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Jorge Millas: centenario de un libertario. Por Maximiliano Figueroa

El siguiente texto es una breve presentación del libro “Jorge Millas. Irremediablemente filósofo”, una selección de entrevistas y discursos del filósofo chileno que me correspondió realizar y que el sello editorial de la Universidad Austral de Chile acogió y publicó este año en que se cumple el centenario del nacimiento del filósofo. Un libro que recupera y reúne pronunciamientos que estaban, hasta ahora, dispersos, que nos acerca la palabra y reflexión del propio Jorge Millas y que puede contribuir al conocimiento y estimación de su figura como universitario, filósofo, ciudadano e intelectual público.

Efectivamente, el material reunido otorga a la obra filosófica de Millas un marco de referencias históricas, políticas, culturales y biográficas que contribuyen a la mejor comprensión de su vida y sus escritos. La coherencia que existe entre los libros de Millas y sus entrevistas y discursos, es total. El ánimo libertario, la hondura filosófica, el talante humanista, la claridad expresiva, el rigor argumentativo son reconocibles como constantes en todas estas páginas que plasman la palabra viva, pronunciada por el propio Millas. Registro explícito de una praxis filosófica que arraigó en su tiempo y circunstancia, implicada en la vida, expuesta a ella. El lector encontrará al intelectual público expresado a cabalidad, comprometido con la suerte de la sociedad chilena. Un Millas socrático hablando en el espacio del ágora mediático de la prensa escrita, incitando a un vivir individual máximamente consciente, denunciando las trampas que los propios seres humanos fabrican para limitar los fueros de la razón y el mejor desarrollo de la libertad. La filosofía al servicio de generar una sociedad más consciente de sus desafíos. Filosofía convertida en exhortación a los poderes morales y políticos que la propia sociedad puede activar y movilizar para rectificar, definir y construir su destino. El anti-dogmatismo, el anti-autoritarismo, el afán por comprender, la defensa de la dignidad humana, la oposición a cualquier intento de justificación de la violencia, la afirmación lúcida y comprometida de los avances civilizatorios que encarnan la filosofía, los derechos humanos, la universidad, la prensa libre, la democracia, atraviesan las entrevistas y discursos reunidos.

“No se trata de vivir primero y después filosofar. La vida es demasiado compleja y demasiado corta. Y si nos atuviéramos a ese proverbio (primum vivere deinde philosophare) tendríamos que quedarnos con vivir y no filosofar nunca, porque siempre tendremos la vida por delante y eso nos servirá siempre de excusa para no filosofar. Por eso yo creo que se vive y se filosofa simultáneamente. No son cosas separadas. La filosofía debe estar siempre impregnando la vida.” Esta respuesta de Millas en una entrevista realizada en 1981, da el tono, la intención y anuncia los contenidos que quedan plasmados en el material seleccionado. Una concepción en que vida y filosofía se traducen en una práctica que las reúne y vincula. Sin embargo, aclaró Millas, “no soy ningún beato de la filosofía”, agregando que “La filosofía nunca ha dado respuestas a los problemas, si por respuestas se entienden soluciones que permiten superarlos…clarificar los problemas y ayudarlos a ver en su verdadera naturaleza es la función de la filosofía. Y la otra, la más importante, es entrenar a la gente en el pensamiento crítico, racional. Mantener la razón siempre viva y despierta.” Porque “las últimas respuestas solo las tienen los que no se hacen las últimas preguntas”. Consultado respecto a la presencia de la filosofía en los planes de estudio, afirmó que esta “puede proteger a los jóvenes enseñándoles a defender la autonomía de la razón”; y sobre el rol de los jóvenes universitarios indicó con énfasis: “El de siempre. No dejarse embaucar” y mantenerse libres desde esa fuente de fortaleza de la libertad que es “la mente que duda e inquiere, reclamando hechos, razones y valores.”

El volumen contiene 17 entrevistas que el pensador concedió; una de 1970 y las restantes del lapso que va de 1973 a 1982, año de su fallecimiento. Con la excepción de Humberto Giannini, no hay otro filósofo en Chile que haya dejado un registro tan amplio en la prensa nacional, lo que contrasta con su completa ausencia del espacio televisivo. Fueron tiempos los suyos en que los medios de comunicación estuvieron intervenidos o bajo la amenaza de la censura y la clausura, por eso, cada una de estas entrevistas representa un episodio de coraje y dignidad que honra el sentido ético y la misión social del periodismo. Una especial mención merece la periodista Malú Sierra por la cantidad y calidad de las entrevistas que le realizó, por la hondura y fina percepción que plasma en sus presentaciones del filósofo. El campo de los temas abordados es amplio: su niñez y juventud, sus libros, su idea de la filosofía y la democracia, la sociedad de masas, la libertad de prensa, el terrorismo y la violencia de Estado, la constitución de 1980, las razones de su renuncia a la universidad son, sin duda, los principales.

Los discursos seleccionados son tres y aparecen reunidos por primera vez. El primero, “La ciencia y la ilusión humanista” muestra al académico inaugurando una actividad universitaria y desplegando una reflexión de radical contemporaneidad: cómo entender y desarrollar los ideales del humanismo en el contexto del avance de la ciencia y la técnica moderna. Fue transcrito de una grabación magnetofónica que conserva en sus archivos la Universidad Austral. El segundo, “Con reflexión y sin ira”, es la expresión más clara de la relevancia nacional que llegó a alcanzar Millas como intelectual público: se trata de su discurso en el Teatro Caupolicán en el denominado “Encuentro de hombres libres” que reunió a los opositores a la carta Constitucional que el régimen militar sometió a plebiscito en 1980. El tercero, tiene un valor testimonial y personal: Millas se despide de la comunidad valdiviana explicando las razones de su renuncia a la universidad y confesando lo difícil y penoso de su decisión. Fue publicado por el diario El correo de Valdivia el 9 de agosto de 1981.

No cabe duda de que la universidad fue el tema vertebrador de su actividad como intelectual público. Puede decirse que la universidad fue la pasión de Millas y, a la luz de estas reflexiones queda claro que pensó su esencia como pocos y estuvo en primera línea para defenderla cuando las condiciones de su existencia se hicieron hostiles para su realización. No es una exageración afirmar que la idea y defensa de la universidad llegó a identificarse con el filósofo hasta un punto en que se hace imposible pensar la universidad chilena eludiendo su lucha como episodio esencial de su devenir histórico. A partir de ese “año de dolor”, como califica Millas a 1973, todas las instituciones de educación superior del país quedaron sujetas a la intervención militar y sometidas a lo que él calificó como una “situación de postración.” Su renuncia fue un gesto de autenticidad y coherencia personal, permanecer en ella hubiese significado, señaló, “achicarme y arrinconarme y quedarme en un cubículo dentro de un sistema sofocante…yo no podía continuar allí con todo lo que estaba pasando”.

La situación del país lo forzó a extender su lucha a una defensa de la autenticidad democrática ante los intentos del régimen de instaurar una “democracia protegida”. En su discurso en el Teatro Caupolicán expresó que “No hay gracia alguna en proteger la democracia, desnaturalizándola. El desafío es salvarla desde la democracia misma. Es decir, mediante instituciones auténticamente democráticas. En su autenticidad, está su verdadera autoridad”. Millas advirtió que la insuficiente legitimidad de las condiciones de origen y aprobación de la Constitución de 1980 la comprometía de un modo indefectible y que el problema de una nueva Carta Fundamental llegaría a ser, en sus palabras, “la gran tarea histórica de los chilenos libres”. Argumentó –recordemos que frente al texto original que contenía, además, un articulado transitorio– la incapacidad de la nueva Constitución para asegurar una auténtica democracia, para arraigar en la experiencia histórica republicana de Chile y para representar un factor de unidad en el futuro de la nación.

La filosofía, a la par que el más radical esfuerzo de integración comprensiva que realiza el ser humano frente a la experiencia, estuvo en su caso animada por una vocación comunicativa con los demás. Nada más alejado de Millas que el hermetismo en que muchas veces la academia encierra el decir filosófico. Hay en él, presente y manifiesta, la convicción de que el intelectual ha de entender su labor como estando exigida a una extensión comunicativa en el espacio social. El hecho de que una parte de su reflexión esté contenida en entrevistas y discursos, y que la lectura de este material importe en el propósito de comprender su pensamiento, viene a ratificar esta voluntad comunicativa que animó su quehacer filosófico. “¿Para qué sirve la filosofía?”, preguntó Millas en su primer libro, su respuesta fue: “para que yo, tú, y todos, participemos en la comensalidad de lo humano. Filosofar es humanizar, humanizándose, por eso mismo en la filosofía lo teórico y lo práctico se penetran y confunden”.

Millas no fue un moralista hablando desde una sitial de superioridad personal, incluso cuando sus críticas fueron más intensas habló “con reflexión y sin ira”, confiaba, lo cito, en que “la racionalidad genera a veces el milagro de imponer la compostura práctica y la dignidad moral sobre los asuntos humanos”. En una de las entrevistas contenidas en el libro, se le consulta al filósofo qué le han enseñado la vida. Su respuesta fue: “La vida me ha llevado a la conclusión de que el bien más preciado que podemos perseguir es la bondad, más que el saber”. Dicho por un hombre dedicado toda su vida a la tarea intelectual, reputado como una de las mentes más brillantes del país, la respuesta tiene un especial valor, encierra una sabiduría vital. Si la tomáramos en toda su profundidad, quizá veríamos que implica otro paradigma para la vida personal y social, otra forma para orientar la educación, una jerarquía distinta para indicar lo que más importa en un ser humano y en el tipo de país que formamos.

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