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El Escriba Fecundo

Refiriéndose a sí mismo en su web y en su blog, don José Ignacio García Noriega asegura ser “uno de los escritores españoles más fecundo, crítico, original e independiente de las últimas décadas”. Tal fecundidad, sentido crítico, originalidad e independencia le ha permitido perpetrar una suerte de glosario general de insultos dedicados a los escritores latinoamericanos, o hispanoamericanos, como el prefiere llamarnos, y que un periódico asturiano del 17 de agosto publicó, tal vez, como una simpática crónica estival destinada al beneplácito del homo carca, siempre ávido de insultos que lo afirman y confirman en sus prejuicios, complejos y pasmosa simplicidad.

El fecundo escritor de marras y cronista de Llanes empieza su texto con una afirmación que es toda una joya de objetividad: “España acogió con honores de grandes literatos a autores que nunca triunfaron en su tierra y cuyo único mérito era ser rojos”.

Desde el punto de vista antropológico, este fecundo ejemplar de homo carca es bastante interesante y debería ser materia de estudios rigurosos, ya que representa a esa España que suponíamos superada por el sentido común, y que dividía a la humanidad entre nosotros y los rojos.

Asegura el fecundo que, “con la instauración de la democracia”, es decir cuando ellos, los otros, los rojos, violentaron nuestra plácida existencia de nacionalcatólicos y nos instauraron ¡qué horror! la democracia, “el clarín tocó fajina, y no sólo se apresuraron a regresar exiliados que no se habían enterado de nada, ni de que España había cambiado bastante desde que ellos la abandonaron”, sino también escritores que cambiaban un mítico París “donde nadie sabía quienes eran ni los tomaban en la menor consideración, por la despreciada y aborrecida madre patria, en la que los trataban como reyes”.

Hay mucho de cierto en lo que afirma el fecundo: éramos cientos de miles las personas decentes que aborrecíamos la España franquista, que despreciábamos la estupidez de los censores, de los chivatos instalados desde las porterías hasta las redacciones de los periódicos, y amábamos a la otra España, la de los hombres y mujeres como Max Aub, Roser Brú, José Balmes, y tantas y tantos que llegaron a tierras americanas y fueron el más inapreciable regalo de cultura, ciencia, tecnología y humanidad que recibimos y nunca dejaremos de agradecer. Naturalmente que esos eran rojos, sobrevivientes, derrotados por el fascismo, pero orgullosamente rojos. Con su extraña, acaso vetusta arte de redactar, el fecundo sostiene que la mayoría de esos escritores “iban a Barcelona, que paradójicamente era donde se encontraban algunas de las más comerciales editoriales en lengua española”. No acierto a encontrar la paradoja y me pregunto ¿qué tiene de paradójico que una editorial sea comercial? ¿Será que la paradoja está en que Barcelona, la ciudad de la catalanidad, tenga editoriales que publican en español? El homo carca suele valerse de eufemismos para esconder los dardos ponzoñosos del prejuicio.

Siguiendo con el estilo respetuoso que lo caracteriza, el fecundo sostiene que luego de estar en Barcelona, los escritores iban a Madrid, “donde se encontraban el Ministerio de Cultura y otras instituciones que custodiaban el presupuesto. La obsesión de esa gente hispanoamericana por las instituciones oficiales debe ser cosa enfermiza; tal vez se lo de el clima”.

En una exhibición de cultura universal, el fecundo cita una anécdota improbable y cuyos protagonista serían el ex presidente François Mitterrand y Gabriel García Márquez, al que los amigos, nada más que los amigos, llamamos Gabo. Lo verídico es que esos dos hombres se vieron muchas veces, eran amigos, y cuando Mitterrand formaba su primer gabinete, García Márquez comentó su admiración por André Malraux, un escritor que fue ministro de cultura, y agregó que la tarea de elegir a uno entre miles de intelectuales brillantes era por cierto muy difícil. La respuesta del presidente francés fue: Tengo un candidato, joven y muy preparado. Y es amigo nuestro. Escandalizado, el fecundo se pregunta:”¿Qué podía importarle a un escritor colombiano quién iba a ser el ministro de cultura de Francia?”.

Más adelante, el fecundo reflexiona sobre la España actual y la compara con la otra, la nuestra, libre de ellos, de los rojos: “Todo el mundo viste de manga corta como si estuviera en el Trópico, a nadie le preocupaba que los ciudadanos fumaran o bebieran alcohol y los homosexuales guardaban las formas. Hoy fumar y beber están proscritos y la mariconería protegida por el gobierno”. Ciertamente que el fecundo es un monumento a la tolerancia.

En otro arresto de documentalismo, el citado fecundo pone en boca del Che Guevara una afirmación que alude al llamado boom de la literatura latinoamericana. Según nuestro fecundo, Guevara habría dicho que de no haber sido por la revolución cubana, los del boom serían cuatro voludos -así con “v”- macaneando por París. Boludo se escribe con “b”, y el significado de la palabra alude a un metafórico crecimiento descomunal de las bolas, es decir de los testículos, detalle que evidencia al sujeto de escasa inteligencia, que tiende a la auto alabanza y al insulto.

De los amplios conocimientos literarios del fecundo se deduce que a Ismael Kadaré se le otorgó el premio Príncipe de Asturias por su condición de ex estalinista, y a Gamoneda por su condición de zapaterista, afirmaciones que deben ser la dicha de los integrantes del jurado de uno de los premios más prestigiosos de Europa. Julio Cortázar el la culminación del pijoprogre, y del poeta Juan Gelman “sólo se sabía que sus nietos habían sido raptados durante la dictadura militar argentina”. O el fecundo lee mal la prensa o se la leen peor, pues a Juan Gelman no le secuestraron nietos; su hijo y su nuera fueron hechos desaparecer durante la época de horror tan cara a los carcas españoles y a los fascistas de todos los pelajes. La nuera estaba encinta, una niña nació en cautiverio antes de asesinar a la madre, y Juan Gelman además de ser el enorme poeta leído por miles de personas en muchos idiomas, se convirtió en el paladín moral de la más justa de las causas: recuperar a los niños secuestrados por los criminales nacionalcatólicos argentinos.

Sostiene el fecundo que cuando Gabriel García Márquez obtuvo el premio Nobel de Literatura, “pese a encontrarse exiliado en México, tomó el teléfono y la primera llamada que hizo fue al presidente de Colombia para hacerle la pelota. Esta gente es incorregible. Donde haya un entorchado, se ponen a dar saltos, o se arrastran, según convengan”.

Es de sobra sabido que el homo carca ibérico y en este caso en su variante asturcona, tiende a la mentira sin que sus músculos faciales se alteren. Mantiene impasible el ademán, a la manera joseantoniana, y suelta sus falsedades con naturalidad de predicador. Lo cierto es que cuando García Márquez supo que le había sido adjudicado el Nobel, la primera llamada que recibió fue del presidente de Colombia, y respondió por elemental cortesía. También es verdad que hizo una primera llamada, a su madre, desafortunadamente sin éxito pues un temporal había dañado las líneas telefónicas de Aracataca. A continuación hizo una segunda llamada, a su gran amigo Álvaro Mutis, y le dijo que ese trago no lo quería beber solo.

Asegura también el fecundo que Borges, a quien llama el Cosmopolita, ha caído en el olvido y para fundamentar su peregrina idea realiza un esfuerzo literario que, aunque le pese, no está exento del misterio borgiano: “En cierta ocasión le comenté a José Doval que Eduardo Úrculo me había contado que comió con el Cosmopolita, porque de (¿?) aquellas gentes como él y Juan Cueto presumían de cosas así. Se apresuró a afirmar Doval ¡Habrán comido vichisoise! ¡Pues no señor, el cosmopolita comió helado de chocolate, y lo hizo como un marrano, manchándose la corbata! Si llega a saber el Cosmopolita que esa crema de puerros de sonido afrancesado es española, no hubiera tenido tanto entusiasmo por ella”. Además de la excelsa prosa, el fecundo nos sume en un misterio insondable: si Borges comió helado de chocolate, ¿dónde, cuándo y a qué hora manifestó entusiasmo por la vichisoise?

El homo carca ibérico, especialmente en su variante asturcona, es dado a la infamia y al gesto cobarde de esconder la mano: “Luego estaban las mediocridades: Benedetti, Galeano, Scorza, Onetti, etcétera, etcétera, que se pasaban la vida de congreso de escritores en congreso de escritores, entre Cuba (territorio libre de América) y Madrid. Un día, el avión en que iban cayó al agua y murieron varios. Un periódico madrileño publicó un artículo necrológico titulado algo así como “Por qué murieron aquellos poetas” Digo yo que porque se pasaban su tiempo viajando”.

El fecundo de marras tiende a la ironía, pero no logra ser irónico, pues la ironía es patrimonio cervantino de los inteligentes. En cambio logra ser sarcástico, y el sarcasmo es oficio de canallas. El 27 de noviembre de 1983 un avión de la compañía colombiana Avianca se estrelló en Majorada del Campo, muy cerca del aeropuerto madrileño de Barajas. Murieron 181 personas que no se pasaban “digo yo” la vida viajando. Entre ellos estaban la escritora Marta Traba y los escritores Ángel Rama, Jorge Ibargüengoitía y Manuel Scorza. La canallada del fecundo, al mofarse de esos cuatro amigos míos y de los demás pasajeros de aquel trágico vuelo, me permite hacer un agregado en mi diccionario personal de sinónimos: Sinónimo de cobarde: José Ignacio Gracia Noriega, alias el fecundo.

En las situaciones de crisis económica y social, desde el mundo carca salen los iluminados con sus recetas fáciles, simplonas, frente a la complejidad de los problemas que originan las crisis. Esto no es nada nuevo, y entre esos iluminados destacan los plumíferos de aldea, como el fecundo, que con su mensaje de odio hacia el otro, hacia el diferente, hacia el rojo, hacia el latinoamericano, fomentan la xenofobia , el racismo y con eso se afirman y confirman en sus prejuicios, en su estulticia y en su rencor frente a todo lo que ignoran o no entienden.

No pretendo con estas líneas manchar con unas gotas de cultura la ignorancia silvestre del fecundo, sino simplemente responder en nombre de los amigos y amigas que me han llamado preocupados por tanto odio y tanta estupidez.

Luis Sepúlveda

Gijón, 19 de Agosto de 2009

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