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Debate elecciones

Fin de la política de los consensos. Por Luis Nitrihual Valdebenito

La candidatura de Ricardo Lagos, lo dijimos hace tiempo, era de evidencia clara. La antigua élite concertacionista dispone de escasos cuadros con el peso suficiente para emprender una carrera presidencial, razón por la cual la prácticamente octagenaria figura de Lagos aparecía como restauradora. ¿De qué? Del profundo desgaste político y de la crisis moral en que ha caído esta coalisión, exitosa en algunas cosas, pero finalmente demolida por sus propias prácticas. ¡Pedirle dinero a Ponce Lerou, yerno de Pinochet, igual es fuerte!

De forma no muy distinta, la derecha, demolida por los casos de corrupción, pero con una fuerte conciencia de clase, tiene como figura señera a un sonriente Sebastián Piñera. Acusado múltiples de veces de estar en los límites de la pillería y el delito, se pasea por las calles, enfrenta las cámaras y los micrófonos prometiendo que ahora sí, ahora si que sí. Como garantía se lleva al ex contralor Ramiro Mendoza.

¿Qué les ocurre a las élites políticas que deben recurrir a los viejos estandartes? En esto nos puede ayudar una metáfora del fútbol callejero. Tanto Lagos como Piñera son los “cabrones” del barrio, dueños de la pelota, que cuando se van dicen: ¡se acabó, nadie más juega aquí! Pues dentro de la centroderecha sería interesante escuchar a un José Manuel Ossandon, pero no, Piñera también quiere dejar vacía su coalisión. Los dos sienten que están llamados a remendar el modelo surgido de la dictadura, pero esto ya parece una misión para Tom Cruise.

Una buena parte de las opiniones ante la bajada, demasiado evidente, de Ricardo Lagos, es que los Socialistas habrían traicionado su esencia, sus valores y un largo etcétera, por no haberlo apoyado en la insensatez que pretendía. Por no haberse arrojado al precipicio con él. Como cuando muere un familiar muy cercano, todos y todas salen a llorar la irreparable pérdida que implica que don Ricardo no esté en la carrera presidencial. ¿Pero alguien verdaderamente cuerdo pensó que con los niveles de respaldo que tenía en la ciudadanía podía aspirar a ser elegido? ¿No es sorprendente que el mismo no pudiera darse cuenta antes?; cuando lo insultaba en la calle, por ejemplo, como el mismo reconoció entre lágrimas. En cambio, llevó su coalición a un punto ciego, donde era él o el vacío.

Las nunca bien ponderadas encuestas son las culpables. Como si los políticos fueran mentes tan brillantes que pueden pasar de ellas. Cuando la verdad es que siempre andan detrás de los números y las puertas. Eligieron con calculadora, alegan. Pero claro, las encuestas dan cuenta de algo. No de la totalidad, pero si de algo. Si alguien mantiene un 3% de apoyo y poco más durante un largo periodo, entonces quiere decir que esa candidatura tiene poca sintonía con quienes votan. Esa es la democracia, ya deberían saberlo quienes votaron a Lagos.

Qué muchos están pensando en sus trabajos y por eso votaron por Guillier. En el ocaso del gobierno de Piñera muchos apoyaron a Evelyn Matthei de forma absolutamente instrumental. O dentro de la misma coalisión, en los cambios de gobierno, ¿no se sobaban las manos unos y lloraban otros? Esta es la dinámica habitual de los cambios de gobierno. Lo penoso es que profesionales dependan de la existencia de un gobierno u otro para tener trabajo. Esto es así siempre.

Lo que ocurre me parece claro. Es el fin de la política de los grandes consensos. El regreso, más temprano que tarde, de los viejos tres tercios. Osea, de vuelta a la larga historia. Lo que la dictadura allanó durante tanto tiempo se comenzó a destruir. Guillier en este sentido es un cuerpo extraño, pero el único que puede parchar momentaneamente el desborde. Piñera, será el catalizador de una tormenta perfecta.

Temuco, abril del 2017

www.nitrihual.com

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Elecciones, entre la corrupción y el abuso de poder. Por Enrique Villanueva

Las próximas elecciones, presidenciales y parlamentarias, estarán ligadas al abuso de poder y a la corrupción, porque predomina como referente, en la opinión pública, el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de algunos políticos o, de autoridades de gobierno, o el favorecimiento ilegal o ilegítimo a las organizaciones a las que están integrados, gracias a los cargos que desempeñan o sus conexiones con quienes los tienen.

Habrá que agregar lo complejo que es tratar este tema, subrayando lo difícil que es probar la identidad entre corrupción política y delito de corrupción. Como ha sucedido con los casos de políticos, quienes continúan en ejercicio valiéndose de que hay corrupción hasta que exista un fallo del tribunal competente, lo que es una treta vulgar y que se utiliza desde el poder para garantizar la impunidad de algunos actores.

Con esto la democracia pierde, si ya estaba recortada, ahora tiene menos credibilidad, tanto por la acción de las elites políticas corruptas, como también, por la actitud ciudadana, que rehúsa de sus responsabilidades políticas o reelige a corruptos que ofrecen dadivas porque de algún modo les hacen parte del botín. Por lo tanto, no es objetivo hablar de una ciudadanía sana frente a una clase política corrupta, eso sería una visión simplista: la clase política hoy, surge de una ciudadanía corruptible, que ve al Estado como un enemigo al que engañar.

Los ciudadanos y ciudadanas, también somos parte de esta situación, porque hemos perdido la conciencia ciudadana, aquel vínculo con la política que formaba ciudadanos comprometidos. Por años hemos sido actores de una política pragmática, que ha terminado haciendo crisis, comprometiéndonos con una elite que transformó la política en un medio para conquistar y administrar el estado en su beneficio.

Que nos puede ofrecer Piñera entonces para terminar con todo esto, o, para devolver a Chile una democracia real y no manejada por elites corruptas, si este es el abanderado del partido más corrupto. Es cierto que la corrupción política es transversal, le llega a algunos partidos y a una parte de políticos, pero la derecha en esto lleva el estandarte, particularmente la UDI, los principales corruptores de la política chilena, con sus dirigentes implicados o enjuiciados por corrupción.

Desde su propio charco el candidato de la derecha, quien confesó que tiene sus grandes capitales en paraísos fiscales, promete cambiar Chile y luchar en contra de la corrupción, un chiste. Está acusado, entre otras causas, por aprovecharse de su cargo y gestión cuando era presidente de Chile, para invertir ventajosamente en sus negocios en Perú.[1]

Si es Lagos, hoy abandonado por el PS, este solo se asegura la continuidad del sistema. O ya nos olvidamos que durante su gobierno, se llevó a cabo la privatización completa de las sanitarias y del agua potable de nuestro país.[2] La privatización de las principales carreteras, hoy concesionadas y autorizadas para imponer el pago de peajes. La concesión de Hospitales a empresas privadas [3]. La privatización de las cárceles con enormes gastos para el estado[4]. A todo esto, se le suman los casos de corrupción (MOP-GATE y Ferrocarriles del Estado). El Transantiago, entre otros además de la absoluta falta de lealtad con la presidenta actual, endosándole errores de su gobierno y lanzando frases electorales acusándole de falta de liderazgo.

En fin, lo concreto es, que con estos dos candidatos más la candidata de la DC, nos quieren imponer votar entre la derecha y el establishment, en buenas cuentas por la continuidad del sistema y de los mismos. Sobre Guiller, recién proclamado candidato también por el Partido Socialista, el beneficio de la duda, aún no sabemos la extensión ni la profundidad de sus propuestas y si es capaz de mantener su independencia del establishment concertacionista.

Pero a pesar de los esfuerzos para dejar las cosas tal como están, hay un avance significativo, aparecen nuevos actores en el escenario político. Con lo cual se empieza a romper el entramado político y empresarial que por 50 años hizo funcionar el sistema económico.

Si se consolida políticamente esta irrupción, por primera vez se podría romper la máxima del ideólogo de la dictadura, Jaime Guzmán, quien estableció como dogma el que “si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque – valga la metáfora – el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para ser extremadamente difícil lo contrario”.

Pero, aunque el camino para terminar con esto es largo, la aparición en el escenario político, del embrión de un referente de izquierda, levanta el optimismo, es un esfuerzo que tiene por delante, hacer frente al sistema político, a sus aliados en los medios de prensa y al conservadurismo de izquierda, quienes, en conjunto, ya acusaron el golpe y harán todo lo posible para neutralizar o liquidar el intento.

La opción es válida, pero si se asienta en un domicilio bien claro, que es la izquierda chilena, no en la centro izquierda concertacionista, sino que, en la izquierda de Allende, de Recabarren, de Clotario Blest. Chile necesita de este oxígeno para pensar, escribir y actuar. Una posición sin ambigüedades que debe prevalecer en el análisis de la situación política actual, para identificar a nuestros aliados, para orientarnos frente a la coyuntura internacional, para, en suma, definir un programa de gobierno alternativo en su forma y en su contenido.

Es decir, reivindicando nuestra esencia, que es la consecución de la igualdad social por medio de los derechos colectivos o sociales, frente a los intereses netamente individuales y privados que mantienen una visión conservadora de la sociedad.

Así entonces, la pelea está en el plano de las ideas, para recuperar el espacio de la política, su vínculo con la ideología y su disposición al poder, porque no basta con las ideas, todo proyecto político requiere de una construcción de fuerzas y del poder para llevarlas a cabo. Solo así podremos terminar con la idea impuesta por quienes administran el poder, asimilada como la verdad única, que impone patrones de conducta, calificando las ideologías como algo malo, haciendo de la política un instrumento conveniente para lograr sus fines económicos.

Bajo estas premisas básicas, el programa de gobierno tiene que ser construido con el sentir y las aspiraciones del pueblo, no impuesto por arriba, y que contenga una afirmación explícita de su naturaleza anti neoliberal y antimonopólica, para que se marque con fuerza el tono de los profundos cambios estructurales que son necesarios de realizar. Siendo un pilar fundamental, el diseño de una nueva constitución, porque implica terminar con el principio que recorre sus normas, la subsidiariedad del ordenamiento constitucional. el que garantiza el funcionamiento del sistema económico actual.

Hace un par de décadas derrotamos a una dictadura, luchando siempre en condiciones adversas y fuimos capaces de crear bastiones inexpugnables del pueblo, a pesar del inmenso poderío militar de la tiranía. Hoy nos enfrentamos a un sistema político y económico y a fuerzas políticas que pretenden con maquillajes más o maquillajes menos, dejar las cosas como están, gastando millones en propaganda para seguir engañando a la gente.

Pero al final del camino, todo eso llega a un punto que es ineficaz, que es cuando el pueblo se decide y aprende a luchar a la ofensiva, con las ideas y empleando todas las posibilidades de una lucha social decidida, para lograr cambios de verdad.

Enrique Villanueva M

[1] Piñera invirtió a través de su sociedad Bancard International Investmest en Exalmar, una de las principales pesqueras peruanas, justo en medio de la tramitación del litigio marítimo que ambos países enfrentaron en La Haya.

[2] la reconocida privatización y extranjerización de la empresa estatal Endesa la cual adquirió el agua de nuestro país. En Chile el 80% de la superficie está en manos de propiedad privada, y de eso el 60% es propiedad de Endesa

[3] en junio de 2003, el Gobierno de Lagos anunció un proyecto para licitar a privados la concesión de hospitales. Iniciativa que fracasó luego de una férrea oposición de las organizaciones de trabajadores de la salud encabezados por el Colegio Médico

[4] llamó «Programa de concesiones de infraestructura penitenciaria» que contempla la edificación de l0 cárceles a cargo de empresarios que, una vez en funciones, operarán en los marcos de la alimentación, la salud, el aseo, la evaluación psicológica y la rehabilitación de los reos. A costa del Estado.


Que los candidatos se pronuncien. Por Alicia Gariazzo

Hartos de lugares comunes y frases repetidas, a lo menos en esta época pre eleccionaria tenemos el derecho a exigir a los candidatos presidenciales hablarnos de sus sueños, aún cuando uno sea navegar por el Mapocho. Deben definir el modelo de sociedad que aspiran construir, ya que aunque no se podría crear en cuatro años, cada paso que damos marca un camino hacia el futuro.

Sabemos que la Derecha apoya al neoliberalismo, porque la libertad permite al ser humano desplegar sus capacidades de emprendimiento sin las molestas imposiciones estatales. A juicio de sus candidatos, lo único que necesitan los pobres es trabajar más. Una temporera, con hijos con deformaciones congénitas por la aplicación de pesticidas, trabaja menos que un empresario, por tanto, es natural y merecido que un país pequeño como el nuestro aparezca en los records de Forbes con ocho familias, las más trabajadoras y ricas de Chile, que juntas reúnen US$38.700 millones de fortuna reconocida. Este sector rechaza el matrimonio igualitario y el aborto, cree que la homosexualidad es una enfermedad y aprueba la pedofilia en el caso de los curas. Esto quedó muy claro con su reacción frente al caso Karadima, financiado por grupos económicos hasta hoy.

La Derecha rechaza las dictaduras, menos la de Pinochet. Para Moreira, el Dictador está en el cielo. Valoran su legado y su Constitución, cuyo objetivo, en palabras de su gestor Jaime Guzmán, fue impedir que sus enemigos hicieran cambios en el país y que, si los hacían, todo pudiera seguir igual. Piñera, que se declaró anti dictadura, ya ha renunciado a hacerlo. En suma, el modelo de sociedad al cual la Derecha aspira otorga amplias libertades al capital para que invierta, el país crezca y genere empleo. Las libertades individuales, especialmente la sexual, deben regirse por normas religiosas. Los que quieren surgir deben trabajar más, los que quieren mayores jubilaciones deben jubilar más tarde. El rol del Estado debe ser mínimo, no debe intervenir en la economía, solo entregar bonos a los más necesitados. Los impuestos no deben perjudicar a los grandes contribuyentes.

La Izquierda, en particular la Nueva Mayoría que ha representado hasta ahora al sector, rechaza al neoliberalismo, pero no se pronuncia por el tipo de sociedad que aspira construir. Ya no habla de la sociedad sin clases. Rechaza las dictaduras de derecha, pero apoya las de Izquierda. En este sentido es de destacar la valentía de Gabriel Boric que, sin miedo a perder adeptos, se definió directamente al calificar a Cuba y Venezuela como regímenes dictatoriales. La izquierda marxista leninista de los años 60, pensaba que estatizando los medios de producción, se solucionaban automáticamente todos los problemas. Los de las minorías sexuales, de la mujer y de los indígenas. Teóricamente, mientras se terminaba el proceso de socialización del capital privado, habría una dictadura de la mayoría sobre la minoría, temporal y transitoria, mientras surgía la sociedad sin clases con un hombre nuevo que entregaría todas sus capacidades a la sociedad y recibiría de esta lo que necesitaba. Luego el Estado se extinguiría, puesto que su papel de instrumento de represión de una clase sobre otra ya no tendría sentido. Obviamente para arrebatar los medios de producción a la minoría propietaria se requería una lucha armada, pero rápida y lo menos violenta posible. El triunfo se lograría con una insurrección, luego algunos consideraron como instrumento el foco guerrillero y sobre la marcha se fueron cambiando algunos aspectos de la teoría. La mayor parte de la Izquierda apoyó la Vía Chilena al Socialismo con el Gobierno Democrático de Salvador Allende, aunque muchos pedíamos “mano dura”. Desde el regreso a la democracia, toda esta discusión quedó en una nebulosa. Nebulosa que abarca desde el incógnito pensamiento de los socialistas “renovados” a los saludos de Tellier al engendro de Corea del Norte, pese a que el PC rechazó los regímenes prochinos desde el conflicto chino-soviético. La nebulosa no dedica una sola palabra al desastre de los socialismos reales ni al fracaso de Cuba, ya que aunque amemos a Cuba porque nos dio una esperanza y los cubanos tengan buena educación y salud gratuita, todos sabemos que ese no era el modelo al que aspirábamos cuando Fidel Castro y otros compañeros estuvieron dispuestos a entregar su vida en la Sierra Maestra en 1957.

Después de la tragedia vivida en 1973, es difícil encontrar chilenos que estén de acuerdo con la lucha armada, con la violencia para imponer planteamientos políticos, pero ello debería explicitarse. Sería una ingenuidad suicida pensar en triunfar por la violencia en una sociedad donde las inmensas fortunas que lo dirigen pueden comprarlo todo y donde son dueñas de las FFAA llenas de pertrechos gracias a un presupuesto millonario. La Derecha valora la Dictadura de Pinochet, porque no puso los muertos y a ella le debe toda su riqueza. No le importa vivir en un país en donde la mayor parte de sus habitantes vive en la humillación y la precariedad, porque ello no se ve en la cota mil y gran parte de ellos apenas conoce el Centro.

Pero Derecha e Izquierda han contribuido a la consolidación del neoliberalismo desde 1990 y han coincidido en el silencio sobre los paradigmas y modelos de sociedad que pretenden construir. Aunque la Izquierda cuenta con una agenda valórica menos conservadora, carece de un pensamiento teórico que guie su acción. Así, ambos sectores solo compite en la mayor o menos eficiencia para lograr inversiones, mayor crecimiento económico y por tanto empleo. Ignoran que las inversiones actuales eliminan fuentes de trabajo. Les preocupa la igualdad de ingresos, pero no la segregación, donde solo en Santiago hay dos Chiles entre los cuales es imposible transitar. Tampoco que los ingresos se consigan con sobreendeudamiento o trabajo ilegal.

Ahora que nacen nuevos grupos, como el Frente Amplio y que los jóvenes buscan nuevos caminos, es imprescindible la autocrítica y las definiciones. Si carecemos del modelo socialista que inspiró nuestras más grandes utopías, debemos ser capaces de reconocer que no hay alternativa al capitalismo, pero que este no puede basarse en una sociedad rapaz, vergonzante y poco solidaria. Debemos aspirar a una sociedad humana, que, aunque tenga grandes empresas y grupos económicos, no les entregue todo y favorezca el desarrollo de las PYME, de la innovación, de los emprendedores. Que avancemos hacia una economía social y solidaria.

Reconocemos que la democracia es el mejor sistema existente, pero que hay que profundizarla, controlarla desde las bases, donde en un Parlamento Unicameral la sociedad civil tenga iniciativa de ley, fomentando la descentralización efectiva, la voz de las regiones y rompiendo con la centralización y el exacerbado presidencialismo existente.

No se puede impedir las diferencias entre los que solo venden su salario y los dueños del país, pero es necesario que el Estado reconozca que las riquezas básicas son de todos, que los más beneficiados deben pagarlo y que deben estar severamente controlados para impedir la contaminación y basura que crean, las colusiones, el soborno y la compra de voluntades. El Estado debe modernizarse, crecer al punto de contar con los mismos indicadores de países como Suecia y Noruega, con personal idóneo seleccionado por capacidades, especialmente en los sectores de salud, justicia y protección a la infancia. Debe crearse el Ombusdman y el Estado debe proteger a los más débiles, más aún, cuando las tendencias que se observan en el país corresponden al aumento exponencial de estos sectores, por el aumento de la longevidad, del desempleo generado por las nuevas tecnologías, de los discapacitados que cada vez provienen más de no haber podido enfrentar los requerimientos de esta sociedad competitiva y feroz.

¡¡¡Los escuchamos, señores!!!


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