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Pérdidas públicas y ganancias privadas en las Olimpíadas de Atenas

Cuando se apaga la llama

Ciudad-símbolo de los Juegos Olímpicos, Atenas recibió, en agosto de 2004, para los Juegos Olímpicos de verano, a más de diez mil atletas que representaron a 201 naciones. La organización del evento, con su lote de construcciones inútiles, contribuyó al desplome de las finanzas públicas de Grecia y agravó la espiral de la deuda. Trece años después, el balance es abrumador. Pero no para todo el mundo…

En Hellinikon, al sur de Atenas, se eleva el esqueleto del estadio de hockey sobre césped, especialmente construido para los Juegos Olímpicos de 2004, y abandonado una vez finalizadas las celebraciones. En lo alto de la escalera que conduce a la entrada, un carro de supermercado colgado de la baranda oxidada delata la reciente ocupación del sitio. En las partes cubiertas del estadio, tiendas y mantas tapizan el suelo, entre bolsas de residuos y una silla de escritorio rota. Colgadas a modo de cortinas, unas sábanas con la sigla: “Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados” indican la identidad de los habitantes temporarios. A algunas cuadras de allí, el estadio de béisbol, con su campo ralo cubierto de residuos y asientos deteriorados, cuando no arrancados, emana una atmósfera de desolación. En 2015, mil quinientos inmigrantes, en su mayoría afganos y sirios, vivieron apiñados en esas instalaciones, transformadas por el gobierno griego en alojamientos de emergencia, hasta su expulsión por la policía dos años después...

Artículo completo: 250 palabras.

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David Garcia

Periodista.

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