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El cierre de Punto Final

Le Monde Diplomatique entrega toda su solidaridad a la revista PUNTO FINAL:

Punto Final: Una pérdida irreparable

Por Libio Pérez*

Solo en la intimidad de amistades cercanas, el periodista Mario Díaz solía recordar la extensa operación que involucró a bolivianos y chilenos a fines de la década de los 60 para hacer llegar a La Habana los escritos que a diario hacía el comandante Ernesto Guevara sobre la guerrilla que comandaba en la selva de Bolivia. A “El Chico” Díaz le tocó hacer el último tramo del recorrido de Santiago a la capital cubana, con los microfilms de los textos ocultos en la carátula de un disco que pudo entregar a los servicios de seguridad isleños para la comprobación de su autenticidad. En retribución por su solidaridad, los cubanos le entregaron al periodista los derechos exclusivos para América Latina para la publicación de los escritos del Ché en la revista de la que era fundador: Punto Final.

La revista, también fundada por su director Manuel Cabieses, amigo y compañero de Díaz, tendrá su última edición en papel en estos días, luego de cinco décadas de circulación solo interrumpida por el golpe de Estado de 1973, de la prisión de Cabieses, el asesinato de varios de sus periodistas y colaboradores y el exilio del propio Díaz. La publicación tuvo en su colofón a una camada de periodistas militantes de la izquierda chilena y latinoamericana, muchos de ellos cercanos al presidente Salvador Allende. Con independencia, Punto Final jugó un papel crucial en el debate político e ideológico de las fuerzas democráticas y revolucionarias a fines de los 60, rol que siguió jugando durante los años del gobierno de la Unidad Popular.

Apenas impuesto el régimen contrarrevolucionario, la revista fue parte de la veintena de publicaciones proscritas, su director llevado a prisión, periodistas empujados a la clandestinidad y otros asesinados a lo largo de los años de la dictadura cívico militar. Aun así, a fines de los 70, Manuel Cabieses, “El Chico Díaz”, José Carrasco Tapia, Gladys Díaz, Ruy Mauro Marini y otros colaboradores de la publicación dieron vida a una edición internacional de Punto Final, editada desde México. Desde entonces, la revista logró mantener su regularidad pese a que Cabieses regresó clandestino a Chile, periodo en el que Díaz retomó la dirección de la revista.

En las postrimerías de la dictadura, cuando se preparaba el regreso de Punto Final a Chile, Mario Díaz murió inesperadamente en Buenos Aires. Manuel Cabieses, junto a un puñado de colaboradores, con escaso financiamiento, logró reeditar y mantener Punto Final hasta ahora, cuando se anuncia su término.

Las razones por las que Punto Final desaparecerá de los quioscos son variadas y casi todas conocidas. Desde el término de la dictadura, ninguno de los gobiernos civiles tuvo en agenda la preocupación por estimular la circulación de discursos distintos a los medios del duopolio que garanticen el derecho de la sociedad al pluralismo informativo. Los gobiernos civiles optaron por mantener los contratos de publicidad estatal que dejó amarrados la dictadura, lo que hizo desparecer paulatinamente los medios independientes. El cierre y privatización del diario La Nación, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera, no solo significó el fin del diario estatal sino también la venta de la imprenta y la empresa distribuidora de impresos asociadas a la publicación. Ello debilitó la capacidad de subsistencia económica de Punto Final, como también de El Siglo, que también termina su tiraje en papel, así como la posibilidad de emergencia de nuevas iniciativas editoriales.

La integración vertical y concentrada de los medios de comunicación en el Chile de hoy es un nítido espejo del sistema económico neoliberal, que apuesta a la existencia una prensa dócil y acrítica. Reiteradamente se ha dicho y escrito: la falta de diversidad y pluralismo afecta a toda la sociedad y horada la democracia. Así las cosas, el término de Punto Final es una pérdida irreparable.

*Editor general de la edición chilena de Le Monde Diplomatique


Un nuevo y certero atentado contra la democracia.

por Juan Pablo Cárdenas S./ Radio U. de Chile.

El director de la Revista Punto Final ha anunciado el inminente cierre de su publicación. Problemas financieros serían la causa de que se apague una publicación de más de 50 años de existencia y que ha representado con lucidez la visión del progresismo o de la izquierda en nuestro país. Un notable esfuerzo editorial valorado en todo el continente y que difundió el pensamiento de decenas de periodistas e intelectuales reclutados siempre por Manuel Cabieses, cuya solvencia, ética y destreza profesional están ya inscritos en el largo y tesonero esfuerzo del periodismo libre y digno. Con independencia y sin ataduras factuales, pero siempre comprometido con los valores de la justicia social y el entendimiento político y social que se deben nuestros pueblos.

Su próxima edición promete ser la última y con ello se suma al fatal desenlace de decenas de revistas y diarios que prevalecieron e incluso surgieron durante el régimen de Pinochet pero que la posdictadura asesinó o asfixió deliberadamente durante estos 30 años de connivencia con los uniformados golpistas, los más poderosos empresarios, los partidos políticos y gobiernos que prometieron pero terminaron traicionado la demandada democracia.

El cierre de Punto Final es el triunfo de la ideología de quienes postulan el neoliberalismo económico, la democracia vigilada, la concentración de la riqueza y la marginalidad de millones de chilenos, muchos de los cuales son brutalmente reprimidos actualmente en La Araucanía, como también son perseguidas y desacreditadas sus organizaciones sociales, políticas y culturales. No podríamos decir que significa la derrota de quienes fueron nuevamente apabullados electoralmente por Sebastián Piñera y la derecha. Cuando de verdad los sucesores del dictador fueron cooptados por las ideas ultra reaccionarias y terminaron cediendo y abrazando los postulados de las cúpulas protegidas por la Constitución de 1980, el Tribunal Constitucional y los medios de comunicación hegemónicos. Esto es, por los oligopolios informativos que terminaron moribundos en 1990, pero que fueron revitalizados por los nuevos moradores de La Moneda. En la idea de que era preferible “encantarlos” con impunidad y publicidad estatal, antes que apoyar cualquier medio que se propusiera alentar los cambios, profundizar la democracia y terminar con las agraviantes desigualdades sociales.

Vale decir que, al igual que lo acontecido con diarios, revistas y otros medios progresistas, Punto Final sobrevivió gracias al compromiso de sus colaboradores, la fortaleza moral de su director y el apoyo recibido desde el exterior, siempre modesto y limitado. No consta que en todo este tiempo esta revista haya obtenido avisos o contribuciones personales o institucionales que se hayan propuesto colaborar aunque sea con la “diversidad informativa”, que hoy en el mundo se asume como una condición indispensable en la formación de conciencia y ejercicio ciudadano. Especialmente en aquellos países de solidez institucional que velan por el pluralismo ideológico y en que sus gobiernos procuran accederlos a fuentes de financiamiento a objeto de que no se vulnere este “pilar democrático”. Ejemplos de ello hay muchos en Francia, Alemania y otras naciones, como también en México e, incluso, en países pequeños como Paraguay, donde observar cualquier kiosco es comprobar la existencia de diversidad y disenso. Mientras que en Chile ya casi no se distinguen los titulares entre los dos o tres diarios de un par de empresas y los de los canales de televisión abiertos. Todos los cuales son controlados por algunos pocos magnates sin interés alguno en que Chile se consolide como una democracia verdadera. Ni, menos, en que las demandas populares alcancen difusión y encauzamiento.

Es evidente que en estos años hay varios ejemplos de personas que transitaron de las posiciones más radicales de la izquierda para culminar como empresarios o referentes que han encontrado tribuna en aquellos medios que en el pasado los abominaron y hasta demandaron su purgamiento; a cambio, por cierto, de abjurar de las ideas del pasado y someterse al pensamiento hegemónico. De la misma forma en que por estos días se puede observar a varios dirigentes políticos ansiosos por vincularse con el gobierno próximo a asumir y sacudirse del incómodo pasado, cuando la verdad es que lo que ahora valoran es la herencia pinochetista. Así como hay otros jacobinos de antaño que, como al actual canciller Muñoz, se les cae por fin la careta en su obsecuente propósito de ser reconocidos por la derecha y hasta por el gobierno de Trump.

De este heraldo personaje, por cierto, no pocos periodistas tuvimos la sospecha de que era un agente o un infiltrado desde que lo observamos maniobrar en un evento convocado por Fidel Castro en La Habana. Evento continental al que concurrió desafiando los temores que ya tenía de él la “inteligencia cubana”, que siempre fue reconocida por su eficiencia.

Con la perspectiva del tiempo, hoy se entiende perfectamente que quienes negociaron la salida política chilena con el gran empresariado, las FF.AA. y los llamados poderes fácticos (con el concurso del Departamento de Estado) fueran, en realidad, muy funcionales a la jibarización informativa y a la farándula de los medios de comunicación. Ingenuamente hubo algunos esfuerzos por desarrollar algunos diarios y revistas que marcaran diferencia con los medios dilectos de la dictadura y de la conservación de su legado que igualmente culminaron desfinanciados, cerrados y desdeñados completamente por sus camaradas en La Moneda, el Poder Legislativo y, por supuesto, las cúpulas de los partidos. Alguna vez se escribirá la historia de lo que hicieron especialmente los gobiernos de Aylwin y Lagos por oponerse a su consolidación y cumplir así a las promesas que le habían hecho especialmente a Agustín Edwards, quien le debe su recuperación económica justamente a estos gobiernos. De la misma forma que Julio Ponce Lerou, quien fuera en todo caso obligado a financiar transversalmente la política para acrecentar sus negocios.

Explicaciones hay muchas ante la pérdida de una revista tan importante y solvente como Punto Final. Sin embargo, lo que más desalienta es que no exista entre aquellos “chilenos que les ha ido bien”, y siguen profesando (según dicen) las causas del progresismo, un esfuerzo por salvar a esta revista, pero también proponerse entregar recursos que alimenten la diversidad informativa. Así como lo hacen como mucha visión política poderosos empresarios del continente, entre los que se nos ocurre citar al multimillonario Carlos Slim, quien entiende que sus buenos negocios no tienen por qué correr riesgo con un régimen que respete los derechos, por ejemplo, de los trabajadores, de los pensionados, de los estudiantes y de las minorías étnicas.

Pero lo más propio es que emergentes instituciones sociales, agrupaciones políticas realmente consecuentes, sindicatos con muchos recursos y un sinfín de instituciones de Derechos Humanos, entre tantas otras, se concierten para dar aliento a una prensa independiente y liberadora como debe ser el buen periodismo. En este sentido, debemos valorar la existencia de algunas emisoras universitarias y medios electrónicos que están en la tarea de construir cotidianamente otras pautas informativas y servir de expresión de los que “no tienen voz”. Y que, desde luego, son muchos más de los que alcanzan los medios sostenidos económicamente por las empresas privadas, las transnacionales y, para vergüenza, la publicidad estatal.

Ojalá que el lamentable anuncio del director de Punto Final nos alerte y no se transforme en otro contundente despropósito político que continúe desangrando nuestra prometida democracia. Por ahora, solo honrarnos de haber formado parte de un proyecto editorial tan digno y señero que dejó sembradas las semillas de la esperanza y, también, la posibilidad de perseguir los ideales de liberación por otros medios, cuando la censura informativa y la represión cercan tan dramáticamente al país.

18 de febrero 2018 / 21:11 hrs.

Anexo:

Carta de Manuel Cabieses, Director de “Punto Final”.

A LOS REDACTORES Y COLABORADORES DE PUNTO FINAL

Estimados compañeros y compañeras:

Lamentamos informarles que en marzo nos veremos obligados a suspender la publicación de la revista por una crisis financiera que no hemos podido solucionar.

El último número -en esta etapa de la accidentada vida de Punto Final- será el que comenzaremos a preparar el lunes 26 de febrero y que circulará el viernes 9 de marzo de 2018.

Agradecemos a cada uno de ustedes el esfuerzo aportado durante estos años que permitió a Punto Final alcanzar el prestigio y respeto del que goza en Chile y numerosos otros países.

Estamos orgullosos de la labor cumplida por PF en más de medio siglo al servicio de los intereses del pueblo trabajador, de las ideas revolucionarias y de la hermandad latinoamericana y caribeña.

Reciban un abrazo fraterno de

MANUEL CABIESES DONOSO

Director

Santiago, 15 de febrero de 2018


Le Monde Diplomatique necesita su apoyo. Un llamado a los lectores

En Chile sucede algo insólito. A casi 45 años del golpe de Estado, en la práctica aún se aplica el Bando Nº15 de la Junta Militar que señalaba: “Se ha autorizado solamente la emisión de los siguientes diarios: ‘El Mercurio’ y ’La Tercera de la Hora’”.

Hoy en los quioscos de Chile solo se encuentras diarios de información general de esos dos grupos. Lejos están los días, incluso en los últimos años de dictadura, en que existían los diarios Fortín Mapocho y La Época, y posteriormente el Diario Siete y La Firme además de La Nación. También desaparecieron las revistas Análisis, APSI, Cauce, Hoy, Página Abierta, Solidaridad, La Bicicleta, Rocinante, y varias otras. Y en febrero de este año han anunciado el término de su edición en papel: el semanario El Siglo y la revista quincenal Punto Final. La publicidad estatal, como sabemos, ha ido casi exclusivamente para los diarios del duopolio, debilitando a la poca prensa independiente y alternativa. La falta de pluralismo de los medios de comunicación en Chile es francamente escandalosa.

La edición chilena de Le Monde Diplomatique lleva 18 años de existencia. El periódico es publicado por la editorial “Aún Creemos en los Sueños”, que adquiere los derechos de los artículos a Le Monde Diplomatique de Francia.

Cuando decidimos publicar Le Monde Diplomatique lo hicimos porque queríamos que se conociera en Chile una publicación independiente, que llevaba cinco décadas en el mundo entregando información internacional verificada, con espíritu crítico. A los artículos internacionales que llegan de la edición central agregamos textos sobre la situación en Chile, que ayudan a comprender lo que sucede y también contribuir a los cambios que urgen en nuestra sociedad.

Acompañamos las movilizaciones del 2011 dando la palabra a los líderes sociales y estudiantiles, así como a los mapuche. Un centenar de dirigentes sociales han escrito en nuestra edición y hemos publicado varios libros con sus textos. Contribuimos a realizar el primer Foro Social Chileno, alternativo a la APEC y a la venida de George Bush, apoyamos las movilizaciones contra la guerra de Irak y hemos jugado un rol en la defensa del medio ambiente y los derechos humanos.

En 2001 comenzamos la publicación de un libro mensual, ya hemos publicado 180 títulos a un precio accesible ($3.500), con un total de más de millón de ejemplares. Hemos publicado 194 periódicos con una tirada que supera el millón y medio de ejemplares. Abrimos una librería en el centro de Santiago que nos ha permitido desarrollar numerosas actividades: presentación de libros, conferencias, encuentros de asociaciones y cada martes un debate o la proyección gratuita de un documental.

También hemos publicado diversos afiches de José Balmes, Federica Matta, José Venturelli, Loro Coirón y Claudia Adriazola. Seiscientos artistas visuales han cedido sus derechos de reproducción para enriquecer el contenido y embellecer nuestro periódico.

Aunque llevamos 18 años de vida, no hemos logrado el equilibrio financiero. El déficit lo hemos ido soportando con aportes y aumentando algunas deudas. Pero ahora la situación se nos ha complicado aún más y debemos conseguir recursos para continuar nuestra labor.

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Víctor Hugo de la Fuente Director de la edición chilena de Le Monde Diplomatique y de la editorial Aún Creemos en los Sueños

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