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El escenario de la COP 21 habría cambiado de carácter y podría ser la antesala de conflicto global en gran escala. Por Luis Alberto Gallegos

La historia nos enseña que los procesos sociales nunca son lineales, sino más bien, llegado un momento de evolución de sus actores, componentes o variables, de maduración de sus contradicciones y de la modificación de los contextos, se producen saltos en la calidad de su esencia y se transforman en procesos nuevos y distintos.

Tal es el caso, por ejemplo, de los conflictos o problemas socio económico ambientales que perfectamente pueden convertirse en conflictos socio político ambientales; sea debido a que los actores económicos –las empresas- deciden ingresar mediante lobby u otras herramientas al escenario político, legislativo o estatal; sea porque el empoderamiento de la ciudadanía ambiental le conduce a acceder e incidir en las políticas públicas ambientales.

Este tránsito es una ley de los procesos sociales en todos los ámbitos de nuestra vida como sociedad, nación o Estado.

Cumbre de Cambio Climático o COP 21 de París

En el caso que nos aborda, la Cumbre de Cambio Climático o COP 21, estaríamos muy probablemente asistiendo al cumplimiento de esta inexorable ley social.

Ya en la COP 3 de Kioto, Japón, de 1997, la petrolera Exxon –sí, la misma del desastroso derrame de petróleo en Alaska en marzo de 1989-, decidió intervenir directamente en la política exterior de los EEUU desplegando una multimillonaria campaña negacionista del cambio climático y presionando al gobierno norteamericano a fin que no suscribiera el Protocolo de Kioto. Y lo logró. El tránsito de la defensa de la plusvalía de los combustibles fósiles a la intervención en decisiones políticas de Estado, se produjo con la intermediación del Partido Republicano de aquél entonces. El salto en calidad en el proceso climático global se produjo áspera, brutal e inevitablemente, pero se dio.

Por cierto, las Cumbres Mundiales como las COP, son eventos políticos y a veces muy confrontacionales, como lo sucedido en la desastrosa COP 14 de Copenhague. Pero los gobiernos, en particular los anfitriones, tratan de otorgarles una imagen diplomática, decente y de buenas costumbres. Aunque no siempre lo logran.

Para la COP 21 de este 30 de noviembre en París, nuevamente el poder corporativo de las petroleras volvió a insistir en lo que la Exxon hizo en Kioto. Para ello se organizaron en la denominada Iniciativa Climática de Petroleras y Gasistas (OGCI) compuesta por BG Group, BP, Eni, Pemex, Reliance Industries, Repsol, Saudi Aramco, Shell, Statoil y Total. Las diez transnacionales petroleras se organizaron para intervenir, acceder y presionar a los gobiernos a fin que no se produjeran acuerdos ambiciosos de reducción de emisiones que limitara sus negocios y que más bien se dejara que el mercado la regulara en el marco de lo que se denomina el incentivo a la diversidad de las matrices energéticas. Claro, el gato en la despensa.

Del lobby a la guerra

Pero, al parecer, con lo sucedido con los atentados recientes en París, a este cartel petrolero europeo se le apareció un competidor mucho más audaz y sanguinario: el Estado Islámico (EI) que no se maneja en la solución de los conflictos mediante acuerdos políticos, sino mediante las armas.

Según podríamos inferir, el salto en calidad del conflicto político climático relacionado a la COP 21 habría evolucionado veloz y trágicamente a un conflicto político militar climático. Y, de verificarse esta tesis, estaríamos ante un escenario extremadamente grave y de imprevisibles consecuencias.

En las declaraciones públicas del EI y las arengas de los terroristas -denotadas y visibilizadas-, estos atentados en París se atribuyen a una venganza contra Francia por haber intervenido en los bombardeos contra Siria. Pero, en forma connotada, habría también otros objetivos político militares vinculados a la Cumbre COP 21. Es decir, podría ser la combinación de dos objetivos político militares: matar a dos pájaros con un solo tiro.

¿Qué objetivos e impactos inmediatos producirían estos atentados en la Cumbre COP 21?

Primero. Instalar un escenario de terror, militarización y desincentivación a la participación de los actores político ciudadanos que intervendrían en la Cumbre, sea en calidad de misiones oficiales o de observadores como las organizaciones sociales, municipios y ONG, entre otros. Es probable que algunos mandatarios de gobiernos o Estados se abstengan de asistir por recomendaciones de sus propios sistemas de seguridad.

Segundo. Presionar a los gobiernos y Estados participantes a efecto de desactivar voluntades ambiciosas de reducción de emisiones globales de gases de efecto invernadero que eviten llegar a la fatídica cifra de los 2°C de temperatura planetaria.

Tercero. Reposicionar a antiguos actores productores de combustibles fósiles que fueron opacados políticamente por los nuevos protagonistas de las modernas corporaciones petroleras y que, además, van siendo desplazados estratégicamente por los productores de esquisto (gas Shale) y de energías renovables no convencionales (ERNC).

De confirmarse esta tesis, entonces estaríamos ante un salto en calidad del proceso político climático en torno a la COP 21, a uno distinto, de carácter político militar climático. El subsistema de desarrollo socio económico político de las cumbres sobre el calentamiento global habría intercectado en algún punto al subsistema de los conflictos socio político militares actualmente vigentes en el planeta.

¿Quiénes podrían estar detrás de este nuevo escenario?

Naturalmente, los que financian al Estado Islámico (EI) y su terrorismo. El líder religioso iraní, el ayatolá Ahmad Jatami, reveló recientemente que son los petrodólares de Arabia Saudita los que financian al movimiento yihadista Estado Islámico (EI).

Asimismo, Fuad Hussein, jefe de Gabinete del presidente del Kurdistán iraquí, Massoud Barzani, ha declarado que los países petroleros del Golfo financian el terrorismo del Estado Islámico (EI) apoyando a 100.000 milicianos del EI. El EI continúa recibiendo un importante apoyo financiero de sus simpatizantes árabes fuera de Irak y Siria, lo cual le permite expandir sus esfuerzos bélicos. "Existe simpatía hacia el Daesh [acrónimo del Estado Islámico] en muchos países árabes y esto se ha traducido en dinero", ha asegurado Fuad Hussein.

En otras palabras, los países árabes productores de combustibles fósiles y que respaldan al EI, estarían logrando -desde la lógica de la guerra-, lo que no han logrado desde la lógica de la política las corporaciones petroleras de Europa asociadas en OGCI: boicotear la COP 21 y destruir los esfuerzos de la comunidad internacional de enfrentar el cambio climático.

EI se ha constituido en el enemigo global

Desde esta perspectiva, la COP 21 habría cambiado de carácter. Ya no solo se trataría en establecer acuerdos políticos en torno a los temas de agenda y programa de esta Cumbre para enfrentar el cambio climático global, ahora se trataría de que la comunidad internacional asuma este desafío considerando el nuevo escenario político militar que el EI está pretendiendo instalar.

Nadie pretende convertir la gestión global contra el cambio climático en un conflicto bélico, pero las circunstancias ameritan incluir nuevas variables que el EI está intentando imponer en este contexto.

Por cierto, hay que admitir que expertos y los servicios de inteligencia del Departamento de Estado de EEUU han incluido el cambio climático como posible origen de conflictos globales y de alto riesgo a la seguridad de las naciones y la comunidad internacional, pero estas fuentes se exploraron e identificaron desde el tema del agua, migraciones y hambrunas. Nadie –por lo menos según informaciones públicas-, pudo avizorar que el EI instalara el tema de la guerra en el centro del debate climático en las cumbres globales. Hoy, tendríamos que incluirlo.

Desde esta lectura global, resultaría preocupante que a las corporaciones petroleras, potencias reticentes y actores negacionistas del cambio climático, hoy se les pudiera sumar el EI y los países petroleros árabes que están dispuestos no solo a sacrificar vidas inocentes con sus atentados, sino también a condenar a la humanidad a un calentamiento global que podría atentar con la sobrevivencia de nuestro Planeta. Hoy, el EI y los países que lo respaldan, se han constituido en el enemigo principal en este escenario de lucha contra el cambio climático y particularmente de la COP 21.

La mejor herramienta ante la guerra

Francia, su pueblo y toda nación que hoy sufre la violencia del EI y los países petroleros, tienen todo el derecho de defenderse social, humanitaria, política y militarmente. Nadie estaría en contra de ello. Al contrario, la solidaridad universal de los pueblos del Mundo está con ellos.

No obstante, la mejor manera de enfrentar a esta escalada guerrerista contra estos enemigos no necesariamente esté en oponerles la guerra y las armas, sino en los acuerdos que la comunidad universal establezca en la COP 21.

Al objetivo del EI y los países petroleros que lo financian de evitar que la Cumbre Climática de París adopte acuerdos contundentes, ambiciosos y vinculantes sobre emisiones de gases de efecto invernadero, lo mejor que podemos oponerle es, precisamente, un Protocolo de París sólido, comprometido con una reducción drástica de GEI y ampliamente respaldado por los países de nuestro Planeta.

Hoy las grandes potencias y la comunidad internacional que declaran y condenan el terrorismo en París, tienen la oportunidad de ser coherentes con su postura humanitaria y apoyar que la COP 21 acuerde un Protocolo de París serio, responsable y valiente.

A la guerra climática del EI y sus socios para boicotear la COP 21, hay que enfrentarla con voluntad política, decisiones sólidas y coraje; el coraje de quienes estamos por la Vida, por la sobrevivencia de nuestra Tierra y por nuestra Esperanza de un Mundo Mejor. No como aquellos desquiciados que utilizando inmoralmente el Sagrado Corán se inmolan cobardemente buscando destruir lo más Bendito que Dios y Alá han creado, el Ser Humano.

Santiago, Chile, noviembre de 2015, por Luis Alberto Gallegos, Asesor Ambiental del Instituto de Ecología Política, IEP.-

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