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El poder de la “histeria” colectiva como vía de control sobre las instituciones: persistir en la defensa de la educación pública. Por Alex Ibarra

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En el contexto de un país que tiene una autoimagen precaria de aquello que se suele llamar “nivel” cultural, es muy extraño que la propuesta de eliminación de la filosofía haya tenido una defensa tan contundente y diversificada. Este error de los tecnócratas del ministerio que trabajan en función de las políticas neoliberales, empeñadas en mantener una protección de la educación de mercado, es decir, fieles a la Constitución actual que no la concibe como un derecho humano fundamental, tuvo que rectificarse públicamente por el temor que les tocó vivir esta semana. Dicho paso atrás tuvo dos momentos, el primero fue el de confundir a la opinión pública, tratando de hacer declaraciones que no convencieron a nadie. A partir de este fracaso la ministra de educación, que viene siendo cuestionada por sus desaciertos hace tiempo, decidió emitir un comunicado por prensa en donde dice asegurar que no se elimina la filosofía del currículo. El trabajo colectivo espontáneo pero también organizado coloca en evidencia que las malas decisiones políticas pueden ser revocadas cuando tienen en frente un movimiento de oposición colectivo, fundado y participativo. Esto sin duda es motivo de asumir la alegría de un triunfo ciudadano frente a políticas inaceptables, se percibe un aire de optimismo. Sin embargo, no hay que dormirse, sabemos ya por varios hechos que a los políticos les cuesta hacer lo que nos dicen que harán.

Las asambleas de quienes nos dedicamos y por aquellos que pretenden dedicarse a la filosofía profesionalmente seguirán activas, la sensación de violencia que implicaba el modo en que se realizaba esta eliminación de la filosofía encendió los ánimos. El problema ahora es distinto. Tiene que ver con el modo de la inclusión de la filosofía en las mallas curriculares. Es el momento de pensar no sólo desde lo epistémico sino que también desde lo ético y lo político la presencia de esta asignatura en el sistema educativo. La defensa de la educación pública es una tarea de largo tiempo y que hoy abre esta nueva arista. El ministerio tendrá que fundamentar una implementación de la asignatura a puertas abiertas y no excluyente de los actores implicados en este eje educativo. Tal vez también sea el momento de instalar mayor números de horas clases en los otros niveles de la educación. Es decir, revisar la estructura no sólo de 3° y 4° medio. Los errores a veces cuestan caros y cuando se puede cobrarlos hay que hacerlo con decisión. Los que constituyen este Frente de defensa de la filosofía en la educación pública deberían asumir esta coyuntura como una posibilidad histórica. Hay que aprovechar que el ministerio deja en evidencia que viene improvisando con la educación, esto tiene total sentido al interior de un gobierno de la Nueva Mayoría que no logró gobernar.

Dos cuestiones a las que hay que estar atento. La primera, que las rebeliones “cotorras” como las califican algunos agoristas que no resisten frente a la tentación de opinar ni cuando no tienen ideas, tienen que mantenerse fiel en sus críticas a un gobierno que perjudica al pueblo. La militancia en los movimientos sociales no tiene nada que ver con una ideología de los partidos políticos que siempre tratan de sacar la mejor ventaja de estos acontecimientos de conflicto. La crítica de los movimientos sociales no tiene ninguna relación con el oportunismo de derecha que buscan conseguir votos con la idea del mal gobierno. De manera personal, creo que esta vez no se debería aceptar la “ayuda” de los partidos políticos, ya que no se requiere más fuerza que la propia generada por el movimiento de “histéricos” o de “cotorras”.

La segunda cuestión importante es que hay que seguir en el asambleísmo. No nos pueden representar las instituciones académicas, éstas solo nos pueden apoyar. Hoy sabemos que la institución universitaria está duramente cuestionada en cuanto a que también obedece a criterios de orientación neoliberal, en esto es en lo que ha venido insistiendo Carola Canelo exponiéndose en los medios, en algún sentido Roxana Pey también se convenció de esta cuestión. Nuestro tiempo es un tiempo fértil para el ejercicio ciudadano de la política. Ojalá sepamos cómo afrontar este momento histórico, que nos empieza a sacar de la complacencia y del autoflagelo. La política sólo tiene belleza cuando esconde una utopía, no hemos llegado al fin de la historia, aunque parezcan que las calles le pertenecen a los automóviles y que es sensato que las controlen la Unidad Operativa de Control del Tránsito (no estaría mal recordar el panóptico de Bentham), no hay que olvidar que también las podemos caminar y que también son lugares de encuentro para la ciudadanía.

Alex Ibarra Peña
Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada
Docente Universidad Católica Silva Henríquez

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