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Casta y sumisión en la sociedad agraria chilena

La importancia de los apellidos y ese gusto por la mano dura

La reforma agraria hizo resonar las dos cuestiones esenciales de la sociedad chilena, en el origen, en el entonces y en el ahora: la primera es ese modo sociológico de ser completamente desiguales, duales; la segunda, el goce de la mano dura. Ambas nacen y viven, sus cinco siglos, en los fundos. El fracaso de la reforma agraria fue también la derrota del proyecto modernizador y la permanencia del principio del orden chileno: casta y sumisión. Aquello de libres e iguales por aquí todavía no ha pasado.

La primera ley del fundo era la desigualdad de origen asumida como naturaleza y hasta justificada en sus relatos sagrados. Los apellidos, como seña de familia, estirpe o, sin más, genética, hacían la marca de la desigualdad absoluta entre patrones e inquilinos. Como si fueren dos conjuntos distintos, sin continuidad alguna. El principio, en suma, de organización jerarquizada en función de linajes. Se es, en Chile, desigual de nacimiento: de nacimiento de Chile, y de los nacimientos en Chile. Como si fuere natural, la sociedad se hizo sobre el imperio de un grupo étnico, o etnificado por conveniencia ideológica, da igual, sobre otro. En el fundo se formaron al consuno el mestizo y el criollo, dos etnias, dos clases, que iban a durar hasta la reforma agraria. Y siguieron, se quedaron, como la otra contrarreforma agraria, la que negó la crítica radical del etnoclasismo chileno, y dejó en su sitio, de nuevo, naturalizada aquella desigualdad adscrita a la piel, a la familia...

Artículo completo: 261 palabras.

Texto completo en la edición impresa del mes de junio 2017
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Manuel Canales

Sociólogo.

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