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Aysén: la emergencia del ADN antidemocrático de la derecha gobernante por Marco Silva Cornejo

Los últimos acontecimientos observados en el marco de los procesos de organización y reivindicación social, política y ciudadana de Aysén, nos permiten constatar la emergencia del ADN represivo y criminalizante con que los gobiernos de derecha enfrentan la acción de la sociedad civil organizada. La aplicación de la ley de seguridad interior del estado es la prueba mas contundente de aquello. Las imágenes televisivas de las últimas semanas, reeditan la memoria social ochentera, caracterizada por el despliegue de represión política en las poblaciones, casas agujereadas de balines, pobladores heridos y ese olor a neumático que cala fuerte en las vías respiratorias durante las mañanas pos enfrentamientos.

El gobierno de Piñera ha desplegado con inusitada sordera, porfía y torpeza la acción sobre las diferentes expresiones de descontento e indignación con que la sociedad civil organizada a respondido en el marco de los últimos dos años a la tensión histórica generada por la acumulación de injusticias, abusos y ausencia de profundización en procesos de descentralización y democratización concreta en nuestro país.

La recomposición progresiva del tejido social organizado ha favorecido la reproducción y acumulación de un capital social que ha logrado contagiar a diferentes actores y territorios (estudiantes, ecologistas, minorías activas, ayseninos, calameños). Las demandas sociales y ciudadanas han llegado para quedarse y para disponer desde la acción de sus organizaciones de base, la movilización como forma de protesta, reivindicación y visibilizacion de las diferentes reivindicaciones que inundan el espacio de la melodía social contingente.

Entretanto el gobierno ciego y sordo, no logra articular una respuesta política que le permita emerger desde la acción dialógica con la sociedad organizada, quedando solo y aislado en la reedición del garrote legal y policial mientras apela ridículamente a la paz social y a la seguridad del estado. Desde esta perspectiva la responsabilidad de vivido siempre es del otro, existiendo nula reflexividad autocritica desde el aparato en la etiología de los problemas y en la sucesión de eventos que nos instalaron en la presente contingencia.

Desde la lógica descrita, ese otro que protesta, que no va a la iglesia solo a rezar, que se implica en ejercicios de solidaridad comunitaria y que se organiza, es el responsable único y directo de fragilizar la paz social. Lo descrito adquiere sentido en las lógicas del enemigo interno que impulsaron las brutales represiones de las dictaduras de América latina sobre los militantes de izquierda en los años 70 y 80.

La acción represiva y criminalizante con la que el gobierno ha optado por enfrentar los conflictos sociales, solo favorece la generación de solidaridades orgánicas, multiplica el descontento y permite avanzar en experiencias de organización y unidad para trasformar mas allá de las demandas locales. La constatación de las prácticas con que la derecha desde el gobierno responde a la movilización social y a la sociedad civil organizada, denota un desprecio natural por la diferencia, una intolerancia endógena por la disidencia y una práctica de carácter patronal y represiva en el ejercicio del poder.

Marco Silva Cornejo Mg. En Ciencias Sociales Aplicadas UFRO.

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