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La indiferencia de los intelectuales en la reflexión sobre el presente chileno. Por Jaime Valdivieso

Es lamentablemente sugerente en nuestro país la falta de interés o de inquietud que muestra la mayoría de los escritores e intelectuales sobre el acontecer político, social y cultural en nuestro país y Latinoamérica. Y digo esto, porque a muy pocos al parecer, ni siquiera aquellos intelectuales y ex militantes (algunos ex dirigentes) muestran algún interés por manifestar su opinión respecto a temas como la justa rebelión de los mapuches, por ejemplo, o el triunfo de Evo Morales en Bolivia, que no son nada de menores en estos tiempos y que sí, hacen del escritor, del artista, del intelectual junto con el indispensable buen manejo de su artesanía, una persona, un intelectual Respetable un el mejor de los sentidos.

En lo que se refiere a los poetas que sucedieron a los cuatro grandes (Gabriela, de Rokha, Huidobro y Neruda), no se ve que parezca preocuparles para nada lo que sucede en nuestro país y en el resto de América.

Al parecer esas grandes y nobles preocupaciones tienen mucho que ver con la despolitización general, con el interés por devenir en “persona grata” para los medios o simplemente, la desvalorización de las ideologías resulta una buena cuartada para pasarse a la izquierda renovada, que no es sino un eufemismo para evitar decir a la derecha, y finalmente por el deseo de éxito que, a la par con la buena disposición para ser manejado por lo medios, sobre todo en caso de los escritores y artistas, inmoviliza y trasforma al intelectual en un zombi benévolo.

Qué respeto puede inspirar un escritor por bueno que se le considere si se vuelve cómplice del silencio, vale decir de un sistema imperante que hasta el momento no ha solucionado en forma conveniente tanto los problemas de los derechos humanos, de la salud y la educación. Ni menos otros problemas que aunque menos perceptibles, hunden sin embargo sus raíces desde el tiempo de la Colonia, como es el de los mapuches que no solo se relaciona con la inmensa deuda histórica que les debe el Estado, sino que está directamente relacionado con la identidad de los chilenos, con lo que el escritor Hernán Valdés tan lúcidamente calificó en su novela A partir del fin como “los fundamentos delirantes de nuestra identidad nacional”. Efectivamente los fundamentos son delirantes ya que de una plumada hemos borrado la herencia mapuche por una parte, y por la otra nos hemos autocalificado como los ingleses o los europeos de América, con lo cual junto con negar nuestro pasado y su herencia espiritual y cultural, le hemos dado la espalda sistemáticamente al sentido latinoamericanista y al espíritu de hermandad entre países con el mismo idioma, un mismo pasado y una misma discriminación en el presente por la explotación sistemática e igualmente común de los Estados Unidos, ahora más que nunca gobernado por el más incapaz, inculto e insensible de sus gobernantes.

Sin embargo, esta falta de identidad, de dignidad en muchos casos y de espíritu latinoamericanista también lo vemos en otros países, donde los gobiernos, alguno de ellos de origen indígena, corren a ponerse a las órdenes del Imperio antes de examinar lo que le conviene a su país y al resto de los vecinos.

Si partiéramos de la base que la integración latinoamericana es lo único que nos conviene para liberarnos y ser nosotros mismos, que el sistema neoliberal y la economía de mercado es un sistema ajeno a nuestra manera de ser y de sentir, si viéramos que la calidad de vida no depende de más o menos tarjetas de crédito sino de más solidaridad, seguridad en el trabajo y mayor acceso a los estudios superiores, y sobre todo conservar más nuestras costumbres que nos vienen del pasado y que se caracterizaba por valorar el mayor tiempo para conversar, disfrutas de una buena comida y de una mejor conversación, tal como la practicaron los miembros del antiguo partido radical que tan bien interpretaron la idiosincrasia heredada de los mapuches, donde las comidas, el uso de la palabra y del tiempo no del reloj sino del espíritu era parte de un ritual que le daba sentido y valor a la vida y que desgraciadamente hemos perdido.

Nada de estas preocupaciones vemos en la mayoría de los poetas e intelectuales chilenos, que son los más indicados para pensar desde el espíritu y la razón y no desde la inmediatez del poder, del éxito o la fama.

Basta par apreciar esto que los grandes escritores que han obtenido el premio Nóbel, son no solo grandes en su oficio sino que portavoces de los mejores valores del hombre y del espíritu, y que en su mayoría permanece alerta a los grandes problemas contemporáneos como es el caso de Saramago, de Gunter Grass, de Quetzqui y para no olvidar lo que fueron Neruda y la Gabriela Mistral que debieran volverse un ejemplo permanente en cuanto a la preocupación humanista, latinoamericanista e independentista de nuestro continente.

Jaime Valdivieso B

29 de julio de 2012

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