En kioscos: Marzo 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

El debate de la CASEN encubre el tema de la pobreza real. Por Claudio Rodríguez

Luego de algunos días de incertidumbre, donde se rumoreaba una leve alza en el porcentaje de pobres, el gobierno celebra la reducción de la pobreza en 0,7 puntos, que arrojan los recientes resultados hecho públicos de la CASEN 2011. En efecto, de lo que se conoce hasta hoy –y que limita aún el análisis y el arribo a conclusiones muy taxativas- la pobreza se reduce de un 15,1 a un 14,4%. En tanto, la indigencia se reduciría de un 3,7 a un 2,8%, en lo que representa el hecho más destacado por el ministro de Desarrollo Social, Joaquín Lavín.

Un gran aparataje comunicacional, orientado a impactar en la ciudadanía en momentos en que se realiza el trabajo de campo de la Encuesta CEP, da el marco al debate en torno a la superación de la pobreza. Este, lamentablemente, ha estado marcado por la búsqueda de dividendo político del gobierno, pero apelando a un análisis que dista de lo que el país requiere para mejorar el buen vivir de sus habitantes. El camino correcto en cuanto al crecimiento económico y la generación de empleo ha sido la respuesta más escuchada desde la derecha para explicar las cifras, apelando a su clásico discurso neoliberal.

Por su parte, algunas ex ministras del antiguo MIDEPLAN han centrado el debate en el incumplimiento por parte del gobierno del ajuste en la línea de pobreza comprometido en la discusión presupuestaria del año 2009. Pero más allá de calificar de tibio el avance, se requiere aún conocer aspectos metodológicos, como el margen de error, que podrían incluso llevar a que las cifras estuvieran dentro de dicho margen, lo que técnicamente invalidaría hablar de una reducción de la pobreza.

Des-correr el velo del éxito del modelo y avanzar hacia políticas integrales.

En este escenario, nos parece relevante rescatar algunos ejes de debate para la discusión. En primer lugar, se debe mencionar que la pobreza no indigente habría aumentado de un 11,4 a un 11,6%. Si bien para el gobierno ello no tiene mayor relevancia, en tanto el número de pobres absolutos baja, sí nos parece importante para explicar las causas de la baja.

Es importante conocer en este sentido el real impacto del crecimiento económico en la reducción de la pobreza. La hipótesis refiere a que en condiciones que se califican de empleo pleno, con la generación de cerca de 700.000 mil empleos durante los dos últimos años, es a lo menos cuestionable que las cifras de pobreza sean las actuales.

Lo anterior nos lleva a lo menos a dos consideraciones. La primera es que se debe generar una política pública que considere la necesidad de que la generación de empleos tenga relación con la dignidad del trabajo. Esta debería, efectivamente, remarcar una relación entre la capacidad del sistema productivo en que la generación de fuentes laborales impacte en la vida de los trabajadores y trabajadoras.

En segundo término, pareciera que si hablamos de empleo pleno, llegar a cifras superiores a las mediciones de pobreza de los últimos años, aparece como una profunda contradicción. Economistas de la Fundación SOL refieren que en los último 5 años mientras el PIB creció un 21%, la pobreza aumenta un 5%, considerando la CASEN 2006, de un 13,7 a un 14,4%. Más allá de factores externos cíclicos y recurrentes en nuestra economía -como el alza de alimentos-, nos debiese hacer pensar en que estamos frente a una pobreza de tipo estructural, asociada al tipo de modelo de desarrollo y, por tanto, las políticas sociales debiesen orientarse con un sentido distinto de la hiperfocalización en un Estado subsidiario neoliberal, al que nos llevan, por ejemplo, las constantes y cada vez mayores transferencias monetarias o Bonos. Estos, más allá del efecto de mitigación parcial, no sustentan ningún cambio de fondo.

En una perspectiva distinta se inscribe la línea argumentativa que encausan otros actores, como la Fundación para la Superación de la Pobreza y también la mirada de distintos actores académicos, e incluso del Hogar de Cristo. Es fundamental poner en el centro de la discusión el que estamos en un debate que oculta el tema de fondo, que es el velo ideológico que encubre la real pobreza existente en el país.

La medición actual se hace con un instrumento que mide estándares de consumo del año 1987, cuando fue elaborado. Es decir, la encuesta CASEN pasa a ser un instrumento obsoleto, pues no responde a los patrones de consumo actuales. Ello, si bien permite tener una mirada comparativa a través del tiempo -lo cual es positivo- no tiene relación con la disminución y las condiciones de pobreza en el Chile del año 2012.

¿Mayor o menor desigualdad?

Respecto a la desigualdad social es propicio pensar también en un análisis de mediano plazo. Las cifras de la Casen indican que la diferencia entre los ingresos autónomos del 10% más rico del país y el 10% más pobre, alcanza los 35,6 veces. Si se compara con la medición del año 2009, esta medida presenta una mejoría, respecto de las 46,2 veces.

No obstante, una mirada más a mediano plazo, que supere una visión estacionaria, nos indica que junto al crecimiento ya señalado del PIB de los últimos 5 años, tendríamos un aumento de la desigualdad respecto de las 31,3 veces que indicaba la medición al inicio del gobierno de Bachelet. Esta mirada en perspectiva nos parece fundamental para sacar conclusiones que midan las tendencias de reducción de la pobreza, más allá de avances o retroceso de corto plazo.

Es importante en este escenario despejar el efecto que tienen la transferencias monetarias, en tanto mientras para unos no tendría gran efecto en relación al crecimiento económico, para otros explicaría la reducción de la indigencia, básicamente por los efectos de la Reforma Previsional y la Pensión Básica Solidaria. Así, hoy nos encontramos con el agotamiento de una fórmula que requiere actualizar no solo las mediciones, sino fundamentalmente el debate público y político respecto a la pobreza, políticas públicas y el rol activo del Estado en dicha tarea.

Durante el período de transición democrática y el inicio del gobierno de Piñera hubo una disminución de los niveles de pobreza, medidos por los niveles de ingreso, pero en relación a una canasta básica ya obsoleta. A su vez, el crecimiento económico generó un aumento de los niveles de empleo, pero que llegan a un agotamiento respecto al impacto que éstos tienen en que las familias puedan salir de la pobreza, en tanto la estructura laboral del país no ha sido modificada. Este es el marco global desde donde asumir el desafío de generar políticas de nuevo tipo para reducir la pobreza.

En tanto, se debe generar -desde ya- un acuerdo por crear un instrumento nuevo de medición, que sea trabajado en paralelo al actual, y que sea en base a una definición de pobreza consensuada socialmente, que actualice patrones de consumo, e integre visiones de pobreza relativa y el carácter multidimensional de ésta en nuestras sociedades. Sin duda, ello nos llevará no solo a conocer con más certeza la pobreza en el país, sino a la necesidad de re-mirar las políticas sociales y económicas, y des-correr el velo del éxito del modelo, tan preconizado desde los sectores hegemónicos de nuestro país.

Claudio Rodríguez. Trabajador Social. Encargado Área Participación Local de ICAL.

1 de agosto de 2012

http://www.lemondediplomatique.cl

Compartir este artículo