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La Transición Intrigante en Chile: a cuarenta años del golpe. Por Dr. Eda Cleary

Los teóricos de la intriga vienen analizando hace muchos años una marcada tendencia a la “infiltración intrigante” de las sociedades modernas, sobre todo en el plano de la política, cuando existen conflictos no resueltos o latentes. La característica fundamental de la “infiltración intrigante” en la política es el manejo artero de la verdad y la negación y/o bagatelización de los conflictos. Los órganos de resolución de los problemas sociales como los parlamentos o los aparatos burocráticos cesan, al decir de Gustav A. Pourroy, autor del libro “ El Principio de la Intriga. Sobre la Función Social de un Mal”, de trabajar como “máquinas de resolución de conflictos sociales” y se transforman en camarillas mafiosas con intereses ajenos al bien común, donde se enfrentan bandos con rivalidades personales en un interminable juego de intriga y contra-intriga. La política se vacía de contenidos y sólo interesa ganar ventajas desde las sombras. La consecuencia del accionar intrigante disminuye la inteligencia social pues la distribución de los recursos humanos, financieros y medio-ambientales se decide fuera de la lógica del bien público. Según la moderna sociología de la intriga, este fenómeno denota una acción social planificada, basada en la astucia o en el engaño para conseguir beneficios propios y perjudicar a terceros. Desde los comienzos de la humanidad ha existido la intriga como parte constituyente de la conducta humana, pues en el reino animal, no existe la intención de engañar o camuflarse para dañar a otro, sino que solamente diversas estrategias de encubrimiento de carácter instintivo propios para la sobrevivencia de las especies.

Una intriga se configura cuando hay un motivo, un plan, un objetivo, una acción encubierta y una organización de apoyo en red. Generalmente el elenco de los procesos intrigantes es el mismo: el instigador que actúa desde las sombras, los ayudantes voluntarios e involuntarios y la o las víctimas. Su modo de operar es desde las sombras, pero para crear impacto público. Cada uno de los miembros de la intriga tiene intereses creados y ganancias que esperar de su acción intrigante. En las sociedades modernas, la intriga se ha practicado también como “contubernios a plena luz del día” según el término acuñado por el filósofo francés Alexander Koyré, quien planteó que las mentiras modernas son masivas y se organizan a la manera de los espectáculos: con banderillas, insignias, rituales, discursos y cánticos. Ejemplos históricos de ello son los regímenes autoritarios nazis, fascistas, comunistas y dictaduras militares de todo cuño

A cuarenta años del golpe militar, estos conocimientos elaborados por la sociología de la intriga, nos resultan familiares a muchos chilenos. En Chile no sólo se ha mentido de manera sistemática, como nos lo dice el abogado de derechos humanos Hector Salazar, sino que se ha urdido un “plan intrigante” para engañar y encubrir concienzudamente la verdad fáctica de nuestro país como fue el exterminio físico de miles de compatriotas durante la dictadura. Se han usado todo tipo de mecanismos para negar este hecho que van desde la ridiculización de los familiares de las víctimas, la justicia en la medida de lo posible, la justificación de los crímenes por el contexto, la culpabilización general de la sociedad para eludir las responsabilidades del Estado y de las personas involucradas, las acciones para poner punto final a los procesos judiciales y las políticas de reconciliación en base a “dar vuelta la página” o “mirar al futuro olvidando el pasado” sin juicio ni castigo a la mayoría de los culpables. Cabe recordar en este contexto que la justicia lograda hasta el momento ha sido exclusivamente gracias al esfuerzo de las organizaciones de derechos humanos, la Vicaría de la Solidaridad de la Iglesia Católica y los familiares de las víctimas que fueron acompañados por un círculo de abnegados abogados de derechos humanos y un puñado de jueces decentes que no se hicieron parte de la denegación de justicia que fue común al poder judicial y que permanece impune hasta el día de hoy.

Este cuadro es el que ha sellado la base para la instalación de un estilo intrigante de hacer política en Chile. El objetivo era mantener en el poder a la elite binominal y legitimarla a través de la negación de los conflictos. Se han urdido verdaderas redes de intereses comunes de los actores de esta “macro-intriga”: unos para disfrutar de las delicias del poder, otros para mantener el status quo económico, otros porque se han convencido que no hay otra manera de gobernar y otros sencillamente por oportunismo y comodidad. Está por verse si la política chilena será capaz de superar la “infiltración intrigante” de los últimos cuarenta años para dar paso a un modo transparente de gobierno, donde todos los chilenos se enfrenten a la verdad horrenda que consiste en que la gran mayoría de la elite de derecha mantuvo silencio frente a un régimen de exterminio de los opositores y nunca tuvo el coraje, ni civil, ni político ni humanitario para levantar la voz y detener el terrorismo de estado. De no menos gravedad es el hecho que la Concertación decidió concientemente aceptar esta situación y legitimarla políticamente poniendo a las víctimas en el mismo grado de responsabilidad que a sus verdugos. Sus llamados a que “todos pidan perdón” resultan a lo menos cínicos, pues ¿cómo se le puede pedir a los quemados vivos, a los degollados, a los torturados, desaparecidos, ejecutados, relegados, exiliados y exonerados que asuman su responsabilidad? ¿Es que acaso son ellos responsables de haber sido víctimas de semejantes atrocidades?

La elite politica chilena ha pecado de soberbia y se ha convencido que su transición política es un ejemplo al mundo. Luego de cuatro décadas, las heridas causadas por la política intrigante del olvido y la negociación mezquina están más abiertas que nunca y apuntan a un rotundo fracaso. Por ello se hace necesario abrirse a la experiencia histórica mundial para aprender de ella. Así, por ejemplo, sabemos que en Alemania de pos guerra, está prohibido por ley hacer alabanzas al régimen nazi y la instigación al odio antisemita como una de las tantas formas de compensación a las víctimas y reconocimiento de la culpa histórica. Ningún político puede darse el lujo de justificar el régimen nazi por el contexto histórico ni menos celebrarlo, pues en su país se estableció la verdad fáctica: la planificación sistemática del exterminio de judíos, gitanos, minusválidos y todo tipo de opositores a Hitler desde el propio Estado.

Por ello Alemania Federal se comprometió en forma responsable con la política del “Nunca Más” y estableció una verdad oficial válida para todos los alemanes hasta el presente. Cuando en 1988 el Presidente del Parlamento Federal en Alemania Philipp Jenninger pronunció un discurso en ocasión del 50. aniversario de la noche de los cristales rotos que marcó el inicio de la persecución antisemita en Alemania y se atrevió a justificar esos hechos en su contexto histórico, debió renunciar al día siguiente a su cargo por presión de los medios de comunicación alemanes e internacionales y del parlamento alemán. Ojalá Chile pudiese prohibir por ley la alabanza a la dictadura pinochetista por respeto a las víctimas y a los múltiples sufrimientos causados a sus familias.

No cabe duda que el estilo intrigante de gobernar ha causado y causa todavía un daño enorme a nuestro país, pues la intriga sólo es posible en el siniestro escenario de la “mentira organizada” o de la mentira convertida en verdad. Los beneficios de la política intrigante siempre son personales, mientras que los beneficios de la política verdaderamente democrática se orientan al bien común. A cuarenta años del golpe, solo queda por decir que la transición chilena llevada a cabo por la elite binominal fue genuinamente intrigante.

Agosto 2013

Dr.Eda Cleary es socióloga, doctorada en ciencias políticas y económicas en la Universidad de Aachen, Alemania Federal. Consultora internacional, experta en sociología de la intriga, políticas públicas y modernización del Estado

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