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Descolonización del conocimiento eurocentrista. Por Carlos Fernández

“Y el inocente pueblo de Latinoamérica, llorara si muere Ronald Reagan o la Reina...” (Los prisioneros)

No sabemos, producto de este modelo historiográfico impuesto académicamente por el mundo Europeo, si existía la ciencia social antes de la mal llamada “conquista de América”. Para reconstruir nuestra identidad mantenemos esa fecha, 1492, como nuestro inicio, de allí en adelante nace nuestra América, como si el mundo hubiese dado a luz a ese continente en ese momento, antes no existía. Este axioma se fue repitiendo, desde ese año, academia tras academia, arrojando un convencimiento general de que la verdad es la contada por los europeos, y nuestra propia identidad antes de ellos no existía.

Construir una mirada emancipadora del continente, usando métodos elaborados en Europa, dificulta, valga la redundancia, la emancipación en este lado del mundo. Europa se concentra como la creadora de las ciencias sociales, según el modelo historiográfico europeo que expandieron ellos por el mundo, sobre todo en la teoría crítica, teoría que por lo demás busco interpretar y transformar las realidades de las sociedades europeas. Pero esta teoría llego a América como producto acabado, lo que imposibilita desarrollar un planteamiento local para una emancipación del continente. La teoría Crítica no fue escrita en lenguas indígenas. No conocían el kechua, el aymara, el mapudungun. Los incas, mucho antes que Marx lo planteara, ya tenían un sistema socialista. La teoría crítica no visualizó las particularidades del continente americano, más bien las omitió. Garantizando entonces con relatos duros, de que los cambios sociales lo iban a hacer el Sindicato, que el mundo lo iban a cambiar los trabajadores, no dejando espacio a las particularidades de la región donde los cimientos de la emancipación radican en el mundo indigenista.

La colonización del mundo europeo no solo fue física, sino que también intelectual. La interpretación de nuestra realidad con herramientas ajenas nos impide el avance por conocer nuestra realidad, y por ende, la posibilidad de transformarla. Desde entonces, nace una pereza intelectual, por parte de las universidades de la región, por repetir el modelo europeo de conocimiento y no por apostar a desarrollar una descolonización epistemológica que ayude a construir herramientas para una emancipación latinoamericana.

No es novedad que el patrón que sustenta el pensamiento epistemológico en las ciencias sociales de Latinoamérica, fue creado y esparcido por el mundo a través de una visión eurocentrista[1]. La forma como se produce conocimiento y sus metodologías son parte de una mirada intelectual desde el norte, dejando al margen a Latinoamérica en la construcción de su propia realidad.

En rigor, el sometimiento o colonización epistemológica de las ciencias sociales por parte de Europa, genera en el Sur un escaso desarrollo intelectual en esa materia. “No se puede saber propiamente hablando según este modelo historiográfico si hubo o no filosofía antes de la llegada de los españoles. En todo caso el trauma de la conquista es tan grande, y abre una grieta tan profunda, que no se puede sortear. Por lo tanto, lo único que se puede afirmar con evidencia empírica es que la filosofía llega después de 1492. La filosofía llega como producto de importación terminado, acabado. Se lo trae de Salamanca, se lo mete aquí en las universidades de la región y lo único que queda es repetir esa filosofía en el mejor de los casos y, en el peor, desformarla; ósea, repetirla malamente y hacer una mala copia de lo que era un original muy bueno y que funcionaba perfectamente allá”[2]

La interpretación del contexto latinoamericana con instrumentos europeos proyecta una distorsión de lo real, además, provoca en el mundo intelectual, una limitación de la academia. Restringiéndose solo a la enseñanza de las ciencias sociales al manual o aceptando a pie juntillo el estudio de las teorías hechas en Europa, alejando la posibilidad de una construcción epistemológica de la región.

Apostar por descolonizar Latinoamérica del pensamiento epistemológico eurocentrista confiere entonces la responsabilidad de re-pensar Latinoamérica, poniendo el acento en las particularidades de nuestro continente. Ahora bien, si planteamos la necesidad o urgencia en “re-pensar” Latinoamérica entendemos que ya fue pensada. Ahora bien, hay que ver de qué forma fue pensada, y con qué instrumentos se pensó.

Se trata de complementar teorías que nos ayudaron al desarrollo emancipador de la región pero complementando sus ausencias. Se trata de crear una “nueva teoría crítica Latinoamericana” que genere herramientas intelectuales para desarrollar una visión propia de las realidades del sur, apostando a la construcción de la identidad propia, y con eso, a una nueva política emancipadora en la región. “…En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina…Pues si estas dificultades nos entorpecen a nosotros, que somos de su esencia, no es difícil entender que los talentos racionales de este lado del mundo, extasiados en la contemplación de sus propias culturas, se hayan quedado sin un método válido para interpretarnos. Es comprensible que insistan en medirnos con la misma vara con que se miden a sí mismos, sin recordar que los estragos de la vida no son iguales para todos, y que la búsqueda de la identidad propia es tan ardua y sangrienta para nosotros como lo fue para ellos. La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.”[3]

El periodo de tiempo que duró la colonización en nuestro continente adjuntó un plan intelectual que contribuyo a la dependencia eurocentrista. Hay que considerar que después de la llegada de los europeos los testimonios y relatos fueron destruidos por la instalación de los suyos. “Cuando los colonizadores franceses del siglo XIX hablaban de la misión civilisatrice, se referían a que, mediante la conquista colonial, Francia, o en general, Europa, impondrían a la población no europea los valores y las normas que estaban incluidos en esta visión de civilización”.[4]

Frente a esa visión, nos encontramos que Latinoamérica genero su epistemología sin hacer ningún cuestionamiento al eurocentrismo. Fue de esa forma que la región se convirtió en momentos en ilustrada, romántica, positivista, modernos e incluso post-moderno. Adoptando las teorías europeas, aun cuando, aquí en el sur, llegaron con muy baja intensidad.

El discurso dominante de las ciencias sociales eurocentrista ha influenciado directamente nuestra forma de pensar y observar la realidad latinoamericana. Como también ha influenciado en nuestra forma de vida, y por ende, en nuestra forma de entender el mundo.

Cuando nos planteamos como un problema central, la colonización epistemológica, y por consecuencia, la dependencia intelectual con Europa, lo hacemos desde la perspectiva de que los intelectuales de la región, en su mayoría, buscan una reformulación de la sociedad latinoamericana acudiendo a teorías sociales echas, aplicadas, y desarrolladas para sociedades Europeas. Esto, a su vez, genera un debilitamiento en el rol de las universidades que imparten ciencias sociales, pues la formación académica eurocentrista disminuye el debate sobre la construcción de nuevas teorías para nuestra región, debilitando la capacidad de plantear una epistemología para América Latina. “Los “profesores de sociología” dictan cátedras, especialmente en las facultades de derecho y ciencias sociales y de filosofía y letras. Usualmente tienen otra profesión –muchos son abogados- y ejercen secundariamente la docencia en alguna ciencia social, transmitiendo versiones sintetizadas de las obras de autores europeos. Su canal de comunicación es el libro de texto, en especial el manual. Tienen un enfoque especulativo, que generalmente no conduce a la reflexión sobre la propia realidad.”[5]

La colonización epistemológica genera a demás una pereza intelectual, pues depender de las teorías europeas de manera permanente provoca una visión de conformismo, pues acatar siempre dichas teorías, las lleva al sitial de las únicas disponibles.

La sumatoria de lo anterior arroja el resultado de una ciencia social a veces superficial en este lado del mundo, produciendo una disminución de esta ciencia en su rol transformadora de la sociedad. A su vez ocasiona una aceptación general y casi incuestionable de la epistemología europea como único camino para problematizar la sociedad latinoamericana, estableciendo la crítica a nuestra realidad con herramientas eurocentristas.

[1] Aníbal Quijano define eurocentrismo como una perspectiva de conocimiento cuya elaboración comenzó en Europa antes de mediados del siglo XVII, asociada a la secularización burguesa del pensamiento europeo y a las necesidades y a la experiencia del patrón mundial de poder capitalista, colonial, eurocentrado, establecido a partir de Europa

[2] Maerk Johannes: ¿Existe una epistemología Latinoamericana?

[3] García Márquez Gabriel: La soledad de América Latina. Discurso de aceptación del premio Nobel 1982

[4] Wallerstein Immanuel : El eurocentrismo y sus avatares, los dilemas de las ciencias sociales

[5] Franco Rolando. Vicisitudes de las ciencias sociales latinoamericanas

Carlos Fernández Jopia
Magister en Ciencias Sociales Doctor© Procesos Sociales y Políticos Latinoamericanos

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