Donald Trump o los peligros de la escalada

Los bombardeos perpetrados el último 7 de abril desde buques de guerra estadounidenses contra una base aérea en Siria, en represalia por un ataque químico mortífero que la mayoría de los miembros del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas atribuyeron al régimen de Damas, fueron presentados por los medios como la primera “verdadera” acción militar del presidente Donald Trump desde su entrada a la Casa Blanca. El diluvio de cincuenta y nueve misiles Tomahawk no puede ser clasificado como un asunto menor, teniendo en cuenta los daños sustanciales –aunque no catastróficos– que ha provocado. Pero en realidad, se trata de la segunda ofensiva de Trump. La primera había sido el raid sangriento de las Fuerzas Especiales estadounidenses en Yemen, el 29 de enero de 2017. Y, sobre todo, podría ser sólo el preludio de una larga serie de medidas que recurran a la violencia militar, de forma cada vez más imprudente y ofensiva.

Durante su campaña electoral, Trump había indicado repetidas veces que no dudaría en movilizar al ejército para defender los intereses de su país en el exterior, mientras reprobaba al presidente Barack Obama y a la secretaria de Estado Hillary Clinton por haber arrastrado a Estados Unidos a guerras interminables en Medio Oriente. En septiembre de 2016, al ser interrogado sobre la posición que adoptaría en caso de una crisis que involucrara a los buques de guerra iraníes y estadounidenses en el golfo Arábigo-Pérsico, se pavoneó ante los periodistas: “Si alguna vez Irán llegara a rodear nuestros magníficos destructores con sus barquitos, o a dirigir a nuestros hombres algún gesto indebido, les dispararemos hasta hacerlos salir del agua”...