En suma el sistema ha reaccionado como sabe hacerlo, para defenderse y no permitir que salgan a la luz las profundas contradicciones de un sistema económico abusivo y especulador del cual solo se benefician los dueños del capital. Pero esta situación que antes develaron los estudiantes y que hoy lo hace valientemente el pueblo de Aysén, es el producto del modelo económico que instalo la dictadura militar y que hoy defiende como su mas preciado tesoro la escudería pinochetista, la UDI. Un sistema que se fundamenta en las desigualdades, en la desregulación, liberalización y la privatización, por lo tanto en la reducción a la mínima expresión del Estado.

No esta demás repetir que en Chile, la introducción de este modelo fue obra de un grupo de economistas, de corte neoliberal, que participó en el diseño de la plataforma programática de la derecha chilena y que luego impusieron a sangre y fuego en 1973, cuando fueron convocados por la Junta Militar encabezada por Pinochet. La dictadura ofreció el marco propicio para ello y trasformo la economía nacional, un modelo que además se profundizó en los últimos 20 años de democracia, pasando Chile a ocupar el título de ser el país con el modelo liberal más radicalizado en el mundo, superando incluso a la Gran Bretaña de Margaret Thatcher.

Estos mismos expositores y los actuales, representantes de lo mas reaccionario de la política han generalizado y lo siguen haciendo, el mito que la dictadura militar con la aplicación de este modelo sacó a Chile de la crisis económica que según ellos, desencadenó el gobierno de Salvador Allende. En algún momento Pinochet les dicto la pauta cuando afirmaba que "Cuando tomamos el gobierno, el país estaba al borde del precipicio y... gracias a nuestra política ¡ha dado un salto adelante!".

Opiniones que políticos y economistas chilenos, incluyendo algunos de la Concertación profundizaron diciendo que el país experimentó, administrando el modelo de Pinochet, un impulso modernizador efectivo que según ellos nos ha puesto en el nivel de los países desarrollados.

En suma este lenguaje grandilocuente y conveniente proviene de quienes son parte del sistema, una minoría, quienes siempre tienen a la mano indicadores macroeconómicos de la economía chilena útiles para mostrarlos en OCDE, en el FMI, a los mercados internacionales y justificar sus actuaciones. Pero que en este caso en nada identifican a los Ayseninos ni a los estudiantes, ni a los mapuches ni a los chilenos que vivimos de nuestro trabajo, porque son juegos estadísticos que no se reflejan en mejores sueldos, en una educación de calidad, en un mejor sistema de salud y jubilaciones, en una mejora del poder adquisitivo ni en nuestra calidad de vida. Por el contrario cuando Piñera y sus ministros hablan de que el modelo de libre mercado es eficiente a la hora de generar crecimiento económico, esta hablando de que ese crecimiento genera grandes ganancias para sus actores, porque está diseñado para que las empresas en un contexto lo más desregulado posible logren su fin fundamental: el lucro. De aquí surgen expresiones llevadas a nivel de “sacrosantas” es decir que no se pueden discutir, pero que simplemente son juicios de valor derivados de sus ideología y disfrazados de principios económicos.

Una contradicción porque sus cultores son los primeros en rechazar la ideologización, demonizando todo aquello que implique pensar en una propuesta distinta. Repetidamente estos juicios de valor adornan y son infaltables en todo discurso político, tales como “el crecimiento económico es la clave del progreso, el mercado es eficiente, la solución pasa por aumentar la productividad, flexibilidad laboral, el sector público es ineficiente, el gasto de inversión es mejor que el gasto corriente, las autoridades monetarias tienen que ser independientes”, entre muchos otros. En palabras bien simples y directas de que sirve el cacareado crecimiento económico si este va a parar a los bolsillos de dueños de bancos, de intereses extranjeros dueños de nuestro cobre, de productores que exportan y de los que se benefician del sistema, algo que no es malo per se, pero que si se antepone al logro de bienes y bienestar para las personas, como es la educación, la salud, seguridad, previsión, medio ambiente, las consecuencias como lo ha sido hasta ahora, son simplemente desgraciadas para la convivencia de la sociedad, que es mucho mas que la economía.

Por eso es que el discurso oficial no pega en el corazón ni en la realidad de los chilenos, y peor aún, toda manifestación en contra de este se reprime porque eso esta en la escencia del sistema. Cabe recordar que el modelo neoliberal, que lo implemento la dictadura militar, fue el primer laboratorio del neoliberalismo a nivel internacional y solo fue posible por la existencia de un régimen represivo, que elimino a la oposición política, sindical, social.

Por eso es que la historia no se puede cortar en dos y de manera conveniente, lo que estamos viviendo hoy es el producto de leyes ( y de una Constitución dictatorial aun vigente en democracia) que son el marco que restringió nuestras libertades y que los gobiernos post Pinochet no tuvieron la valentía para terminar. El Estatuto del Inversionista Extranjero, una ley conocida como DL 600, promulgada en 1974 es el punto inicial de la transformación en la estructura de propiedad en Chile a favor del capital extranjero, que en el presente domina todos los rubros económicos y productivos del país, incluso desplazando a tradicionales grupos capitalistas chilenos.

Al amparo de estas leyes y otras, las mineras cupríferas en manos privadas acumulan ganancias extremadamente grandes sin pagar impuestos, las universidades han ganado tanta plata que se han convertido en un negocio promisorio, las Isapres y los Bancos aumentan sus ganancias porque son entidades que surgieron y viven producto del modelo de mercado abusivo imperante y porque se ha arrinconado al Estado y se le ha dejado sin protagonismo en su rol social. Es toda una ideología traspasada a la economía, desplazando cualquier otro fin que no sea el lucro que domina todos los ámbitos de la sociedad, mercantilizando todo. Pero el despertar del movimiento de los indignados en varios países de Europa, de los estudiantes en Chile, del pueblo mapuche, de la región de Aysén, son señales potentes que la crisis económica surgida en Estados unidos primero y luego en Europa, señalan el fracaso del neoliberalismo. Pero como siempre lo ha sido, es una realidad en la cual los pueblos trabajadores, los ciudadanos comunes son a quienes se les obliga a pagar por ella, utilizando en el caso europeo la mentira del “rescate”, figura con el cual el FMI ( como lo hizo en nuestro continente en la década de los 50-80) aumenta y aumenta sus ganancias.

En España, Portugal, el FMI entrega los llamados “fondos de ayuda y recuperación condicionados a que sus gobiernos hagan reducciones brutales de su gasto público, forzando además reformas que tienen como objetivo reducir los salarios. Pero esos recortes nunca son suficientes y continúan exigiendo bajar mas y mas los salarios, golpeando la alicaída calidad de vida de sus ciudadanos. Y esa es la receta que nos espera con un gobierno como el actual y con gobiernos como los anteriores, si estos últimos no cambian su papel de administradores del sistema y se ponen al frente de las demandas del pueblo chileno.

Por eso es tiempo que los políticos y los economistas con cierta sensibilidad social cambien el discurso y empiecen a derribar los mitos y mentiras, que acompañadas de frases huecas y dichos con voz grave aparentan una verdad que no tienen. El crecimiento económico es simplemente un indicador que señala el aumento de las ganancias empresariales, principalmente de quienes exportan, por tanto es el lado opuesto a la equidad económica que es vista como contraposición a la eficacia económica.

Las grandes desigualdades provocadas por el sistema neoliberal deben aterrizar en una nueva propuesta económica, cuyos rasgos principales son la equidad y la igualdad de condiciones para todas las personas, la producción y eficiencia económica con cuidado al medio ambiente. Y lo principal la educación como eje fundamental del futuro desarrollo del país.

El sistema actual para funcionar requiere de dos herramientas fundamentales, mantener controlado ( y no hay otra vía mas que la represión del movimiento social que le opone ) y la generación de un cierto nivel de desigualdades vinculadas a la escencia clasista del sistema.

Y eso es lo que hemos visto hasta ahora por lo que la equidad económica no es simplemente un adicional de alguna ley sino que y desde un punto de vista económico debe ser juzgada por la justicia de los resultados El criterio principal para ello es que todos tenemos el derecho a un nivel de vida decente y el derecho a participar en promover nuestro bienestar y el de la comunidad.

Es tiempo de despertar, nos han reprimido, desmovilizado y han tratado de tergiversar la historia valiente de las luchas reivindicativas del movimiento popular, propagando a los cuatro vientos que la ideología es algo malo por ende el pensar. Pero sin embargo nos han impuesto su propia ideología, que ha dividido a nuestra sociedad y es el fundamento de un sistema económico que se cimenta en la desigualdad y la inequidad.

Estamos viviendo un momento en el cual este sistema agudiza las desigualdades y las diferencias entre clases sociales, que si bien es cierto estas diferencias no son tan nítidas como derivadas de las relaciones de producción, si son representativas de las variadas formas que en la economía moderna las personas producen mercancías y servicios. También es difuso que todos aquellos que desarrollan una misma actividad estén sometidos a unas idénticas condiciones y que por ello conforman una clase social. Pero al igual que antaño unos, la mayoría, producen y otros, la minoría, se apropian de la mayor parte de las ganancias derivadas de la producción, generando un mar de desigualdades que se ha transformado en el mayor cáncer de nuestra época.

En el seno de esta sociedad igualmente capitalista la presión económica y social de las mayorías es una expresión de la lucha de clases, de millones de trabajadores que al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ven obligados a venderla, como es el caso de la mayoría del país, a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.

El movimiento en Aysén es un gran paso, como lo es el que dieron antes los estudiantes y el pueblo mapuche por la toma de conciencia del momento y de los problemas que estamos viviendo, de sus propios problemas y de que el individualismo no es el único modo de vivir, y eso es la alternativa al neoliberalismo y un paso importante, pero organizándose de manera independiente al sistema. También es una toma de conciencia que la política actual necesita depurarse y limpiarse, para que nuestros representantes no sean solo intermediarios entre el poder económico y el político, asumiendo el rol de preparar y aprobar leyes que corresponden a los intereses económicos, para que estos no encuentren en la ciudadanía demasiados obstáculos.

Los actuales movimientos sociales son el inicio de un gran debate nacional profundo y cuestionador sobre la materialización de la democracia. Han encarado a este gobierno que bajo la egida del sistema neoliberal son incapaces de gobernar y decidir lo importante y necesario para su pueblo. Gobiernan para los dueños del capital y no trepidan en entregar las riquezas nacionales, impidiendo por medio de la represión que los ciudadanos puedan intervenir en los asuntos que definen sus futuros y su destino.

El neoliberalismo coloca al mercado en el centro de la regulación social, como alternativa el nuevo movimiento social y político en ciernes, tiene que construirse desde las orientaciones y las necesidades de una ciudadanía organizada de manera independiente y con vocación de poder.

Enrique Villanueva M Ex dirigente Rodriguista Dr. en Economía

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