En kioscos: Marzo 2024
Suscripción Comprar
es | fr | en | +
Accéder au menu

El imperio “de la ley del falo”. por Ximena Valdés

El debate sobre las tres causales para permitir la interrupción del embarazo a las mujeres chilenas que deseen hacerlo se enmarca en una cantidad de ideas esgrimidas por los ilustres caballeros y algunas pocas damas de los sectores conservadores de nuestro país, representantes de distintos partidos políticos en el Parlamento. Tras bambalinas claro está, hay otros actores.

La causal de violación frente a la cual se trae a colación el derecho “del que está por nacer” –de hecho este derecho sirve para colocar en tela de juicio cualquier causal- campea en las estrategias argumentativas de dichas personas. En la TV por ejemplo este martes, Fuad Chahin parecía sentir en carne propia el “sufrimiento” que experimentarían las mujeres al practicarse un aborto; hablaba del deber que tenía el Estado de acompañarlas como si el servicio público de salud no tuviera ya bastantes problemas para sumarse otros suponiendo, además, que las mujeres son seres sin cabeza al tomar ese tipo de decisión.

Nunca hemos escuchado en cambio, a estos personajes hablar del incesto; no hablan por cierto en nombre de la numerosa cantidad de menores violadas por sus propios padres, tíos o vecinos, pues, de lo que se trata es de defender, como titulamos estas líneas, “la ley del falo” y no la voluntad de las mujeres. Esas niñas y jóvenes no sufrirían como podría hacerlo “el que está por nacer” ni las pobres y desvalidas mujeres que abortan expuestas a traumas irrecuperables según esta gente y, llama la atención sobre todo, los argumentos de los Diputados que hablan como si estuvieran en el pellejo de las mujeres que practican un aborto ¿Qué sabrán ellos? Ellos mismos en cambio no hablan en nombre de las mujeres violadas y embarazadas por una buena cantidad de delincuentes sexuales que andan sueltos. Para nuestros Diputados, ellas no sufren. Más bien como sugirió en otra entrevista el ex Ministro de Salud del gobierno Piñera, estas podrían fácilmente “mentir” aludiendo a embarazos por violación para lograr practicarse un aborto frente a relaciones sexuales consentidas.

El control del cuerpo y de la capacidad reproductiva de las mujeres de parte de los hombres es un cuento tan viejo como la misma humanidad; este nace con las primeras formas de organización de la vida humana y constituye una de las bases sobre las que reposa la subordinación de las mujeres al dominio de los hombres, independientemente que en nuestro caso se sumen a esta arcaica forma de dominio algunas damas de las mismas conservadoras derechas. Lo que más molesta, a la luz de los argumentos esgrimidos sobre la negación a aceptar las tres causales para la interrupción del embarazo, es la tremenda ignorancia de parte importante de la clase política chilena. Y no sólo la ignorancia sino como decíamos más arriba, la complicidad con los comportamientos sexuales masculinos que recaen sobre niñas, adolescentes, jóvenes y adultas. A ellos no les da ninguna pena, como ocurre con “el que está por nacer”, una niñita violada y embarazada por su papá o un tío; una joven o mujer violada por un delincuente sexual. Más bien hay que salvar a la guagüita aunque el acto que la creó corresponda a una canallada.

¿Acaso no deberían decidir las propias mujeres este asunto y no estos caballeros, herederos de conductas arcaicas que pretenden continuar a través de los siglos manteniendo el control sobre los cuerpos y la capacidad reproductiva de las mujeres?

Ximena Valdés/CEDEM


Este 8 de marzo

Ximena Valdés/CEDEM

Tal como el 1 de mayo, el 8 de marzo rememora tanto masacres de mujeres trabajadoras como un horizonte utópico que tiene por mira la emancipación.

Es tiempo de reflexionar sobre el modo y la dirección en que la situación de las chilenas ha variado con respecto del siglo XX. Ciertamente, el lugar común de la “dueña de casa” se ha hecho más realidad que en el pasado cuando la mayoría de las mujeres apenas eran dueñas de sus propias sombras: hoy, muchas se han hecho de patrimonio de vivienda y en cierta medida esto ha sido facilitado por las políticas públicas. Se ha legislado en distintos campos para sacar a las mujeres de su condición de insolvencia jurídica. Hay muchas más mujeres en el mercado de trabajo que antes pero es justamente este aspecto el que muestra muchos efectos negativos por las condiciones que impone a la gran mayoría de mujeres un mercado laboral flexible, con horarios inhumanos, salarios bajos y condiciones de trabajo que producen altos costos para la salud a los cuerpos femeninos. Esas vidas laborales precarias generalmente no están dotadas de un marco regulatorio –una legislación laboral que se abra al “trabajo decente”- abierto a negociaciones por mejores condiciones de trabajo. Para un segmento importante de mujeres se trata de las ocupaciones sin calificación pero si dotadas de destrezas para dar cumplimiento a labores primarias que llenan de orgullo al país exportador de frutas, salmones, truchas y productos semejantes. Labores manuales mal pagadas a las que se suman, cuando las empresas las necesitan, miles de extranjeras de quienes nadie habla, pues se las contrata justamente para esos trabajos precarios. Al parecer, la “igualdad de oportunidades” tan vinculada al paradigma neoliberal se abrió más para algunos segmentos de las clases medias mientras se promovía la incorporación de la mujer al trabajo asalariado bajo normas laborales que han frenado el proceso emancipatorio por el cual tanto tiempo han luchado tantas mujeres.

Compartir este artículo