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Carta de un inútil a los subversivos por Gonzalo Delamaza

REF: Carta de un inútil a los subversivos

Sres/as.
Subversiv@s
Presente

Estimad@s Subversiv@s:

Tomo contacto con ustedes para referirme a algunos asuntos que me parecen importantes, ahora que me entero que pertenecemos a la misma manga, con el gentil auspicio de Carlos Larraín (cuya función de utilidad es máxima: es senador sin presentarse a elecciones, siendo designado por el partido que él mismo dirige). Siempre pensé que mi inutilidad crónica –piensen que me dedico a estudiar, escribir y enseñar- me alejaban inexorablemente de la subversión. Pero ahora me doy cuenta que no es así, lo cual me da esperanzas. Si todos los inútiles (somos muchos, no crean) nos unimos a todos los subversivos (no sé cuantos serán, pero me tinca que también son varios), creo que nos puede ir relativamente bien. Tomen esta carta como una propuesta de alianza estratégica. ¿Qué podemos hacer en conjunto?

Primero que nada mantengámonos en movimiento, ojalá no en línea recta y encuadrados, que eso cansa y aburre. Mas bien nos conviene la espiral, los movimientos convergentes, las maniobras amplias, los desplazamientos centrífugos, que van hacia muchos lugares y en todas las direcciones. Tampoco se trata de agotarse rápido, también hay que tomar pausas –los inútiles lo sabemos- porque esto va para largo. Los antiguos subversivos encanecieron y colgaron los ideales. Otros se achancharon y ya ni se acuerdan como se hace. Y los nuevos vienen con entusiasmo, pero con poca experiencia. En el campo decían, en los tiempos que se andaba a caballo: “ensille despacio, mire que quiero llegar lejos”. Y claro que queremos llegar lejos, porque se trata de cambiar algo que ya parecía natural de tan usado. Algo así como mover la cordillera de los Andes. Entonces tenemos que comprar tiempo para una tarea larga, no agotarnos, ni entusiasmarnos en exceso por un día agitado más o menos. Todos los días importan, con o sin paro, con o sin marcha.

La otra cuestión es que tenemos que lograr que muchos nos apoyen, otros a lo mejor más útiles que nosotros, o menos subversivos, pero que igual están hasta más arriba del paracaídas con el abuso y la ley del embudo. Por lo que se ve, casi todo el mundo entiende que nuevamente no se trata de una ley más ni una ley menos, se trata de retomar tareas que hace rato quedaron inconclusas: la de los estudiantes, la de los ciudadanos/as y la del Estado. Y para eso harán falta toditas las manos, las cabezas y los corazones. Lo más radical que podemos hacer en esta vuelta no son las barricadas, es ni más ni menos que retomar la lucha democrática, que quedó congelada, partiendo por la educación: eso que todos dicen que es lo más importante, pero que continúa anclada en el diseño que nos regaló la dictadura.

¡Oh, sorpresa! Llegamos a la política, obviamente, llegamos a la política. Esa que tanto abominamos, de la cual todos desconfiamos, la que todos concuerdan en criticar, y con razón. Es que claro, demandas de cambio importante se resuelven políticamente, no hay otra. ¿Plebiscito sobre educación? ¿Asamblea Constituyente? ¿Renacionalización del cobre? Pura política. Pero ¿qué hacer si los canales políticos no existen, su caudal se secó y sus rutas se olvidaron? La paradoja, la dificultad del momento actual parece ser el resurgimiento de las demandas políticas, directamente en las manos de los jóvenes, bajo la forma de valores y sin los actores que las representen, las promuevan y las conviertan en cambios. Todo esto en un marco de enorme desconfianza. Y la representación política se basa en la confianza, no puede vivir sin ella. El gobierno tiene una gran responsabilidad, pero mucho me temo que ni el gabinete de los mejores (que ya se fueron para la casa), ni el de los pinochetistas que llegaron a reemplazarlos le dará respuesta a lo que nos interesa. De dónde. ¿La oposición? Nadie les cree mucho –ni se creen entre ellos- y ya es un poco tarde. Pero igual les toca cumplir su papel: impulsar las reformas políticas y abrirle espacio a las demandas ciudadanas de un nuevo papel para el Estado y nuevas formas de tomar las decisiones.

¿Y qué nos toca a los inútiles y subversivos? Confiar en las propias fuerzas y trabajar duro, diría un viejo chino que no mencionaré. Aguante y buena letra, agregaría mi abuelita. Habiendo ganado la calle y la cámara, toca ahora madurar las propuestas, sostener y ampliar la convergencia ciudadana y rehacer los maltrechos canales políticos. Esto último es lo más difícil, pues no sólo hay que sortear los cantos de sirena de la política tradicional, sino también superar la enorme desconfianza de las asambleas y construir representación. Pero ahí se jugará el partido decisivo. El que puede hacer la diferencia para este Chile y el del futuro. Porque, estimados subversivos, nadie lo hará por nosotros, nadie sobra y vale la pena.

Un inútil y caluros saludo,

Gonzalo Delamaza

S.S.S.

Santiago de Chile, 11 de agosto 2011

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