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El Cisne negro y Las Escuelas de Bachelet. Por Humberto Palma

Hoy sabemos que los cisnes negros existen, pero este conocimiento es relativamente reciente en el estudio de las Anátidas. De hecho, antes de 1697 nadie lo aceptaba. La evidencia histórica y científica llevaba a concluir que los cisnes eran blancos, sin excepción. Pero ese año, el explorador Willem de Vlamingh descubrió cisnes negros en Australia Occidental. Y de ser una rareza imposible, esta especie no sólo comenzó a ser estudiada, sino que se convirtió en la analogía perfecta para referirnos a un fenómeno altamente improbable, pero no por ello menos posible. A partir de esta conclusión, Nassim Taleb nos introduce en la fascinante lectura de su obra “El cisne negro” (Paidós, 2011). En ella nos invita precisamente a prestar atención al impacto de lo altamente improbable, pero no como tarea eventual, sino como actitud de vida que nos permite desenvolvernos en un mundo en donde el azar y “lo complejo” han dejado de ser la excepción al orden, convirtiéndose, en cambio, en el modo cotidiano en que acontece la realidad. En otras palabras, todo lo que es y ocurre fuera de nosotros, pero también en nosotros, llámese mundo, historia o cultura, se encuentra hoy determinado por la complejidad y la incertidumbre (Edgar Morin). El mundo ya no es más un mar de aguas quietas, aunque nos guste verlo y pensarlo así, sino más bien un torbellino de relaciones que se implican mutuamente. Y dado que vivimos en una sociedad global, basta la ocurrencia de un Cisne Negro (es decir, que algo que considerábamos altamente improbable, tanto que ni siquiera lo incluimos en el listado de las posibles situaciones adversas, de pronto sea real), para que lo complejo se vuelva caótico, y ya no sepamos qué hacer ni hacia dónde ir.

Los Cisnes de los que nadie habla

Taleb sostiene que existen dos tipos de Cisnes Negros: “los narrados”, aquellos de los que todo el mundo habla, en especial los analistas y futurólogos; y “los silentes”, de los que nadie habla, ya sea porque escapan a los modelos, ya sea porque nos parecen muy próximos a la ficción. Ahora bien, a la mayoría de la personas nos gusta hablar de Cisnes Negros específicos y conocidos —afirma el autor—, pero ignoramos gravemente la ocurrencia de fenómenos aleatorios, azarosos e impredecibles, que por naturaleza son abstractos y escapan a la lógica causal. En otras palabras, no nos gustan los Cisnes Negros silentes, y en consecuencia, los negamos. Pero, la mera e ingenua negación verbal no impide su realidad.

2006: lo improbable se hace real

Descubrimos Cisnes Negros en todos los ámbitos de la experiencia humana, y tanto en la vida privada como en la pública: en economía, salud y vivienda, en la familia y en la sociedad, en las organizaciones, instituciones y también en lo cotidiano. En todo. ¿Podríamos esperar, entonces, la ocurrencia de Cisnes Negros en las Escuelas de Bachelet? Por supuesto que sí. Aclaremos, primero, que bajo el concepto “Escuelas de Bachelet” entiendo la Educación chilena en su conjunto, tal como la está recibiendo el futuro Gobierno, en todas las formas de provisión y en todos los niveles, como sistema y modelos en juego, en lo que ya hemos avanzado y en las tareas aún pendientes. Y respecto de la pregunta, aclaremos también que “estas escuelas” ya han conocido la ocurrencia de Cisnes Negros. De hecho, la “Marcha de los Pingüinos” el 2006 fue para las autoridades, y gran parte de la población chilena, un Cisne Negro, es decir, un fenómeno absolutamente impensado que generó, de ahí en adelante, toda la discusión que deberá retomar ahora el nuevo Gobierno, discusión que antes no existía, y si existió, formó parte de las ficciones políticas y económicas de la época: educación gratuita, fin al lucro en educación superior, y fin del financiamiento compartido, entre otros puntos álgidos. ¿Alguien previó esto? No, y si así hubiese sido más de alguna universidad habría corregido su accionar administrativo y económico, antes de que las bombas les estallasen en la cara.

La negación del Cisne Negro

Al igual que en otros ámbitos, en Educación nos hemos habituado a prever, pensar y calcular las consecuencias de los Cisnes Negros narrados. Los expertos de las Escuelas de Bachelet, de seguro ya estarán previendo renuncias de Ministros, nuevos cuestionamientos a la probidad, marchas de estudiantes, paros de profesores, resultados en mediciones externas, alzamiento del sector particular, y un gran etcétera. Como vemos, todos son Cisnes Negros narrados. ¿Pero está preparada la escuela chilena para los Cisnes Negros silentes? Lo más probable es que no, porque también ella cede al encantamiento de la narración y el orden. De hecho, como argumenta Saviani (1983), de la Pedagogía tradicional, centrada en el profesor, pasamos a la Pedagogía nueva y sus variantes, centrada en el alumno, y de aquí, en ese afán obsesivo y paranoico por la calidad, llegamos a la Pedagogía tecnicista, el modelo actual. Esta nueva corriente se funda en los principios de racionalidad científica, eficiencia y productividad, y propone un reordenamiento del proceso educativo, a fin de hacerlo objetivo y operacional. La educación debe ser planificada, a tal punto de suprimir al máximo las interferencias subjetivas que pongan en riesgo la eficiencia. Para esta lógica educacional, los Cisnes Negros (silentes) no deben existir, menos cuando el centro ya no es el profesor, ni tampoco el alumno, sino la organización racional de los medios. A esta manera de mirar la educación responde la insistencia en las mediciones, el control y la política de incentivos y castigos, que lleva a que unos colegios compitan contra otros.

Aliados del aprendizaje

No queremos que en las Escuela de Bachelet existan Cisnes Negros silentes, a lo más uno que otro narrado. De este modo, sostiene la actual corriente tecnicista, lograremos avanzar hacia la educación deseada. Todo bien, pero no olvidemos que la ocurrencia de un Cisne Negro no depende de nuestra aceptación o negación, simplemente se da. Y cuando ello ocurra, si es que ocurre, lo mismo que el 2006, la vieja carreta educativa volverá a entramparse, como si fuese un enorme y pesado engranaje al que se le rompe un eje. Y allí nos quedaremos otra vez, mirándonos con sorpresa y desconcierto. La razón es muy simple: a todos los actores educacionales (ministros, directivos, profesores, estudiantes, apoderados, instituciones…) se nos enseña y prepara para enfrentar los Cisnes Negros de los que todo el mundo habla, pero no para un Cisne Negro de verdad. Y lo cierto es que el mundo educativo es hoy tan complejo, no menos que otros mundos y contextos, que exige personas capaces de convivir con Cisnes Negros, y modelos pedagógicos que consideren lo azaroso, incierto y contradictorio como aliado del aprendizaje, y no como una variante a neutralizar.

P. Humberto Palma Orellana

Profesor Universidad Finis Terrae Facultad de Educación

27 de febrero de 2014

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