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En el 43 aniversario de la muerte de Miguel Enríquez: Es posible y necesario cambiar el mundo. Por Carmen Castillo

No tengo una memoria de bronce, “hay muchas cosas cubiertas de nieve en la memoria”, pero mi vivencia de ese día, 5 de octubre de 1974, de ese tiempo de lucha, permanece, intacta. Los recuerdos no envejecen puesto que no hay temporalidad en ellos.

Me corresponde librar junto a otros la batalla de la Historia. La memoria es una construcción en disputa y las fuerzas de los vencedores son inmensas. La empresa de desdibujar o desvirtuar la vida y el combate de Miguel Enríquez continua.

Nuestra generación tiene que trasmitir el pensamiento político y los hechos históricos en los que participó. Crear archivos, contar, escribir, con la serenidad que otorga el haber elegido involucrarse en el curso de la Historia, abrazarla, y por lo tanto, pertenecerle. La Historia, su tragedia y su triunfo.

Tenemos que ganar esa batalla contra la máquina del olvido y la petrificación del pasado, convertir nuestro pasado reciente en una herramienta del presente para abrir el horizonte y apuntar al futuro.

Hacerlo a contracorriente del aire del tiempo para clamar que la muerte de los nuestros, y eso no depende de nosotros, nos ha nutrido, no de rencor, no de venganza, sino de una energía que nada puede quebrar. Es eso lo que no nos perdonan. No renunciar a ninguna de las batallas perdidas porque si renunciamos a nuestras derrotas perdemos una parte capital de nuestra fuerza, de nuestra lucidez.

O como me decía Fernando Martínez Heredia, intelectual revolucionario cubano: “No ganamos, cierto, pero no fuimos derrotados porque nunca nos rendimos”.

Liberar aquellas fuerzas nos permite habitar el presente como el lugar dialéctico entre un pasado inacabado y un futuro utópico. Con ello podemos alcanzar aquel “todo es posible” de la historia en curso y exclamar: “Nada se encuentra escrito de antemano, somos nosotros quienes hacemos la historia, cada día.” En el centro de la Historia, en medio de la lucha, aprendemos como debemos luchar.

Incrustar en la historia de Chile el legado del MIR y de Miguel Enríquez, con rigor, sinceridad, sin resentimiento ni arreglo de cuentas, contar como ese día, un hombre libre decide en toda consciencia y responsabilidad, combatir para vivir y Por la vida. Un revolucionario nos dice con su cuerpo y su ser entero: “Resistir es resistir a lo irresistible”.

Lo vivido por Miguel ese sábado 5 de octubre de 1974 alcanza la eternidad. La eternidad del acto libre de un hombre libre. Su vida entera, toda su razón, todos sus deseos y sueños, todo su pensar y su amor por los otros se concentran en ese instante.

El coraje político nada tiene que ver con el sacrificio, sí con el querer y la fuerza, tomarse la vida en serio pero sin tomarse en serio. El valor se juega su existencia en el instante del hecho, nunca se sabe de antemano. Lucidez extrema, plena conciencia, son su principal sustancia.

Ese 5 de octubre, una última ráfaga lo acalla, erguido en el muro divisor, su cuerpo cae sobre la tierra desnuda del patio vecino.

Miguel tiene treinta años, dos hijos y uno por nacer, es médico, militante e intelectual revolucionario. Va a morir, pero todo recomenzará: “La revolución nunca se acaba.” Permítanme, entonces, al erguirnos desde este presente con Miguel en la cabeza, expresar en primera persona lo que tal vez muchos compartimos, y que diversos amigos han escrito.

Miguel fue uno de los mas destacados marxistas latinoamericanos, se guió desde muy pequeño por el ideal de servir a los trabajadores y los humildes, de buscar los caminos de la liberación para las personas y la sociedad.

Acompañada de esta corta pero intensa vida militante e intelectual toda tentación de dejarme ir a la tristeza morosa o a la resignación fatalista se esfuma.

Miguel me enseño que la lucha es siempre la lucha entre oprimidos y opresores. Y que uno debe encontrarse siempre en el campo de los oprimidos, luchando y al mismo tiempo creando una manera de ser personal y una manera de hacer política sin reconciliación posible con los poderosos. Situarse junto a Los de Abajo, en empatía real con los que sufren, los que pierden, los que son humillados, perseguidos… Vivir esa tensión, ese conflicto, y ser claros en la hora de las definiciones.

Me enseño, entonces, que la política es todo aquello que no se inclina frente a lo imposible. Miguel, el revolucionario, nos dice que se puede, se debe, ser radical sin ser sectario. Se puede armonizar la integridad, es decir un cierto extremismo moral con una apertura de espíritu hacia otras corrientes de pensamiento. Se puede combatir políticamente una posición (en su caso al reformismo, la prudencia, la transacción) sin cubrir de oprobio a los que sostienen posiciones diferentes. Así fue su dialogo permanente con el presidente Salvador Allende y sectores de la Unidad Popular.

Miguel muestra que en política no solo se puede creer en lo que se dice sino también hacer lo que se dice. Lo contrario del cinismo.

En una época que impulsa la distancia entre el decir y el que hacer hasta la comedia o la hipocresía, su ejemplo de coherencia entre lo que se cree y lo que se practica nos dice que el compromiso político no está condenado a seguir siendo una fantasía o mera gesticulación. La vergüenza es un sentimiento revolucionario, escribió el joven Marx.

Miguel me enseñó a decirle no a la nostalgia, no a la caricatura del pasado, a apostar por la sensibilidad, la capacidad de soñar, de sorprenderse, de emocionarse, a expresar el afecto y la solidaridad, a vivir plenamente el “Nosotros”. “Nosotros”, sujetos libres y conscientes unidos por vínculos en devenir, que nos permiten pensar y actuar colectivamente por el bien Común. En la perspectiva de un horizonte incierto, la perseverancia del sueño que la palabra Comunismo contiene.

Hoy, en esa línea del tiempo, recordar a Luciano y Miguel, en aquella frase que buscaba expresar la política de corrida de cerco del MCR: “Una gran corrida de cerco desde la cordillera hasta el mar”. Si mucho hemos aprendido desde entonces sobre el pueblo y la lucha Mapuche, no hemos dejado nunca de estar al lado, junto, al Mapuche Insurrecto, aquel que por su accionar político enfrenta en su raíz el sistema neoliberal. Porque amenaza las empresas forestales y el orden capitalista es actualmente perseguido como terrorista y sus comunidades son cercadas militarmente. Miguel nos dice que allí, en esa lucha, debemos estar.

Como estamos, todos los aquí reunidos, en la lucha del movimiento No + AFP, como estamos dando continuidad al guevarismo de nuestros genes, creando “mundialidad”, aquella propuesta político- poética de Edouard Glissant que se levanta en oposición a la mundialización economicista del capitalismo. Si, somos parte del mundo, sujeto y multitudes, somos internacionalistas, creamos solidaridades desde abajo, cada día, con nuestras luchas en cada territorio, entrelazándolas con otros, diversidad de culturas y experiencias, todos aquellos que resisten, luchan y crean “otra manera de vivir”” en cualquier rincón del planeta.

No hemos sido vencidos, destruidos o disecados ni por la agitación mortífera de las pantallas de televisión ni por el pobre individualismo aterrorizado. Continuamos anhelando, continuamos habitados por la esperanza política de que es posible y necesario cambiar el mundo.

Urgencia, entonces, de Miguel, de ese pasado “palpitante de presente” para invitar al relevo de generaciones, aprender del recuerdo, sacudirnos del letargo. Despertar.

5 de octubre de 2017

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