Desafíos culturales de la migración

Más allá de los datos estadísticos –que tratan de poner en cifras un fenómeno en pleno desarrollo– es posible para cualquier transeúnte habitual de Santiago constatar un cambio en el panorama urbano. Esta ciudad, que hasta hace no muchos años era en apariencia bastante homogénea, ha evolucionado hacia una mayor complejidad. Más de una década atrás llamó la atención la presencia notoria de ciudadanos peruanos; hoy es motivo de comentario la creciente inmigración de otros países latinoamericanos, no necesariamente fronterizos. Por distintas razones se han avecindado en Chile personas de distintas procedencias: Argentina, Venezuela, Colombia, República Dominicana, Haití. En las calles en que antes se escuchaban solo los giros locales de un español a la chilena, empiezan a resonar otros acentos e incluso otras lenguas. “¿De dónde eres?”, es una expresión que se ha vuelto frecuente en el habla cotidiana, motivada por la sonoridad de las voces de los nuevos interlocutores.

La diferencia de lenguaje que percibimos hoy es quizás el aspecto más evidente de un escenario cultural que se ha vuelto complejo. Aun cuando hay una base común que permite pensar en términos generales una suerte de cultura latinoamericana que trasciende las diferencias nacionales específicas, hay también distintas costumbres y modos sociales, formas de estar y de participar en la comunidad que no son completamente homologables. De allí deriva excepcionalmente cierta admiración, pero con mayor frecuencia surgen malos entendidos, conflictos y roces. Estas diferencias son también caldo de cultivo de prejuicios culturales y discriminación, cuya base empírica suele ser paupérrima; no obstante, dichos prejuicios se instalan progresivamente en el imaginario social y se vuelven argumentos para rechazar la migración...