Derecho a la comunicación y nueva Constitución

Si quisiéramos indagar de dónde proviene la palabra comunicación, haciendo un ligero ejercicio etimológico podríamos decir que deriva de la raíz latina Communis: poner en común algo con otro. Esa raíz de comunidad, ese concepto de lo común, expresa algo que se comparte, algo que se tiene y que se vive en común. Bastante profundidad para una palabra que generalmente se entiende como premisa básica de interacción cotidiana sin poner especial atención en su fuerte potencial de herramienta para la construcción colectiva.

Es muy probable que uno de los primeros en entender la enorme fuerza política de la comunicación haya sido el primer gran comunicador popular de Chile y fundador del movimiento obrero, Luis Emilio Recabarren. Primero en la dirección del periódico El Trabajo, luego en La Vanguardia y más tarde, en El Despertar de los Trabajadores, fundado en 1912, Recabarren dedicó su vida a la organización de la clase obrera, liderando un decidido trabajo político y comunicacional por agitar a quienes eran oprimidos en las pampas calicheras, organizarlos, y darles voz: hacerlos visibles a los ojos de Chile. Por vez primera, los históricamente explotados adquirían protagonismo de la mano de sus organizaciones de base y sus medios de comunicación sindicales que permitían denunciar el abuso y configurarse como plataformas públicas para el intercambio de ideas y de la solidaridad de la clase obrera.

Aunque distante en el tiempo, la experiencia de inicios del siglo pasado no resulta ajena. Tampoco fuera de contexto. Por el contrario, parece constituir la razón fundante del argumento crítico al actual estado del derecho humano a la libertad de expresión y su garantía en Chile...