Han pasado más de cuatro semanas. En el atardecer del parque, donde se divierten pequeños monos, ardillas y revolotean las aves, Zohra Bibi se sumerge en el recuerdo de los acontecimientos. La llegada a la casa de su patrona, las bofetadas, la huida, el teléfono celular confiscado, toda la noche bloqueada en el complejo residencial; luego, en la madrugada, la llegada de sus colegas, armadas de palos, piedras y consignas vengativas.
Era el pasado 12 de julio. Zahra Bibi, de 29 años, una de las quinientas trabajadoras domésticas del Mahagun Moderne, un complejo residencial de veintiuna torres situado en Noida, en los suburbios de Nueva Delhi, entraba a la casa de su patrona, Harshu Sethi. “Todas las mañanas me levanto a las 5:30 para estar en casa de mis empleadores antes de las 7, y preparar los desayunos. Nosotras, las domésticas, les ahorramos mucho tiempo a nuestras patronas haciendo esas tareas del hogar por ellas. Con mis ocho empleadores, lograba reunir un salario de 17.000 rupias [221 euros]. Hace doce años que estoy haciendo esto. Mi hijo mayor, mi marido y yo, trabajando de albañiles, construimos el Magahun Moderne y otras torres. Cuando se mudaron los residentes, una mañana atravesé las rejas, pedí que me dieran trabajo y así me convertí en criada”...
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