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La espada de Damocles. Por Ángel Saldomando

A la reunión de los países miembros de G-20 en México, le seguirá la de la Unión Europea a fines de junio, entre medio tuvieron lugar las temidas elecciones griegas, el salvamento de España y se puede dejar bastante espacio más para lo que vendrá. Unos y otros cambian de lugar pero la espada de la crisis sigue suspendida. De coyuntural a financiera y de financiera a sistémica la crisis va revelando trasfondos y peligros cada vez más profundos.

El efecto bola de nieve

Como en los cuentos hay que decir érase una vez la crisis financiera desatada por la especulación en Estados Unidos el sector inmobiliario, se fragilizó el sistema financiero y comenzó a trasladarse a Europa. Las deudas impagas y los productos financieros especulativos que estallaban como burbujas de jabón arruinaron los balances de los bancos comprometidos en el juego. Las necesidades de recapitalización de los bancos privados que succionaron cuantiosos recursos pusieron en riegos las condiciones para el endeudamiento público a tasas de interés manejables en el mercado y disparó a su vez la crisis de la deuda pública insostenible y asi cayó primero Grecia, luego Irlanda, España Portugal e Italia.

El ajuste y la restricción de liquidez por los recortes públicos y los fondos destinados a los bancos en dificultades indujo la recesión y cayó la primera espada de Damocles.

Los países están la disyuntiva de achicar sus déficit con ajuste y más sacrificios, o de generar medida de impacto fuerte para reactivar sus economías.

Sin embargo, la cuestión se volvió sistémica en Europa por la independencia de los bancos centrales y la moneda única que impide manejar la política monetaria, por el papel del banco central europeo, emisor pero no prestamista de última instancia a los estados, y por la articulación catastrófica de deuda privada y pública en los mercados de capital privados lo que los arrastra a una espiral mortal en caso de crisis. A ésto se agrega el que las economías europeas amarradas al euro, con diferencia de capacidad e inserción en el mercado, pagan el costo de una moneda única porque traslada todo el peso de la economía a la balanza comercial y de pagos. No hay euros, no hay reservas, no hay pagos, más recesión.

Crisis sistémica

Salvar el euro equivale ahora a no pinchar el flotador que sostiene la unión europea. Pero eso es sólo la parte visible del problema. Mientras las elites conservadoras desean salir de la crisis con más reformas de mercado, más liberalización, más flexibilidad del trabajo, mas ajuste que pagan los trabajadores, por otro lado, es todo un modelo que está tambaleando.

La integración no redujo las asimetrías entre países, estratificó los liderazgos y las debilidades, los ganadores y perdedores dentro de la unión y dentro de los países. Grandes fortunas y más concentración del ingreso. El modelo industrial europeo fuera de los grandes grupos está exhausto, la relación entre productividad y distribución de los beneficios hace tiempo que se cortó. La dependencia energética se ha vuelto potencialmente crítica y las relaciones sociales están cada vez mas tensionadas.

Europa buscó construirse en los últimos treinta años en torno a un capitalismo intenso desregulado, concentrado y global, perdiendo al pasar nociones de integración equilibrada, equidad y gestión de economías diversas.

Las elites conservadoras arrogantemente dieron lecciones de integración, democracia y capitalismo inteligente. En la realidad políticos de mercado a la Berlusconi y a la Sarkozy o estrechamente dependientes del humor de los bancos y del sector más transnacionalizado manejaban el sistema. Los socialdemócratas a su vez perdieron el norte sumándose e integrándose por arriba al modelo.

La espada de Damocles se globaliza

La interdependencia de las economías sin embargo extiende el peligro a otras regiones. Las economías emergentes se preocupan naturalmente de la disminución de los mercados de los cuales dependen y de la inestabilidad financiera. Algunos irresponsables están captando fondos baratos en Europa producto de los financiamientos de salvamento para ofrecérselos a América latina a tasas más altas. No escarmientan.

La salida optimista de la crisis es reanudar el crecimiento a como sea. Quizá el flotador funcione en el corto plazo. Pero el ciclo económico está en un impase más grave en un mundo finito.

Es el modelo económico el que está fracturado. Desacoplar el modelo financiero especulativo de las economías no será fácil, recuperar capacidad de gestión pública y de regulación efectiva así como replantear el modelo social llevan a una salida que ponen en cuestión el modelo de capitalismo intensivo y exige otra agenda de reformas. El diagnóstico es claro, el crecimiento tal como está organizado no aumenta la equidad ni el bienestar y menos aún tiene una base sostenible.

Las razones se encuentran en la plutocracia, la concentración del ingreso, la disminución de la capacidad de negociación de los sindicatos, la erosión del salario mínimo y el desempleo.

En esto coinciden peligrosos “anti sistema” como Lawrence Mishel del Instituto de política económica, James Galbraith de la universidad de Texas o Peter Bofinger del Instituto para el nuevo pensamiento económico de la universidad de Wurburg y consejero del gobierno alemán. Vaya.

No es casual que en este lado del atlántico Argentina y en parte Brasil se hayan convertido en una contra propuesta de modelo. Pero solo en parte. No todas las lecciones han sido extraídas, en ambos países impulsados ahora por estrategias desarrollistas las cosas pintan mejor. Pero, siempre hay un pero, el modelo desarrollista no se diferencia del de la vieja Europa, esos eran los buenos tiempos que se acabaron. Sin mencionar a los países que siguen los pasos del capitalismo intensivo, una loca carrera contra el muro.

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