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Falleció Ángel Parra

La edición chilena de Le Monde Diplomatique se asocia a los homenajes a Ángel Parra, fallecido este 11 de marzo en París. Toda nuestra solidaridad y cariño para su compañera Ruth Valentini, sus hijos Ángel y Javiera, su hermana Isabel y a todos sus familiares y amigos.


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Ángel Parra que estás en la vida.

La noticia me llegó mientras iba de un lugar a otro en la feria del libro de Bruselas. De pronto vi a Carmen acercándose con pasos lentos y en el rostro de mi compañera estaba el dolor que conocemos, el mismo dolor que tratamos de exorcizar a fuerza de cariño y de amor a los compañeros.

Dijo simplemente “Ángel” y sentí en las pupilas el brillo tenue del farolito que iluminaba la entrada del caserón de la calle Carmen, en el Santiago de los años sesenta y setenta, en la ciudad nuestra de los años felices, de los años de sueños, de voluntad de lucha, de esperanza.

Es tanto lo que me une a Ángel Parra, una amistad de casi medio siglo mantenida a través de los encuentros, de los abrazos, de los vinitos entre hermanos, bien conversados, bien a la chilena, de los viajes por la geografía humana de América, Europa, de su voz cantando en la inmensidad de un glaciar en los confines del mundo.

Es tanto lo que me une a Ángel Parra que no puedo dejar que unas lágrimas opaquen el recuerdo, y lo quiero siempre en los momentos íntimos que más gustosamente compartimos: Antes de un concierto, no importa dónde, me gusta verlo cuando abre el estuche de su guitarrón, templa las doce cuerdas, me dice “¿te he contado la historia del artesano que me hizo este guitarrón?”, y aunque me la ha contado le digo que no, porque me gusta cada vez que la narra sacando la música oculta entre las cuerdas. Me gusta su silencio antes de salir al escenario, me gusta cuando se arregla el chal blanco al cuello, cuando los focos del escenario lo iluminan entre los aplausos de los que llenan la sala con el fervor reverencial de saberse frente a un mito de la decencia, de la consecuencia, frente al compañero Ángel Parra. Y me gusta cuando antes de empezar a cantar busca algo en la sala, agudiza la mirada y la pasa entre el público hasta que da con Ruth, y entonces una sonrisa le indica que todo está en orden y puede lanzar al vuelo los pájaros del canto.

Es tanto lo que nos une. Desde sus comentarios certeros a mis primeros versos y textos de estudiante, desde los primeros años de militancia, desde el fragor justiciero de las huelgas, desde la marcha por las calles encendidas, desde el no saber durante un tiempo de nosotros mientras estábamos en los campos de concentración de la dictadura, desde la solidaridad con todo el que la necesitara, desde el hablar al ocaso de las vidas con orgullo de los hijos y los nietos. Desde la convicción de seguir en la brecha.

Al saber la noticia atroz, los compañeros de Bruselas organizaron rápidamente un encuentro. Una compañera preparo unas empanadas con olor del nuestro, pan del nuestro y vino también con color y sabor a sangre nuestra. Llegaron compañeros chilenos, uruguayos, colombianos y peruanos, apareció una guitarra como una humilde estrella de la noche, y a las compañeras y a los compañeros les pedí que no recuerden a Ángel con tristeza, que al hablar de él se alegren con la misma alegría y con la misma dura ternura de Ángel organizando la vida. La vida libre o la vida de los encerrados en el campo de concentración de Chacabuco cuando no sabían si el aire que respiraban era el último.

Ángel Parra, mi hermano del alma, mi compañero de tantos combates y de tantos sueños, mi amigo de lealtad inquebrantable.

Hace unos años, poco antes de un concierto en la plaza mayor de Gijón empezó a llover, pero nadie se movió de su sitio. Entonces Ángel, con su chal blanco al cuello ocupó al escenario y mirando al cielo oscuro de las nubes y la lluvia dijo: “ Mamá, tengo que cantar para los compañeros, échame una manito”. Y se abrió un claro, y dejó de llover, y la voz de Ángel Parra nos entregó el calorcito bueno de los compañeros.

Violeta Parra que estás en la vida, a tu encuentro se nos va el Angelito. Recíbelo con un vinito, con carbón del sur de Chile ardiendo en el brasero, y sigue cantando con él.

Luis Sepúlveda.


En París, Francia, 15 de marzo de 2017 Con profunda pena por la desaparición del gran poeta y cantautor chileno Ángel Parra, la Asociación de Familias Adoptivas de Niños Nacidos en Chile (AFAENAC) quiere hacer llegar sus más sentidas condolencias a su esposa, Ruth Valentini, al igual que a sus hijos y familiares, en Francia como en Chile. Ángel Parra respondió siempre presente cada vez que se lo solicitamos, aportándonos su apoyo activo a la causa de los niños y niñas chilenos desamparados y/o sin familia, causa por la cual desde hace 25 años nuestra Asociación no ha dejado de movilizarse a través de acciones solidarias. Ángel fue siempre un resistente, un hombre de convicciones que puso constantemente su talento al servicio de los más humildes y oprimidos. Chile entero está hoy de duelo por la partida de este gran artista comprometido. Pero son también numerosos los franceses que conocieron a Ángel a lo largo de su exilio, que compartieron con él y que supieron amarlo. Nos enorgullece el sentirnos parte de aquellos para unirnos hoy de todo corazón a quienes este profundo dolor aflije.

Hasta siempre, Compañero Ángel, nunca te olvidaremos.

Jean GUERRY, Presidente

Dominique GRANGE (Presidenta de honor, co-fundadora de AFAENAC)

Michèle BALLON - Raúl VILLOUTA - Pascal POIRIER Patricia LELEU-BELL - Chantal JOUVE (Miembros del Consejo de Administración)

Siège social : 7, rue Orfila - 75020 - PARIS - FRANCE


La Asociación Democrática de los Franceses en el extranjero (ADFE), en nombre de sus adherentes y simpatizantes, se asocia a todos nuestros amigos chilenos y franceses que lo hicieron para expresar su pésame frente al fallecimiento de Ángel Parra. Con él se va un paño relevante de nuestra historia común de lucha por la Libertad y los Derechos Humanos que él supo encarnar a su manera en carne propia así como en su voz y su guitarra sin olvidar su pluma en sus múltiples escritos y composiciones. La vuelta de sus cenizas a Chile será una oportunidad para brindarle un adiós honroso que se merece.

Santiago, 11 de marzo de 2017.


Santiago de Chile, marzo 11 de 2017.

Declaración pública

El Partido Comunista de Chile se suma al dolor que enluta a la música chilena y a la gran familia de Violeta.

Ha partido Ángel Parra, un imprescindible y figura clave al momento de hablar de nuestra música, nuestra cultura, nuestras tradiciones y del Movimiento de la Nueva Canción Chilena.

Durante sus 50 años de carrera musical, Ángel mantuvo siempre una cercanía con su pueblo y sus luchas, lo que le valió en dictadura detenciones en el Estadio Nacional primero, Centro de prisioneros de Chacabuco después y luego un largo exilio en México y Francia.

Los comunistas chilenos inclinamos nuestras banderas en señal de respeto y cariño por este ilustre hijo de Chile con quien mantuvimos siempre una cercanía basada en el respeto y la admiración mutua.

Hacemos llegar a sus hijos Ángel, Javiera, a sus nietos, su familia y amigos nuestro abrazo solidario en estas horas de pesar para todos.

COMITÉ CENTRAL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE


La Corporación de Amistad Franco Chilena comunica con inmensa tristeza y dolor la partida de nuestro querido e inolvidable Angel Parra, miembro de nuestra Corporación, amigo y compañero de exilio, eximio artista y luchador incansable por la libertad y los Derechos Humanos.

Lo llevaremos por siempre en nuestros corazones y su música perdurará en el mundo entero.

Enviamos nuestras mas sentidas condolencias y cariño a su viuda Ruth Valentini, a sus hijos Javiera y Ángel, a nuestra querida Isabel Parra y a sus hijas Tita y Milena, y a toda la familia Parra.

Comité Directivo Corporación de Amistad Franco Chilena

Margarita Gutiérrez S. Presidenta


EDITORIAL CATALONIA SE UNE AL DUELO POR FALLECIMIENTO DE ÁNGEL PARRA

• Tras duras batallas contra el cáncer, murió esta madrugada en París, Luis Ángel Cereceda Parra (Ángel Parra 1943-2017). Su casa editorial se une con profunda tristeza al duelo por la partida de un gran amigo y autor.

• En enero de este año presentó en Chile, con gran emoción, sus dos nuevos libros Mi nueva canción chilena y el cancionero Al mundo niño le canto, que está ilustrado por la artista Pati Aguilera y que reúne sus clásicas composiciones para niños.

• “Se nos fue un tremendo amigo. Un hombre admirable, sencillo, genial y agudo. Había asumido su enfermedad con un gran coraje y para enfrentarla desplegó toda su sabiduría, que era inmensa”, declara su editor Arturo Infante.

Fue en 2005 cuando Ángel Parra tocó por primera vez el timbre en Editorial Catalonia. Vivía a pocos metros, cruzó la calle y pidió hablar con Arturo Infante para presentarle su libro autobiográfico Violeta se fue a los cielos. Desde ese entonces, las visitas de Ángel a la editorial eran sinónimo de largos y conversados cafés. El hijo de Violeta Parra era una fuente alucinante de historias, anécdotas, lúcidas reflexiones y humor sagaz. Venía siempre cargado de proyectos editoriales.

“Ángel era una persona muy noble, deferente y excepcional en su altura de miras, jamás se enredaba en nimiedades. Comenzó su carrera como escritor en una fase tardía de su vida, pero como todo lo que emprendía, lo hizo con pasión, desde ese talento de creador al que sumó dones narrativos adquiridos en una vida intensa”, comenta Arturo Infante. Entre la amistad y el trabajo, Ángel Parra publicó seis libros con Catalonia: Violeta se fue a los cielos; El clandestino de la Casa Roja; El pasado que habito. El golpe de Estado contado a mis nietos; Bienvenido al paraíso; Mi nueva canción chilena; Al mundo niño le canto. Acompañamos a sus hijos Javiera y Ángel, a su señora, Ruth; a toda su familia y amigos en esta inmensa pena por su partida.

Gracias y hasta siempre, Ángel querido. Un hombre grande que tuvimos la fortuna de conocer y disfrutar de su amistad.

Santiago de Chile, 11 de marzo de 2017


LA PASIÓN DEL CANTO Conversación con Ángel Parra Juan Armando Epple1

"Ni prisiones ni amenazas"

 Me gustaría empezar la entrevista con algunas preguntas a partir de la tesis de Bernard Bessier, sobre la nueva canción chilena en el exilio. Tú estuviste detenido en el Campo de Concentración de Chacabuco2, entre septiembre del 73 y enero del 74...

 Febrero del 74... Estuve en el Estadio Nacional primero, y luego en Chacabuco.

 Y cuando estuviste en Chacabuco empezaste a participar en el trabajo cultural que se organizó allí.

 Efectivamente, lo primero que hicimos los presos políticos fue organizar un llamado Comité de Ancianos, naturalmente con los más viejos, para organizar nuestra vida al interior del campo, puesto que no sabíamos cómo iba a ser esa experiencia, ni hasta cuándo. Entonces, el primer impulso fue organizarse de esa manera: con los más viejos formamos una directiva, en la que había un médico, un abogado, un científico, un obrero panificador... en este comité había uno que se iba a encargar del trabajo cultural, y como entre los presos había un actor de teatro, había un cabro de la Escuela de Danzas, un director de coro, estaba yo, y así, había gente que podía animar la cosa cultural. Entonces, yo me puse inmediatamente a trabajar con gente que nunca había cantado, para formar un conjunto. El conjunto se llamó LOS DE CHACABUCO. Esta era una forma inicial de ayudarnos espiritualmente. Todas las actividades se hacían con ese sentido. Había clases de inglés, de francés, de filosofía, de computación, y comisiones para distintas actividades, hasta para ir a limpiar los waters. Y para buscar agua. Es terrible estar en el desierto, tú que eres del sur no te lo imaginas. Es una cuestión terrible.

 ¿Y tú empezaste a componer canciones cuando estabas en Chacabuco?

 Mira, lo primero fue armar este conjunto. Había otro cabrito que se llamaba Ernesto Parra, que no tenía nada que ver conmigo (era profesor de Biología), pero –por el hecho de tener el mismo apellido– cuando me pegaban a mí, le pegaban a él, también. Este compadre se integró a tocar guitarra en el conjunto. Después un sindicato minero del lugar cercano nos mandó un bombo y una quena. Sabían que estaba yo allí y, de diversas formas, se empezó a manifestar la amistad y esos tremendos lazos solidarios del pueblo. Eran como brazos gigantescos que llegaban desde todos lados: saludos, paquetes, etc. Entonces, formé el conjunto, el que interpretaba canciones latinoamericanas, aunque evitando incluir referencias políticas. Un día que estábamos cantando el tango ADIÓS MUCHACHOS, en esa parte que dice "Adiós muchachos compañeros de mi vida", apareció el capitán Zavala y prohibió el uso de la palabra "compañero". Por eso, le pusimos capitán Zabola. Cada vez que cantábamos la canción después, decíamos, "Adiós muchachos larala-la de mi vida". Después, tuvimos una conversación con un capellán de Carabineros de Antofagasta, un capellán bien simpático, que estaba completamente ignorante de las atrocidades que habían ocurrido en Santiago, y no las creía. A él le pedí una Biblia y le dije que le iba a mostrar, a través de la lectura del Evangelio, que lo que nosotros habíamos sufrido no estaba tan lejano de la vida, pasión, persecución y sufrimiento de Cristo. Así, nació la PASIÓN, SEGÚN SAN JUAN, así nació el ORATORIO DE NAVIDAD, que la gente empezó a cantar allí y, luego, pasó a otros campos de concentración, adoptado por los prisioneros como algo propio. Eso lo compuse allí.

 ¿Tu long play CHACABUCO tiene canciones que compusiste en ese campo?

 No, yo nunca quise cantar en Chacabuco ni en la cárcel, ni en ninguna parte. Había algunos militares que querían obligarme, pero yo me puse como meta no darles en el gusto y dejar de cantar. Pero, decidí cantar otra vez el día en que apareció la lista de los que salíamos en libertad. Ese día, cuando los presos me organizaron un acto maravilloso de despedida, canté tres canciones: una que le había escrito a mi hijo, otra a mi hija y otra a mi compañera de ese momento. El resto eran las canciones que interpretaba mi conjunto, que cantaba cuecas, valses, sambas, de todo.

 Lo importante es que en la evolución que ha tenido tu trabajo desde el Golpe en adelante, y por el hecho de haber participado de esta experiencia de la prisión política, tú apareces ligado desde el comienzo al movimiento de resistencia cultural que se gestó, precisamente, en los campos de concentración. Hay una cantidad de material creativo que ahora se está recopilando sobre este fenómeno cultural.

 La resistencia cultural comenzó ya en el Estadio Nacional, cuando los presos utilizaron para hacer figuras unos jabones azules que habían enviado desde Colombia: unos hicieron dados, otros piezas de ajedrez, otros pequeñas esculturas. La creatividad empezó ahí. La resistencia cultural se inició cuando estábamos allí hacinados por cientos en los camarines, y no había, por ejemplo, máquinas de afeitar, y un viejito encontró por ahí un alambre pequeño e hizo una máquina de afeitar. No sé cómo la pudo hacer. Claro, tú te afeitabas con eso y quedabas sangrando. Pero, te afeitabas, ¿te fijas? Ahí tienes un ejemplo de creatividad. Cuando nos sacaron a las galerías del Estadio Nacional, después de varios días, yo recuerdo que me senté, vi un pedazo de madera suelta, e hice una cuchara con ese pedazo. Todos estos son gestos de una resistencia cultural inicial. Y, después, empezamos a cantar; primero despacito, luego cada vez más fuerte. Fue algo que nos ayudó muchísimo, que nos sigue ayudando. No hay que olvidarse que hay todavía como 600 presos políticos en las cárceles chilenas. Con todo el trabajo que se logró hacer en las cárceles y campos de concentración, grabados, pinturas, artesanía, etc., superando con ingenio y creatividad las restricciones materiales y sobre todo la censura oficial, se podría hasta formar un museo.

 Luego, cuando saliste de Chacabuco, ¿te fuiste a Santiago?

 Yo me fui directamente a Isla Negra, a la casa de mis suegros, a tratar de reponerme y sacarme el trauma de encima, que era bastante grande. Me quedé dos meses ahí y, luego, me fui a Santiago, para hacer una petición, a través del Cardenal y ver si se podía editar el disco. Claro que había que ser bastante patudo: le pedimos al coronel Pedro Ewing que nos autorizaran a editar el disco, para ayudar a los presos políticos y sus familias. Por supuesto que nos dijeron que no: enviaron una carta global diciendo que se rechazaba la petición y, en segundo lugar, que me olvidara de la canción y de la poesía, dando como razón que mi voz y mi imagen traían nostalgia de la Unidad Popular. Esta carta –y la respuesta– no dejó de impresionarme; debe estar en alguna parte. Como no podía trabajar en lo mío, tuve que empezar a ingeniármelas: primero a usar la Renoleta como taxi y para acarrear niños de los colegios, para ganarme unos pocos pesos. Después, vi que una solución era el sindicato de Vilarín3: el transporte. Pero, para eso había que tener plata, para agenciarse un camión. Yo no tenía plata; pero, de pronto, surgió uno de esos ángeles guardianes, en ese caso un italiano que siempre que venía de Europa pasaba a La Peña a vernos, y me preguntó que cuánto me faltaba. Me mandó lo que necesitaba y pude comprarme el camión. Tuve que entrar al sindicato de Vilarín, porque, si no, no podía trabajar. Esas son las... ¿cómo podríamos llamarlo?

 ... las paradojas de la vida...

 Claro, las paradojas. Yo en el sindicato de Vilarín, pagando mis cuotas... Entonces, me dediqué al mal endémico chileno: al vino. No a tomármelo, sino a transportarlo. Una amiga, que está ahora en Europa, la Carolina, me puso en contacto con un productor de vino de Talca. Un vino harto malo, y que tenía un nombre muy apropiado: Vino La Tronera. Entonces, con un amigo, al que habían echado del Banco Central, nos hicimos socios y nos dedicamos a trabajar por un año. Comprábamos vino y lo vendíamos en algunas botillerías de izquierda, a un radical por aquí, un socialista por allá, y así, que nos hacían pedidos de damajuanas. El tiempo fue pasando hasta que, algo muy misterioso, no te podría decir cómo fue, unos detectives que eran amigos de otros amigos me mandaron un recado, diciéndome que se iban a abrir las puertas y que era el momento en que podía echarme el pollo. Me citaron a Investigaciones, a una entrevista muy corta con el jefe de la Policía Política, y ahí vi que tenía una ficha desde la época en que tenía doce años. Mi mujer, la Carmen Orrego, no tenía nada, y le dijeron que su único pecado era haberse casado conmigo. El gallo que me tomó la declaración, un detective viejo, me dijo, "Mire, yo tenía todos los discos de ustedes, y he tenido que esconderlos todos". Salimos de Valparaíso en barco, con la intención de irnos a Canadá...

Desde el exilio

 Pero, antes de salir de Chile compusiste varias canciones, que están fechadas antes de tu exilio...

 Claro, compuse muchas, pero sólo las podía cantar en la casa, o donde algunos amigos...

 Es una serie de canciones bien destacadas, y que están hechas en Chile. Entre ellas esa que dice "Qué será de mis hermanos...", que piensa en el exilio desde el punto de vista de alguien que aún no ha salido de su país...

 Es verdad. E, incluso en el estribillo, aparece la problemática del hombre que está allá, que está angustiado, que quiere quedarse, pero que presiente que tendrá que salir.

 Parece que viviste una situación bien compleja en esos momentos, porque cuando estuviste preso en Chacabuco tenías un gran apoyo popular, y de algún modo te sentías en contacto con mucha gente...

 ... si, con todo el mundo...

 ... pero, cuando le fuiste a Santiago tuviste que vivir muy aislado...

 Bastante aislado. Había gente que me veía en la calle y me evitaba, y los pacos que me reconocían en la carretera, con el camión, me paraban, y no para felicitarme, ni mucho menos... Hasta un poco antes, había sido distinto. Cuando estaba en el Estadio, donde había pasado ‘colado’ algún tiempo, porque mi nombre completo es Luis Ángel Cereceda Parra y a Cereceda no lo conocía nadie y podía estar tranquilo; un día llaman por los altoparlantes a Ángel Parra y yo tengo que ir hasta el Punto Negro del Estadio. Entonces recibí de los que estaban allí, de mis hermanos, el aplauso más grande que he tenido en mi vida (¡qué Caupolicán ni ocho cuartos!). Fue una experiencia emocionante, que nunca voy a olvidar. En Chacabuco fue parecido, aunque con algunas diferencias. Allí, la gente se fue ubicando en una especie de zonas sociales: había algunos que estaban en lo que llamábamos "el barrio cívico", y otros que nos ubicamos en las "poblaciones", nomás. Allí, conocí a un viejo campesino de Buin que me enseñó a tallar en madera, y hasta el día de hoy hago pequeños trabajos en madera. Otros se ubicaron de acuerdo a tendencias políticas o a profesiones (los médicos, los abogados, etc.). Después, la gente se organizó para trabajar en distintas actividades y yo me dediqué al conjunto musical, hasta que salí libre.

 Cuando empezaste a componer canciones, nuevamente, en Santiago, ¿lo hacías con la seguridad de que ibas a poder comunicar esa obra a tu público y que ibas a poder continuar en la profesión?

 Por supuesto. Uno en situaciones conflictivas tiene que trabajar en lo que venga, pero yo sabía que no iba a ser camionero toda mi vida, y que algún día iba a poder dedicarme, nuevamente, a mi obra. Mis intenciones no eran salir de Chile, realmente; pero cuando a ti te van cercando, te van aislando, te amenazan con llamadas telefónicas, se instalan descaradamente con largavista a mirarte desde el frente de tu casa...

 ... para que no te quepa duda de que te están vigilando...

 ... claro, y cuando ves que hasta la vecina, a quien le había comprado una concertina antes, va y te denuncia, llega un momento en que uno se siente presionado a salir.

 Tú te fuiste primero a México, ¿verdad?

 Si, llegué a México de pura casualidad, gracias a la buena voluntad de un agente de la línea aérea. Ocurre que llegamos a Panamá y, como era día de fiesta, no había policías, por lo que no nos marcaron la entrada. Pero, como no habíamos entrado oficialmente, no podíamos salir después, lo que nos creó una situación bien conflictiva. Estuvimos en el aeropuerto como 24 horas, con los niños, sin saber qué hacer, hasta que el agente nos puso en un avión para México, sin tener visa. En México nos detuvieron y nos dejaron en una pieza del aeropuerto. Entonces, me acordé que tenía el teléfono de Miguel Littin. Lo llamé y a la hora, luego que se movieron los ‘pitutos’ con las autoridades de gobierno, estaba con Miguel celebrando el encuentro con una botella de vino, y con visa para estar hasta cuando quisiera en México. Fuimos a Canadá por un mes, a ver al hermano de Marta y, luego, volvimos a México, donde me ofrecieron trabajo en un centro cultural que se había formado, la Asociación Cultural Coyoacán (salas de exposiciones, biblioteca. teatro, y la Peña). Una gente muy linda, de una generosidad extraordinaria. Yo creo que la Peña del Ángel sirvió para difundir la nueva canción chilena y agrupar a los jóvenes cantantes mexicanos. Fue importante para muchos artistas, como Amparo Ochoa. Nopalera, etc… y, sobre todo, para que los jóvenes lograran romper con ese terrible sindicato oficial que había en México y crearan, ahora, un sindicato independiente. Yo creo que fue muy positivo ese trabajo en la Peña del Ángel...

 Y, además, después empezaron a proliferar las "peñas" en México, dando a conocer a nuevos cantantes mexicanos...

 Exactamente, se crearon después varias peñas allí.

 ¿Tú, te habías relacionado antes con la música mexicana? Porque Violeta Parra comenzó en Chile cantando temas populares de México, y esa tradición es muy fuerte en los sectores populares del País.

 Yo compuse una canción, MÉXICO 68, luego de la matanza de Tlatelolco4, en homenaje a las luchas populares y estudiantiles de México y, cuando llegué allá, me di cuenta que esa canción me había hecho muy popular en el país. Yo la escribí como una expresión de solidaridad y una declaración de principios, en el sentido de una identidad social latinoamericanista, y esa canción pasó a formar parte natural del repertorio nacional de México. Luego me vine a Europa, donde llegué a la hora del café, pero cuando ya se había acabado el café. Me costó empezar, conseguir algún apoyo, encontrar patrocinio para cantar en un teatro (porque, si empiezas cantando en el Metro, van a pasar años antes que llegues a una sala). Después, empezó un trabajo más organizado, con Isabel, la grabación de algunos discos, y nuestra actividad ha tenido un ascenso continuo, porque el interés por la canción chilena y latinoamericana es muy grande. Ahora, los grupos y cantantes chilenos somos invitados a presentarnos a lugares tan distantes como Melbourne, Tokio, Caracas, Estados Unidos, Canadá, Helsinki, donde vamos en unos días más, y hay gente que canta canciones de la Violeta y otros autores latinoamericanos en otros países, que han traducido nuestras canciones a otros idiomas, todo lo cual significa que este movimiento se difunde más y más. Y este es un movimiento que no se inició solamente con la Violeta, o con la obra de la "nueva canción", sino que viene de mucho tiempo atrás, ligado a las luchas de los trabajadores chilenos. Yo siempre tomo como ejemplo a Recabarren que, cuando fundaba un sindicato, creaba –además– un diario y un teatro, un grupo musical, o había alguien que recitaba. Nosotros somos la continuación de esa tradición. Y, ahora mismo, en Chile hay jóvenes que continúan el trabajo que nosotros iniciamos en los años sesenta, y no hay reunión o acto que no se abra con un buen conjunto, o con, danzas, o con la presentación de un buen poeta joven.

 Otra de las paradojas es que a los artistas chilenos los exiliaron para silenciarlos, pero han alcanzado afuera una difusión que difícilmente habríamos imaginado antes...

 Sí, con decirte que hasta El Mercurio saca, cada año, una especie de balance, una nota sobre "artistas chilenos en el exilio"...

 ¿Crees que en el desarrollo de tu obra hay una etapa que se pueda diferenciar como correspondiente a una "etapa del exilio"?

 Creo que se puede diferenciar atendiendo a los textos de las canciones, porque en todos ellos está presente el tema del exilio. Y en ese sentido, se trata indudablemente de una etapa distinta.

 El primer disco que editaste al salir de Chile es LA LIBERTAD. ÁNGEL PARRA DE CHILE. ¿Y después?

 Después salió CHACABUCO, que salió como documento, y LA PASIÓN SEGÚN SAN JUAN. Después salió ÁNGEL PARRA EN PARÍS, que es un álbum doble, seguido por GUITARRA POPULAR CHILENA (temas en guitarra). ORATORIO PARA EL PUEBLO, con el grupo Ayacucho y coro, y otros.

 Antes del Golpe, estabas trabajando en el tema de Recabarren, con el disco PISAGUA. ¿Este trabajo salió en Chile?

 Sí, alcanzó a salir antes del Golpe. Después, lo retomamos en La Habana, con el grupo Moneada, una grabación bastante linda, y va a salir aquí por tercera vez. Porque cuando Chantes du Monde tenía el catálogo chileno, al quebrar y vender los derechos, varios discos nuestros quedaron fuera de catálogo. Pero, ahora hay una casa grande que va a sacarlos de nuevo. Son unos doce o catorce discos editados aquí, en París.

 Es un tema sobre la represión política en el año 47; pero, al oírlo ahora, parece referido a todo lo que se vivió en Chile con el golpe militar.

 Es la experiencia de represión política que vivió mi padre, y yo jamás me imaginé que me iba a pasar a mí. Quizás, tenía algo premonitorio...

 ¿En qué estás trabajando ahora?

 Ahora, estamos preparando la PASIÓN SEGÚN SAN JUAN y el ORATORIO DE NAVIDAD, para el Festival de Coros de San Vidal. Y lo otro es la preparación de una serie de 12 conciertos para el espectáculo Chile en Septiembre, en homenaje a mi mamá. Nosotros elegimos a la Violeta porque es un personaje simbólico y unitario, no solamente de los chilenos, sino de los latinoamericanos. En ese homenaje están implícitas otras figuras, como Neruda, Víctor Jara, y los miles y miles de compatriotas que están en Chile luchando por las mismas convicciones sociales y culturales. Y, además, sigo componiendo, trabajando todos los días. El otro día, iba pasando por el cementerio y en diez minutos salió esta canción (que es absolutamente exclusiva, y no la conoce ni mi mujer):

En una colina verde mirando al mar si es posible yo pediré que me entierren en un país que no existe.

Cual marino en el desierto yo pediré lo increíble: las estrellas al alcance de la mano del humilde.

Y pido la transparencia del agua de la vertiente y la rosa de los vientos para dársela a mi gente.

A mi gente que eres tú María la penitente, y aquellos que en el combate te dirán siempre presente.

Al generoso artesano, al campesino prudente, al minero del diamante, al sabio y al inocente.

Yo le amaré sin razones, sólo por querer amarte, sin miedo ni obligaciones como sabe amar mi gente.

Soy libre y el corazón me late dentro del pecho.

Ni prisiones ni amenazas me quitan este derecho.

 ¿Qué sabes de la recepción que ha tenido tu obra y la de Isabel en Chile? Porque, aunque los discos no se pueden vender allá, sabemos que la gente los escucha...

 Si, porque la gente que viaja a Chile los lleva en carátulas diferentes, o llegan casetes que se van copiando y pasando de mano en mano y, además, porque el sello Alerce ha hecho un trabajo bastante importante, hasta llegar a ganar un espacio "legal". Así es como editaron en casete (porque no sacan discos), la GUITARRA POPULAR CHILENA. Y no hay nada que objetarles: ningún tema ‘subversivo’. También sacaron en casete el disco ACERCA DE QUIÉN SOY Y NO SOY, de Isabel. La gente en Chile, y con ello me refiero al pueblo, sabe dónde estamos, qué hacemos, qué producimos. No sé lo que sabrán los políticos, o los aparatos de inteligencia del Gobierno.

 En Chile se están haciendo investigaciones sobre la canción que está surgiendo ahora, y en uno de esos trabajos, sobre el llamado "canto poblacional", se destaca un lazo de continuidad entre lo que hacían ustedes antes y lo que se produce hoy, a nivel popular.

 Sí, yo creo que hay un puente que no se ha cortado nunca, o una especie de cordón umbilical que alimenta los dos brazos de este río que, por ahora, se ve separado por los continentes o los océanos. Yo no siento que la distancia física nos haya ido alejando.

 Y en el exilio, además, han surgido grupos musicales jóvenes en casi todos los países.

 En todas partes. El otro día me caí de poto cuando, en un acto cultural en Berlín, anunciaron un grupo de danzas folklóricas chilenas. Y aparecen unos cabritos y cabritas altos, hermosos, bien alimentados (llegaron cuando tenían cinco años) cantando y bailando en forma maravillosa. En muchas partes han aparecido conjuntos así. Me contaban que en Alemania el Ministerio del Interior valora en forma súper positiva el exilio chileno, porque cada vez que se reúnen a hacer algo resulta una conferencia, una película, una exposición o un concierto. Aunque hay algunas notas negativas en el exilio, hay que destacar esta capacidad que hemos tenido para desarrollar nuestra cultura y dialogar abiertamente con la del país que nos ha acogido.

El canto hermano

 Otra de las facetas de tu trabajo, y en esto sigues la huella de Violeta Parra, es la recuperación de una serie de formas tradicionales (estructuras poéticas, ritmo, formas musicales, instrumentos), pero no para simplemente mantener la tradición folklórica, sino para reformular sus nuevas opciones artísticas...

 Sí, no se trata de mantenerse en los marcos tradicionales, ni menos en la actitud regionalista según la cual lo que es, por ejemplo, de Carampangue se debe cantar de una manera y no se puede llevar más allá de Carampangue...

 Pero además, tu perspectiva busca devolverle el legado folklórico una funcionalidad histórica; es decir, que permita formular las nuevas situaciones y dilemas nacionales...

 Y también latinoamericanos. Recuerdo que cuando empezamos con Isabel a tocar la quena, el charango, e incorporamos el cuatro venezolano, mucha gente se extrañó y dijo despectivamente que estábamos tocando música de indios o que no nos ceñíamos a la “tradición chilena". Pero, lo que queríamos, al hermanar esta tradición popular continental, era superar los viejos esquemas folklóricos cerrados, de museo, y acercarnos al sueño bolivariano, uniendo su expresión musical. Uniéndolo, por lo menos en la música. Y, ahora, tú ves que cualquier conjunto hispanoamericano toca con naturalidad el cuatro venezolano, el triple colombiano, el charango de las zonas andinas, la guitarra de origen hispano, el bombo y las distintas percusiones. Este es, para mí, uno de los grandes logros que me enorgullecen y, cuando recuerdo que fuimos los que iniciamos esta apertura con la Isabel, veo que ese paso estaba bien orientado. El que ahora canten a la Violeta en distintos países hispanoamericanos, con una variedad de instrumentos y con diferentes matices, es un buen ejemplo de la hermandad continental que ha alcanzado nuestra música. El otro paso, y lo estamos viendo ahora, es el que han dado los brasileños, con Chico Buarque, Raimundo Fagner, y otros grandes cantantes y compositores, que están incorporando los instrumentos y expresiones musicales del resto del continente. Nosotros hemos estado en contacto permanente, desde que iniciamos la Peña, el año 65, con Alfredo Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Daniel Viglieti, y esa relación se ha mantenido constante, a lo largo de estos veinte años y el cúmulo de experiencias que hemos vivido. El movimiento de la nueva canción surgió en circunstancias propicias, supo responder a las expectativas de un lenguaje unificador y movilizador, y fue creciendo como un río que sigue expandiendo sus aguas. Es un fenómeno que adquirió vida propia, que no ha necesitado promociones comerciales, y que ahora concita la atención de gente de otros continentes.

 Sí, vemos que la nueva canción se está conviniendo en un objeto de estudio en varios centros universitarios, y ya han aparecido varios trabajos meritorios. En Estados Unidos, además, de dos conferencias que han presentado "paneles" sobre el tema, sé –por lo menos– de tres universidades en que se han ofrecido seminarios sobre la nueva canción.

 Yo mismo, cuando estuve en Estados Unidos, esa vez que nos encontramos allá, recibí una invitación para ir a dar una charla a una universidad de California. Yo estaba aterrado, porque antes solamente había entrado a una universidad a cantar, y allí me encontré con gente que estaba interiorizada en el tema y que me asediaba con las preguntas más variadas.

 Llama la atención que en tu obra más reciente estés incorporando ritmos musicales provenientes de tradiciones ya no simplemente nacionales (ritmos españoles, mexicanos, argentinos), pero con una temática centrada en una experiencia común, fácilmente reconocible.

 Es que también me interesa ampliar las posibilidades del legado musical, como una forma de llegar a un público más amplio. A mí me gusta mucho el tango, por ejemplo. Pero, no se trata de repetir lo que ya se ha hecho en esas tradiciones. Si escribo un tango, es para dar cuenta de la experiencia que hemos vivido, por ejemplo, los chilenos exiliados. Acabo de componer el tango DON FERNANDO EL VIUDO, la historia de un chileno que conoce y se enamora de una compañera uruguaya, quien muere y luego es enterrada en el Cementerio de Montparnasse. Son temas que se nutren en nuestra cotidianidad y tratan de definirla. También, escribí un tema de homenaje a Atahualpa Yupanqui, siguiendo su estilo. Lo hice pensando en la Violeta, a quien la reconocieron cuando ya estaba muerta. Esta canción la canto en todas partes, como un homenaje a un autor que está vivo y todavía creando. Sé que después le van a llover los homenajes, pero lo importante es reconocer su obra ahora.

La herencia de Violeta Parra

 Violeta Parra ha sido considerada una de las precursoras del movimiento de la nueva canción latinoamericana...

 Y lo es, en muchos sentidos. Eso no deja de reconocerse. Me acuerdo que cuando estábamos, aquí, en París, el año 62, después de una manifestación estudiantil en Santiago, Violeta me compuso a mí QUE VIVAN LOS ESTUDIANTES, cuando yo me volvía a Chile. Esa canción ha pasado a ser un símbolo de las luchas estudiantiles en Latinoamérica, por su contenido. Yo creo que la presencia de la Violeta es muy fuerte, y no sólo por su talento extraordinario y por la variedad de su obra creadora. Creo que hay algo más, algo que no podría explicar bien. Yo vi siempre a mi mamá desde dos aspectos: como hijo y como alguien que entendió desde cabro chico que esa señora tenía un talento genial. Yo nunca fui a la escuela, excepto un año en que vivimos en Concepción, cuando mi mamá fue invitada a la Universidad a trabajar en el Museo de Arte Popular, v por el hecho de que enfrente del Museo de Bellas Artes, donde vivíamos, estaba el Liceo, entré a primer año de humanidades. Posteriormente, mi mamá me dio a elegir entre seguir en el colegio o irme al campo a estudiar con un cantor popular. Mira tú la percepción que tenía esta señora de los valores que se ofrecían a un muchacho en Chile. Yo me fui a vivir con ese cantor popular por un año, y ese guitarrón que ves ahí me lo regaló él. Yo tuve la posibilidad de interiorizarme en la tradición del canto popular en la fuente misma.

 En ese tiempo, la Violeta estaba realizando una tarea de investigación folklórica que no era valorada en los sectores universitarios porque, supuestamente, ella no tenía "formación académica".

 Sí, porque lo que ella hacia no era "científico".

 Pero, el trabajo de recopilación e investigación folklórica que hizo constituyó, en cierta medida, la base de lo que se fue haciendo después.

 Entre otras cosas, ella sacó del anonimato los pocos guitarrones que estaban quedando, y muchas expresiones de la música popular que estaban marginadas. Los grupos folklóricos de ese tiempo se disfrazaban de huasos, con espuelas y mantas caras, como muñequitos lindos, para imitar a los patrones y entretenerlos en las fiestas, en la Ramada Oficial o en un palco de la medialuna. Y los viejos cantores populares, o se iban muriendo, o nadie los escuchaba. Mi mamá dio una pelea muy grande por rescatar este puente vivo con la tradición popular, y ahora hay en Chile gente que hasta hace guitarrones. Y claro, no era "académico" que ella anduviera metida en el campo sin instrumentos adecuados, sólo con una guitarra y un cuaderno escolar, y yo a su lado cargando una pesada grabadora polaca, tratando de rescatar canciones perdidas.

 Después, cuando inició el proyecto de la Carpa de la Reina, al parecer quiso dar un salió cualitativo en su trabajo, buscando crear una especie de ‘universidad popular’, que reuniera toda la actividad musical popular...

 Exactamente, eso era lo que quería. Pero, no solamente de la canción. Ella quería que se hicieran clases de escultura, a cargo de su amiga Teresa Vicuña, clases de folklore para niños con Silvia Urbina, clases de folklore del extremo sur con el indio Pavez y así. En el folleto de inauguración de la Carpa están todos esos cursos. Claro, era un proyecto un poco desmesurado, si tú quieres, sobre todo para un ambiente tan estricto y formal como el de Santiago. Era como poner un volcán en medio de la ciudad. Y la gente miró ese proyecto con recelo. Pero, su ambición era crear allí una Universidad Popular del Folklore, como la llamó. Lo otro es que para esto se necesita plata, y en Chile nunca se apoya a este tipo de gente talentosa, que busca imponer una verdad distinta en la sociedad, sino que se las margina como a seres peligrosos. Cuando ya había muerto comenzaron a prodigarse las loas, las alabanzas, los homenajes; pero yo, que viví con mi mamá hasta que me casé, conocí muy bien la cantidad de NO que le dijeron. Y conocí, también, a los pocos que le dijeron SÍ; gente de gran valor, como Raúl Aicardi, Ricardo García, Rene Largo Farías, Patricio Bunster, Gonzalo Rojas, Pablo Neruda, Fernando Alegría...

 ¿Piensas que se está dando, ahora, una tendencia a mitificar a la Violeta, olvidando las contradicciones que tuvo que enfrentar y la lucha que dio para que reconocieran su obra?

 Sí, hasta los sectores reaccionarios reivindican, ahora, a la Violeta; pero, la reconocen sólo como la autora de GRACIAS A LA VIDA, o de LA JARDINERA. Y nada más.

 Se han escrito varios libros sobre la vida y obra de Violeta Parra, o que recopilan sus canciones. ¿Tú crees que la imagen que han dado estos libros es completa?

 No, siempre es incompleta, siempre falta algo. Por eso, creo que el libro publicado por la Isabel, y que contiene muchos materiales inéditos, es una contribución importante [Se refiere a EL LIBRO MAYOR DE VIOLETA PARRA, publicado en Madrid por Ediciones Michay, en 1985]. Hay que considerar que nadie podría tener la verdad absoluta en esto, nadie podría decir que la Violeta era de esta manera o la otra. Cada uno la ve desde la posición relativa que estableció con ella. Y mi mamá podía ser, a veces, un volcán explosivo y, otras, un lago de una ternura maravillosa.

 ¿Qué aspectos de la herencia de Violeta Parra le ha interesado desarrollar más?

 Yo tengo una preferencia especial por ese tipo de canción de raíz folklórica, por esa expresión popular que es aparentemente sencilla, frágil, pero, a la vez, fuerte, de choque. ¿Qué aprendí de la Violeta? Ella me enseñó cómo se hacía una décima, una décima con redondilla, un parabién, cuál era la estructura de una tonada, de una cueca. Y eso está presente en todos los ritmos de mis canciones. Y lo otro, sin duda lo más importante, es una actitud ante la vida y la sociedad, que exige ser lo más franco y honesto posible ante cada circunstancia. Eso la Violeta lo decía siempre, y es una actitud que es muy evidente en todas sus canciones y poemas. Esto es, naturalmente, un ideal difícil de alcanzar, pero yo he tratado de seguirlo y siempre les digo a los cabros más jóvenes, y a mis hijos, que ese es el camino. A mí, me tocó vivir en otro período, ya integrado a un movimiento político y a una causa colectiva que le da un apoyo más definido a mi trabajo, que lo integra a otras tareas orientadas por el mismo sueño. Para mí la vida no tiene sentido si siguiera un desarrollo individualista, buscando el éxito o el reconocimiento personal. Y no voy a renunciar, tampoco, a la cultura popular, esa cultura que tiene cientos de años, y que se expresa en la cerámica de la zona central, en la artesanía de Chiloé, en la rica tradición mitológica, en las historias y leyendas de los mineros del norte, en los grabados en madera, en ese mapa amplio y variado de danzas y canciones que nos ofrece el País, porque esa cultura –sin renunciar, por cierto, a las transformaciones tecnológicas– es una base que sigue vigente. Y es a través de esos lazos que yo me sigo comunicando con los chilenos en el exilio.

 A mí, me ha llamado mucho la atención, en las giras que has hecho a Estados Unidos (y, seguramente, esto se da en todas partes), la facilidad que tienes para comunicarle con la gente e integrarle a los grupos chilenos fuera del escenario. A ti, nunca te mandan a un hotel en las giras, sino que se pelean por ofrecerte la casa e, incluso, discuten sobre la comida que te van a tener. Recuerdo que en Seattle se propusieron ofrecerte una comida típica de Valparaíso, y la comisión respectiva hizo una campaña tremenda buscando locos, hasta que lograron encontrar unos tarros en un lugar de California, y tuviste en la mesa esos famosos locos con mayonesa.

 Esa posibilidad de compartir con la gente la valoro mucho. Porque, además, es una de las bases de mi trabajo. A través de ese contacto personal yo voy recogiendo experiencias, inquietudes, dilemas, sueños, y de ese material de vida surge, de pronto, una canción. De alguna manera, seguimos siendo como esos juglares o trovadores –esas discotecas ambulantes de antes de la época del disco– que se desplazan estableciendo una comunicación viva con el público.

 Los Parra se han ido convirtiendo, en Chile, en una especie de paradigma de la "familia cultural chilena", en una suerte de institución nacional. ¿Cómo has tenido que vivir, tú, esto?

 Yo lo tomo como eso ha venido, simplemente. Es algo que viene desde mi abuelo, que era un cantor aficionado. Casi todas las familias en Chile tienen a alguien que canta, que ha escrito algún poema, que baila, etc. La diferencia es que nosotros nos especializamos. Comenzamos en el circo de mi tía Marta, en los años 50, donde estaba toda la familia participando: mi tío Nene, el tony ‘Canarito’; mi tío Lalo, que hacía de maestro de pista (el Señor Corales), mi tío Lalo, que bailaba una danza de moda en la época, el boogie-boogie; mi tío Joaquín, que era campeón amateur de box en Chile y, para atraer público, al circo desafiaba a pelear al boxeador del pueblo donde estábamos, y se llenaba la carpa; yo mismo, que era un eximio bailarín de cueca a los cinco años, y que luego de vender turrones bailaba la cueca final con la señorita más linda del pueblo; una de mis primas bailaba mambo, otra hacia contorsiones, y así. Somos cirqueros, y yo, ahora, comienzo a darme cuenta que esa formación fue muy importante para nosotros. Sobre todo porque era un trabajo de equipo, en familia, que es algo que no siempre puede resultar. Luego, está mi tío Roberto, con sus ‘cuecas choras’, que es una especie de monumento nacional, y que canta la vida de los sectores marginales (el afuerino, el veguino, el carrilano, el que recorre Chile a pie, sin tener nunca un trabajo permanente, el mundo de los burdeles, etc.). Es una zona de la realidad muy importante y el arte popular que la refleja es también digno de estudiarse. Sin desmerecer el trabajo que se hace para dar a conocer la cultura internacional, creo que –además de estudiar, por ejemplo, la poesía francesa del siglo XIX– hay que estudiar a nuestros poetas populares del siglo XX. Ahora, mi tío Roberto se ha dedicado a construir instrumentos, de modo que pasó de experto en boogie-boogie a luthier. Mi tío Lalo (Lautaro) sigue siendo dirigente del Sindicato Circense, y el tony ‘Canarito’ sigue haciendo una brillante carrera en su arte. Mi tío Nicanor es conocido como un poeta de renombre internacional. Isabel y yo seguimos nuestro desarrollo como compositores y cantantes populares...

 Y, luego, vienen los hijos... ¿Quiénes empiezan a perfilarse como artistas?

 Bueno, están mis dos hijos: Angelito, y la Javiera. Ellos ya tienen sus conjuntos, han hecho presentaciones en conciertos, en la televisión y, seguramente, van a seguir su propio camino como artistas. La hija de Isabel, Tita Parra, tiene un talento y una sensibilidad extraordinarios, y ya ha grabado dos discos importantes. Los hijos de mi tía Hilda también cantan, y hasta las hijas de mi tío Roberto, una cabritas chiquititas, ya comienzan a seguir el ritmo de las cuecas choras. Hay familias que son así.

 De lo que se deduce que, en Chile, tenemos Parra p’rato.

 P’rato, y p’muchos años más. Pero, el motor principal de esta familia fue siempre mi mamá. Y, luego, el tío Roberto, por el que tengo un gran respeto. Es un tipo que siempre ha vivido bajo golpe de Estado, en el sentido que siempre ha llevado una vida difícil, marginal, batalladora, que nunca ha buscado ni el éxito personal ni elogios, y que es un gran creador popular. Algún día se tendrá que reconocer su obra.

Volver

 ¿Cómo te imaginas el regreso a Chile?

 Mira, hay dos actitudes respecto al regreso. Está la de los que esperan ser recibidos en triunfo, en medio de aplausos, y los que van a volver en una forma modesta, para reintegrarse a las nuevas circunstancias de vida en el País sin esperar recompensas. A mí no me interesa esa actitud triunfalista (como la que hizo Perón, cuando volvió a Argentina con un grupo de intelectuales en el avión) que convierte el regreso en un espectáculo fácil. Yo tengo mucho respeto por la profesión circense como para convertir el regreso en un circo. Espero volver tal como me vine, en barco, reflexionando, esperando reencontrar los lugares que frecuenté. Quiero volver a cantar a Lota, a Chimbarongo, al Liceo donde me llevaba mi papá, saludar a los amigos que quedaron allá. Va a ser muy emocionante, eso. Además, yo soy llorón; así es que voy a llegar con un tremendo nudo en la garganta, en vez de corbata. Pero, vamos a llegar todos con un espacio cultural ganado afuera, y con un trabajo que ha sabido convertir esa sanción que es el exilio en una posibilidad creadora. Todo lo que intentaron destruir lo hemos ido recuperando y renovando afuera, y me refiero a lo que se ha hecho en las distintas áreas culturales.

 Y dándole un contenido nuevo. Porque las canciones de ustedes no se han quedado, por fortuna, en el recuerdo nostálgico del país perdido, sino que están instaladas en las circunstancias del presente y en las aspiraciones hacia el futuro.

 Claro, para mí, para Isabel, eso es lo importante. No se trata de vivir mirando el pasado, sino de acercarse al futuro. Yo hablo del pasado con alegría, cuando se trata de recordar el trabajo político de mi padre, lo que creó mi madre, la labor de don Isaías Ángulo, ese viejo cantor popular que me enseñó y me regaló el guitarrón. Nuestras canciones buscan expresar la vida cambiante y el ritmo íntimo de nuestro tiempo.

 ¿Tienes elegida, ya, la primera canción que cantarás en Chile, cuando vuelvas?

 No, porque esa canción todavía no la he escrito.

Araucaria de Chile no 34 - 1986

1 Escrito y crítico literario; profesor de la Universidad de Oregon, EE.UU.

2 Destinado únicamente a prisioneros hombres, funcionó entre noviembre de 1973 y abril de 1975, bajo control de la 1ª División del Ejército, con sede en Antofagasta; pero, en él también cumplían labores de vigilancia personal de la Fuerza Aérea y de Carabineros; estaba rodeado con alambradas de púas, en torno a las cuales había torres de vigilancia armadas y minas antipersonales; además, un tanque daba vueltas alrededor del campo.

3 Líder de la Confederación de Sindicatos de Dueños de Camiones, León Vilarín Marín –dirigido y millonariamente financiado por la CIA– convocó a un paro nacional indefinido, a partir del 9 de octubre 1972, agravando todavía más los problemas de distribución de mercaderías provocados por el permanente sabotaje, fase previa a la criminal traición de militares al servicio del Imperio, las transnacionales y la oligarquía antipatria, que sería consumada el 11 de septiembre de 1973.

4 El 2 de octubre de 1968, siendo Gustavo Díaz Ordaz Presidente, en la Plaza de Tlatelolco –o de las Tres Culturas, de Ciudad de México– se congregaron cerca de 50.000 estudiantes, emboscados allí por fuerzas del Ejército, que llegaron desde todas las calles convergentes, rodeándolos: la soldadesca disparó indiscriminadamente contra la pacífica multitud de jóvenes, asesinando al menos 400 estudiantes e hiriendo de gravedad más de mil. Gran parte de los cadáveres fueron incinerados y los heridos llevados a hospitales militares; toda la documentación sobre la premeditada masacre se quemó o desapareció.


EMBAJADA DE CHILE EN FRANCIA:

Communiqué de Presse numéro 2

Funérailles de Ángel Parra

Aux nombreux Amis de Ángel Parra,

L’Ambassade du Chili en France - en accord avec sa veuve Ruth Valentini et sa fille Javiera Parra - souhaite annoncer que la cérémonie des funérailles de Ángel Parra aura lieu jeudi 16 mars à 10h30 à la Coupole du Crématorium du Cimetière du Père-Lachaise situé au 71 rue des Rondeaux, 75020, Paris.

Un livre de condoléances sera ouvert à l’Ambassade prochainement.


C’est avec immense regret et tristesse que l’Ambassade du Chili en France annonce le décès de Ángel Parra, survenu ce matin à Paris.

Ángel Parra, reconnu comme une Figure fondamentale de la musique chilienne, est décédé ce matin à Paris des suites d’un cancer contre lequel il a combattu courageusement presque trois ans, sans jamais cesser ses concerts, ses récits, les présentations de ses livres, ses registres audiovisuelles, tout en participant activement à l’Année du Centenaire de Violeta Parra, sa mère. Il a été soutenu et accompagné par sa veuve Ruth Valentini et ses enfants Javiera et Angelito musiciens et chanteurs de talent, á qui nous présentons nos condoléances affligées.

Le Chili doit beaucoup de son image et de sa créativité à ses artistes dont à Angel Parra. Ángel était non seulement membre d’une dynastie de créateurs incomparable, tout en demeurant un être engagé, solidaire, entier, mais aussi une personnalité charismatique et généreuse. En témoignent ses derniers livres parus au Chili en janvier 2017 en moins de dix jours : « Mi nueva canción Chilena » et un livre pour enfants de 4 à 8 ans « Al mundo niño le canto » ainsi que le DVD « Violeta plus vivante que jamais » avec des interviews de personnalités ayant connu intimement Violeta Parra, tels le le cinéaste et écrivain Alejandro Jorodowsky, le poète Gonzalo Rojas, etc.

Né en 1943, à Valparaíso, Ángel Parra, chanteur, romancier et musicien, est l’une des grandes figures de la diaspora chilienne internationale et tout particulièrement de celle en France, pays où il a habité depuis 1976. Ángel Parra, fils de la célèbre Violeta Parra a été immergé dans le monde de la recherche et de la création tant musicale que littéraire et artistique en général, ayant accompagné sa mère depuis son enfance lors de voyages de recherche ou en tournée. Très vite il a partagé la scène avec sa mère comme musicien et créateur et, en 1965, il est l’un des fondateurs de « La Peña de Los Parra » qui devient le lieu de la chanson populaire chilienne où se retrouvent de nombreux artistes, dont Isabel Parra, Mercedes Sosa, Paco Ibáñez, Pablo Neruda ou Víctor Jara.

Au lendemain du coup d’état du 11 septembre 1973 qui a instauré la dictature de Pinochet au Chili il a été emprisonné au Stade National, puis relégué au camp concentrationnaire de Chacabuco. Il a ensuite été déporté parce qu’il était militant de gauche et avait soutenu Salvador Allende. Il a passé un an au Mexique avant de trouver refuge à Paris où il s’était installé depuis 1976. Après l’exil, son premier retour au Chili a été en 1989, année dans lequel il a fait une tournée artistique autour du plébiscite où le « NON » au dictateur l’a emporté.

Fin 2004, il reçoit avec sa sœur Isabel le titre de Figuras Fundamentales de la Música Chilena.

De la longue discographie et de la vie musicale de Ángel Parra ressort son disque, Venceremos, hommage à Salvador Allende sorti lors du trentième anniversaire du coup d’état (2013).

Il est l’auteur du recueil Dos Palomitas et autres mélodies (Mille et une nuits, 2003) et du roman, Mains sur la nuque (Métailié, 2007) dans lequel il évoque les événements de septembre 1973.

En 2006, Ángel Parra a publié simultanément un CD où il interprétait les chansons de sa mère Violeta Parra et un livre sur son histoire, Violeta se fue a los cielos ("Violeta s’en fut aux cieux »). Le réalisateur chilien Andrès Wood (prix Goya pour La Buena vida et Mon ami Machuca) a adapté ce roman d’Ángel Parra dédié à sa mère dans le film « Violeta », sorti en France au printemps 2012.

Il laisse aussi son roman de 2015, « Bienvenue au Paradis » lequel fait ressortir son esprit infatigable, esprit qui l’a aussi amené à donner plusieurs concerts ces dreniers mois, invitant de jeunes musiciens chiliens de grande qualité à se joindre à lui. Cet homme inspiré avait ainsi récemment offert son art dans le cadre de l’année Violeta Parra, sa mère, dont le Chili fête les 100 ans de sa naissance suite à l’invitation de la Présidente du Chili, Mme Michèle Bachelet. « Violeta Parra 100 ans » a été ainsi inauguré avec les résonances et les récits de Ángel Parra qui, même malade, avait encore donné de sa créativité et de son énergie pour célébrer la vie, la musique et la parole.

Nos condoléances, nos pensées et notre affection vont à sa veuve, Ruth Valentini, à ses enfants Javiera et Angel et à tout le Clan Parra.

Paris, le 11 mars 2017 Ambassade du Chili en France


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