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Francia, una iniciativa de Jean-Luc Mélenchon: La revolución ciudadana. Por Niko Schvarz

Durante la campaña electoral francesa (presidenciales del 6 y 13 de mayo, legislativas del 10 y 17 de junio) se difundió ampliamente un folleto de Jean-Luc Mélenchon que explicita lo que denominó ’’la revolución ciudadana’’, concepto adoptado a texto expreso del lema del presidente ecuatoriano Rafael Correa.

El texto original fue redactado en agosto 2010 y publicado un par de meses después. Una versión ampliada contiene un postfacio de octubre 2011, titulado “Un año después”, que verifica en qué medida se cumplieron las previsiones iniciales y agrega reflexiones actualizadas. Luce una prosa ágil y vivaz, sin estereotipos, en un lenguaje fresco y popular, con solidez argumental y polémica, enfilada principalmente contra la derecha y contra la oligarquía financiera y bancaria, tanto en el plano interno como internacional.

Este valioso material político constituyó en buena medida la base de la campaña electoral del Front de Gauche, unión de seis partidos de izquierda: el PCF, el Partido de Izquierda del propio Mélenchon y otras cuatro formaciones, que brindó una contribución decisiva a la consagración de François Hollande como presidente y a la conquista de una mayoría parlamentaria que posibilite la reversión de la tendencia antipopular del gobierno de Nicolas Sarkozy. Éste desapareció de la escena política al tiempo que se debilitó considerablemente su partido, la UMP.

Desde las primeras líneas surge una condena terminante a los oligarcas, acusados de “saquear a nuestro país, dilapidar los esfuerzos de los trabajadores y condenar a la población de la quinta potencia económica mundial a una miseria creciente y al retroceso en todas las conquistas sociales arrancadas en un siglo y medio de historia”. Aboga por el fin de todos los privilegios, y evoca la noche del 4 de agosto de 1789, en que la Asamblea Nacional Constituyente surgida de la revolución del 14 de julio votó la abolición de todos los privilegios del antiguo régimen, sin indemnización de ningún tipo.

“Deseo una revolución ciudadana en Francia”, señala en forma concluyente Mélenchon. Explica que la concepción nació en Ecuador con su presidente y designa a la vez el medio y la finalidad, el método y el objetivo. Reseña los pasos dados, la aprobación por referéndum de la reforma constitucional, extiende luego la experiencia a Bolivia, a Venezuela y otros países, dice que “la primacía de las urnas es la gran contribución de las revoluciones sudamericanas contemporáneas” y que estas revoluciones, desde hace una década, “regeneran uno tras otro a los países de América del Sur”.

El concepto siguiente merece retenerse: “Yo extraigo de este ejemplo un optimismo de acero. Ellos, mil veces más desprovistos que nosotros, con un vecino paranoico como los Estados Unidos, sin embargo dieron vuelta a mano limpia la mesa de los poderosos, liberaron un irresistible torrente de energía colectiva y comenzaron a reconstruir sus países que el neoliberalismo había saqueado. Por lo tanto, es posible”.

Insiste en esa idea: “Si bien no hay un modelo, hay experiencias en las cuales podemos inspirarnos y ejemplos que podemos seguir”. En dichos países, votaciones repetidas y masivas confirman la legitimidad de los nuevos equipos llegados al poder y de sus políticas. Esto demuestra la consustanciación de las revoluciones de izquierda con la democracia. Y contrasta con la deriva autoritaria de la Unión Europea. Sobre esto último, recuerda que los resultados de los referendums efectuados en Francia y en Holanda sobre el Tratado de Lisboa, fueron pura y simplemente ignorados por discordar de los dogmas neoliberales.

En tal sentido, la revolución ciudadana no significa una cosmética o un lifting, sino revertir las relaciones de poder. “Se lo quita a la oligarquía, al monarca presidencial y al rey dinero. Los expulsa. Cambia las instituciones para alcanzar sus objetivos. Tira abajo la primacía de la alta finanza, reorganiza la producción y el reparto de la riqueza”.

Primero, lo humano

Y por esta vía desemboca en el gran lema de la campaña de la izquierda: “Primero, lo humano” (L’humain d’abord). Con dos precisiones destacadas: la revolución ciudadana está orientada por la ecología política y es radicalmente laica. Es una invitación formidable a la acción y a la imaginación para sacar a la humanidad de la impasse a la que ha sido sometida. Con ese fin debe utilizarse el saber y la preciosa experiencia acumulada por los militantes de izquierda.

No se trata de una simple alternancia, sino de la participación popular en todas las esferas. “El héroe de esta historia es el simple ciudadano”. Sobre esta base retoma una de sus ideas clave, la de una Asamblea Constituyente para abrir paso a la VI República y operar una auténtica refundación del país. Aquí también adopta un ejemplo de América Latina, en el caso de Venezuela, en que los artículos de la nueva Carta propuesta estaban impresos hasta en los paquetes de fideos.

En una frase que recuerda a Máximo Gorka, expresa que todos los cambios deben comenzar en la cabeza y en el corazón. Un extenso y conceptuoso desarrollo merece la reforma de la escuela y el tema de la educación en su conjunto, con énfasis en el rechazo a todas las formas de mercantilización de la enseñanza aplicadas por los anteriores gobiernos.

Afirma: “Yo acuso a los equipos de derecha desde 2002 de demoler conciente y metódicamente el sistema educativo republicano para orientar a la gente hacia los sistemas privados”, apelando en este capítulo a su experiencia como ministro de Enseñanza Profesional. Estima que los fondos públicos deben ser reservados estrictamente para los establecimientos públicos y que la misión de la educación es transformar a los jóvenes que le son confiados en ciudadanos y en seres humanos completos. El objetivo no puede ser otro que la excelencia para llegar a ser el pueblo más educado del mundo y cada uno una persona mejor para sí y para los otros. La materia gris es la principal materia prima y la revolución ciudadana es un humanismo político.

La manipulación informativa, la crítica a las grandes cadenas de difusión (“el imperio de la prensa”) cierra este capítulo. Como vemos, la misma discusión en todas partes.

La banca y el brutal reparto de la riqueza

En el capítulo sobre los bancos el razonamiento se adosa a la indignación para denunciar “el enjambre de bancos predadores y tentaculares”. El 90% del dinero que circula en el mundo no corresponde a ninguna transacción de bienes materiales. En los últimos 25 años el reparto de todo lo producido por los franceses se modificó de manera brutal en detrimento de los trabajadores y los sectores productivos. En materia impositiva, la tasa sobre el trabajo se eleva en los hechos 42% mientras sobre el capital se reduce en promedio a 18%.

En el país que representa la quinta economía del mundo, hay 8 millones de pobres. De 2004 a 2007, última estadística publicada, el número aumentó en un millón. Dos millones viven en viviendas precarias, entre ellos 600 mil niños y 100 mil sin domicilio fijo. En todas las ciudades hay gente que duerme en la calle, bajo los puentes, en bancos de plaza, entre cartones. El número de ricos aumentó considerablemente, lo mismo pasó entre los pobres. Desde 1998, el ingreso medio del 0,01% de la población que representa a los más ricos aumentó 51%. Son 6 mil personas.

En ese lapso, para el 90% de los asalariados el aumento fue de 3,1%. Son 23 millones. Entre los primeros, los patronos del llamado CAC40 (las 40 empresas más importantes que cotizan en la Bolsa) aumentaron sus ingresos en 700%, de modo que cada uno de ellos gana en un día lo que un trabajador (llamado smicard, que percibe un salario mínimo) gana en un año. Por añadidura, banqueros y aseguradores se llenaron de primas este año. Con crisis o sin ella, se repartieron 2 mil millones de euros.

Carlos Ghosn, patrón de Renault-Nissan, embolsó en el último año 9,24 millones de euros, que corresponden a 770 años del llamado smic, salario mínimo interprofesional (que el autor adopta como unidad de medida). Hay páginas enteras de ejemplos convincentes que demuestran la brutal inequidad de los ingresos. Los privilegiados son a la vez los predicadores de las medidas de “austeridad” para los trabajadores.

En contraposición, el autor señala que el aumento de los salarios es una urgencia social, lo mismo que la reconstrucción del Estado y de los servicios públicos. Propone además establecer un lazo virtuoso entre el máximo y el mínimo de los salarios y de los ingresos. Como lo ha planteado la Confederación europea de sindicatos, que en el seno de una empresa la proporción no puede ser mayor a 20. Vuelve aquí al decreto de abolición de los privilegios de la noche del 4 de agosto de 1789, que ponía un techo de 3.000 libras de la época a los ingresos de los rentistas. También propone modificaciones a las tasas de los impuestos sobre los ingresos, recordando incluso medidas adoptadas por el presidente Roosevelt en 1941 (que fueron eliminadas por Reagan).

Sobre la política europea, que ante la agudizada crisis actual (véanse los casos de Grecia y de España, entre otros) cobra una enorme importancia, la propuesta es radical: salir del Tratado de Lisboa. Es lo que exige la defensa de la soberanía nacional, pisoteada a cada paso por dicho instrumento, definido como “una máquina para hacer retroceder el derecho democrático esencial de los ciudadanos y que cercena nuestra historia republicana”.

Sostiene que la Unión Europea agrede al sistema francés de servicios públicos, por ejemplo imponiendo políticas privatizadoras en materia de electricidad, y que la consecuencia es un servicio peor y más caro.”La mano invisible del mercado es mucho menos eficaz que los asalariados de un servicio público para proporcionar prestaciones adecuadas en el momento adecuado, y no caras”. La conclusión es que sería deseable volver al estatuto de servicio público, para no perder el control de la principal red eléctrica de Europa..

Esto se extiende a toda la Europa comunitaria. La Unión Europea le pone una pistola en la sien a Grecia y pretende infligirle un plan de salvataje que desangra al pueblo griego y asfixia la economía del país. (Ya se sabe cómo éste resiste las imposiciones). Del mismo modo, la obligación de presentar el presupuesto de cada país a la Comisión Europea antes de que al Parlamento del propio país es un brutal atentado a la soberanía nacional de cada estado. Mélenchon dice que el mismo equivale al derecho de veto real del Antiguo Régimen (Ancien Régime) y trae a colación un antecedente histórico memorable. La izquierda y la derecha nacieron en Francia precisamente a propósito del derecho de veto del rey a todas las decisiones de la Asamblea.

El 11 de setiembre de 1789 se solicitó a los diputados opuestos al veto real situarse a la izquierda del presidente de la sesión, y al rey y a los partidarios del veto a su derecha. Ganó la izquierda, y con ella la soberanía popular. Por la misma causa, ahora deseo el mismo efecto, escribe Mélenchon. “Para que el pueblo recobre su soberanía, y por ende su ciudadanía, en todos los puntos y en todos los lugares”.

La ecología, la paz mundial, la movilización popular

Un extenso desarrollo, científicamente fundamentado, amerita el gran tema de la ecología política, concebido como la antesala de una nueva conciencia colectiva. Frente a la catástrofe ecológica, ya instalada, defiende el proyecto de planificación ecológica presentado en 2010 en la Asamblea Nacional por los parlamentarios del Front de Gauche y el Partido Comunista.

En el capítulo dedicado a la paz mundial parte de la afirmación de que “la OTAN es en el presente un puro órgano imperial de los Estados Unidos” y no tiene sentido desde el fin de la guerra fría. Aboga por la salida de las tropas francesas de Afganistán (lo que Hollande confirmó ante Barack Obama, en el sentido de anticiparla en dos años. En cuanto a las relaciones de Francia con Alemania, destaca en particular los vínculos de su partido con el partido de la izquierda alemana Die Linke y con su presidente Oskar Lafontaine, que considera su alter ego. Proclama que la independencia respecto a EEUU debe ser global, y que el desarme nuclear mundial es un imperativo categórico.

Llega así al balance actualizado de sus previsiones. Con el telón de fondo de la mayor crisis del capitalismo desde el comienzo del siglo pasado, comprueba que Grecia ha sido crucificada, que en su país ha crecido la desocupación de larga duración, que se han deteriorado los servicios públicos y la escuela pública, que la pobreza explota (con 340 mil pobres más en un año), que ha aumentado la riqueza de los más ricos, insiste en las propuestas de elevación de salarios y examina en particular la propuesta de François Fillon de elevar la edad de jubilación a los 67 años, “como en Alemania”.

En este sentido, algo ha comenzado a cambiar con los primeros pasos del gobierno de Hollande. Ya mencionamos el retiro de tropas francesas de Afganistán. Veremos su actuación sobre los temas ecológicos en la conferencia mundial Río +20 en los próximos días. En cuanto a las amenazas contra el sistema previsional, el gobierno de Hollande lo modificó en sentido contrario al proyectado por el gobierno anterior, que en 2011 ya había elevado la edad mínima a 62 años. Desde noviembre próximo los trabajadores podrán jubilarse a los 60 años, luego de un período de cotización completa de 41 años de trabajo.

La conclusión final es un llamado a la movilización y a la acción, con la esperanza del advenimiento de días mejores para el pueblo. En todo caso, la lucha está entablada

Publicado en Bitácora, Nº 471, edición digital, 18 de junio 2012

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