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Desde la reflexión al sonido que palpita: reconociendo modos de pensar situado. Por Paquita Rivera y Alex Ibarra Peña

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Pintura de Jorge Araldi.

La música es una de las formas más complejas de comunicación propia de la evolución del ser humano. Es la forma más cotidiana de encuentro con el sentimiento estético, sólo comparable con la conmoción que puede provocar la contemplación de la naturaleza. Decía Nietzsche “no podemos vivir sin música”, y podemos agregar, sin conmovernos con la naturaleza “es como no estar vivos”. La relación de la música con la naturaleza es innegable, basta con un momento de tranquilidad bajo los álamos para entender lo que queremos decir.

Para la expresión del pensamiento y de las emociones, la música es casi insuperable, tal vez sólo le pueda “competir” la poesía. Esta última es bastante interpelante, pero nuestra relación con ella no es tan cotidiana. Merece la música reflexiones de todo tipo, haciendo que no sólo sea atendida su sonoridad rítmica o la transmisión de las emociones universales del ser humano.

La música en cuanto pensamiento asume un modo de ser. Se depositan en sus creaciones concepciones y convicciones, diremos, filosóficas. La música puede convertirse en un lenguaje transformador para el ser humano que siempre está interpelado a pensar con la exigencia de su dignidad. No basta con vivir, lo importante es esa comprensión del derecho al buen vivir que han mantenido las sabidurías de nuestros pueblos originarios y que es necesario seguir aprendiendo de ellos para sanarnos de las heridas provocadas por el capitalismo salvaje.

Los músicos que asumen esa conciencia en sus creaciones manifiestan un compromiso de ayuda a las sociedades humanas. No son pocos los músicos, en nuestros países, que dedican parte de su vida -o su vida- a la realización de su vocación alentadora del ánimo. Varios de nuestros músicos en sus conceptualizaciones colocan a disposición conceptos y categorías provenientes de su pensamiento situado. El reconocimiento a éstos no se agota en el aplauso, es una pérdida si no nos ponemos a pensar con ellos. Estamos seguros de que al músico le gusta pensar y que su pensamiento queda expuesto para el diálogo. Elementos suficientes para integrarlos con decisión a la historia de las ideas nuestraamericana.

Estamos en un momento de reoriginalización del pensamiento que no sucedía desde las décadas del sesenta. Una muestra clara de esto son las variadas formas en que hoy se manifiestan los modos de hacer ciudadanía. Nuestros pueblos están en la elaboración de condiciones que soporten transformaciones sociales importantes. Hay músicos chilenos y de los países vecinos con una rigurosa formación musical, pero también autodidactas con no menos rigurosidad, que vienen haciendo un aporte invalorable en este proceso.

Este año hemos iniciado una invitación a distintas instancias de diálogos a diferentes músicos. La experiencia ha sido enriquecedora en cuanto a que han hecho más evidente su compromiso en aportar a la convivencia en estos países maltratados y divididos por operaciones estratégicas de los medios de control que apuntalan un tipo de hegemonía que atenta contra las capacidades creativas de las comunidades humanas. No es extraño que varios de nuestros mejores creadores sigan excluidos de los medios de comunicación masivos. Es importante testimoniar el trabajo de estos artistas superando parte del bloqueo comunicacional que sufren en un sistema que no busca integrarlos como sujetos creadores y que apenas les abre espacios determinados por la ideología de consumo.

Los músicos no se quedaron en silencio, han sabido ir más allá de las formas que le impone el mercado, a pesar de que su sobrevivencia depende de éste. Hemos querido testimoniar la importancia de la música no sólo para la educación estética, ya que las creaciones disponibles ayudan al entendimiento de nuestras sociedades, dado el testimonio que registran, invitándonos a pensar. Lo que nos lleva a asumir este proceso de relación entre música, filosofía, poesía y política.

Es así como los músicos descubren a diario en nuestro quehacer, en la simpleza o complejidad de cada nota o acorde; el camino hacia la sublimación. La oportunidad diaria para el renacer, para la supervivencia y para la redención. Como seres pensantes y, salvo curiosas excepciones, necesariamente espirituales; vivimos en la búsqueda y el encuentro del camino de salvación, del canal a través del cual nuestra creación sea capaz de navegar ya sea por aguas plácidas o muchas veces tumultuosas, por el que encontramos el cauce para la necesaria expresión artística que fluye desde cada creador, en este caso, como músicos.

Ciertamente no nos han podido silenciar, y cada día somos más quienes no buscamos ni necesitamos de los medios masivos para alimentar la necesidad de transmisión del mensaje musical. Es grandioso observar que a diario se abren ricos espacios para el compartir la música y el arte, con libertad y lleno de esperanza. Un cierto renacimiento, necesario e inevitable, que recuerda aquellos tiempos en que la represión no permitía más que la obligada búsqueda de espacios recónditos, subterráneos, y de alguna forma “místicos” y que llegaron a transformarse en “míticos”; para dar curso a la expresión libre y abierta del discurso artístico candente, urgente y vital.

La ley del péndulo le llama la historia, tal vez se trate de esto. El caso es que la contingencia ha permitido este renacer de un movimiento fresco de músicos, algunos herederos de ese legado, otros simplemente emergiendo desde la necesidad, otros incluso desconociendo esta reciente historia de zócalos, azoteas y bares clandestinos, en donde en torno al cantor y su guitarra, al vino navegado, al aire enrarecido por el humo (que afortunadamente hoy ya no es herencia valorada) y a la conversación profunda, se trataba de arreglar el mundo, se compartía el dolor, las alegrías y los sueños. Esos que hasta hoy persisten y resisten.

Hay esperanza. Contra vientos y huracanes, hay esperanza.

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Pintura de Jorge Araldi.

Paquita Rivera
Alex Ibarra Peña
Colectivo Música y Filosofía
“Desde la reflexión al sonido que palpita”

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