En kioscos: Abril 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

EL MILAGRO (Crónica) por: Emanuel Garrison

Pero cuando él pensaba que ya, como insigne estadista, se había desprendido de aquel lastre de porquerías; ya estaban de vuelta golpeando el portón con un ladrillo, cocido en los tiernos pastos de los hiperbóreos. Para que no te hagas el burro, ¡sordo! Y ni siquiera habían pasado los años por ellos y ya estaban de regreso a la vida, a la buena vida de faenar prolijo en las haciendas de brotes frescos.

Y los atemperaba en su clavicordio de magia campestre y con su letargo de desfiles de cuentos añejos y simpáticas anécdotas de adormecimiento de que a quien le importan esas mentiras. Que acaso ya no te acuerdas de nuestra vocación de servicio republicano y la melaza de políticas públicas para engorda.

Fue entonces que luego del repentino cambio de rumbo en la carta de navegación y en el planisferio terrícola se decidió a atacar la Inflación y la sangría virulenta en el alza de los precios. Por ello se subió la atractiva carnada de la tasa de interés, altirante, mi comandante; se detiene todo gasto infructuoso y cualquier compra de inútiles; se termina el despilfarro de viviendas sociales y pensiones de jubilados hasta nueva orden, sí, mi comandante; se detiene de inmediato erigir hospitales y escuelas, que el estado no está para eso; además, se paraliza la contratación de mano de obra barata hasta hacerla más barata, porque así la estamos ofreciendo en los círculos de rencores de los mercaderes internacionales; se eliminan los sindicatos de alienígenas y se reponen sólo aquellos que figuran en papel volantín y que se manipulan como cometas; además, se acaba la creación de nuevos empleos y se proponen otros empleos de incertezas y chimuchinas; se elimina todo tipo de esclavitud en faenas y se remplaza por el Programa In Novando (PIN) y por el Programa de Obras Mejorando, POM.

Es decir, a contar de esta fecha se suprime cualquier esclavitud y se internaliza el PIN-POM. Por tanto, los que terminan aquí se van para allá, y los que terminan allá se trasladan para la faena de acá. Eso se llama flexibilidad laboral.

Se suprime cualquier especulación cambiaria, y desde ahora les digo y confieso, que el dólar se mantendrá fijo, y esto lo saben todos, menos mis dos amigos de toda la vida que mantienen en secreto las llaves donde consta la autentica verdad. Que ellos son los únicos que manejan las llaves y que no se lo dirán a sus familiares, parientes y amigos, y menos a la sarta de especuladores haciendo hileras para que abran temprano y ojalá luego las puertas y sorprender al mercado con la media tonelada de secretos de pasillos viejos que hicimos, y sólo en la primera pasada.

Y nadie entendía como con tanto secreto planificado de piltrafas, hacían nata los especuladores de apuestas frente a las casas de cambio y los bancos en total insolvencia que se fueron amontonando y los enjambres de desocupados que fueron quedando en la primera gran crisis financiera que fue arrastrando aquel maremoto que se llevó casas, autos, plantaciones, zapatos y hasta a los consumidores que estaban pagando sus bienes de primera necesidad convertible a divisa. A eso se llamó, entonces, estimulo a la inversión.

Y no faltó quien propuso eliminar los controles y desincentivos a la Inversión, a la entrada de nuevos y frescos capitales que vienen, pegan el mordisco y se van; bien, ¡se eliminan los controles!; que el Banco Central vele por la información privilegiada donde está nuestro último bastión asegurado del comidillo salpicando a los mercantiles fantasmas que nos penan en las noches, pero que pululan de inquietas maneras en la bolsa de Tokio, que allá es de día. ¡Bien, se eliminan las trabas! ¡Hagan lo que quieran!

Se sugiere una reforma tributaria para que los trabajadores no se lleven toda la carga tributaria y que los consumidores sigan siendo los únicos que pagan tributos. Que ya está bueno de tanto abuso y se promueva que ahora las empresas no paguen nada, ni siquiera las insignificancias que pagan para promover subdesarrollo y la contratación de mano de obra más barata, y así poder buscar otras alternativas en los programas laborales de PIN-POM.

Se sugiere además, no apoyar y otorgar ninguna asistencia a las entidades del estado, a fin que revienten por cualquiera de sus lados; que en cualquier evento de calamidad o tamaña atrocidad el estado se desprende de activos prescindibles y se vende todo en liquidación con todas sus instalaciones funcionando, al mejor postor, ya que el estado no tiene capacidad ni recursos. Ni piensa en esto tampoco. ¡Bien, como mande, mi comandante!

Por otro lado, a fin de incentivar el ahorro, se prohíbe estrictamente el retiro de cualquier depósito en moneda nacional o extranjera; aunque demuestren que el dinero es suyo.

Estos valores permanecerán encerrados en chiqueros, corrales o potreros de mala muerte. A cambio, se les otorgarán pagarés o bonos que pueden pasar a canjear en los vertederos, retretes o alcantarillas. Pero sólo a contar del próximo año, fecha estimada, y sin vacilar, en que se cree que nuevamente atraparemos a los dueños o gerentes de tales tugurios. Y sucedió, entonces, después de aquel crush de antología, de aquella crisis existencial, que los grandes patrimonios incrementaron sus caudales diez veces y el decil más bajo, perdió todo en aquella fregatina que choqueados nos pilló sin saber nada. Y sucedió que, luego, vino otra crisis y los grandes patrimonios incrementaron su peculio diez veces y la masa concentrada en el decil más bajo nuevamente perdió casi todo. Y luego, vino otra crisis, y para evitar desastres nos fuimos a vivir más cerca de los grandes patrimonios para que no se notara, otra vez, lo que se especulaba a diestra y más a la diestra, acerca de la cháchara de la exposición y la aversión al riesgo, porque esa adivinanza ya la sabíamos… cuando estaba por venir la próxima gran crisis y buscábamos con denodado afán la carnada de la tasa más alta para volar raudos con el capital golondrina y sorprender nuevamente las taras del mercado.

Y a eso le empezamos a llamar el Modelo, y luego….el milagro económico.

Emanuel Garrison

Compartir este artículo