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Las caras de la tecnología o la narcoeconomía. Por Alicia Gariazzo

El desarrollo que ha tenido la tecnología en los últimos años en el mundo entero ha sido extraordinario. Es enormemente gratificante ver cómo se usa la energía solar y eólica en Europa, especialmente en las islas mediterráneas. Lo es saber que en Holanda ya se construyen carreteras con pavimentos irrompibles que absorben energía solar para su iluminación. Nos enteramos que Japón ha inventado el Robot Pepper que interpreta emociones, ya a la venta para empresas y para el público en general en 2017. Que Larry Page, fundador de Google, ha invertido cerca de US$100 millones para crear el auto volador que patentó en 2013. Los modelos consistirían en pequeñas aeronaves de fuselaje estrecho con dos hélices en la parte trasera. Que el Banco de Japón en otoño comenzará a usar una moneda virtual, la Mitsubishi Tokio-UFJ. La divisa se llama provisionalmente MUFG y podrá emplearse en operaciones de compra, transferencias o cambiar divisas a menor costo. El uso de drones se generaliza, PwC estima que el potencial de negocio de los drones en el mundo es de US$127.000 millones. Con ellos, las empresas crean negocios, abaratan costos, y disminuyen tiempos de respuesta. Ya se usan en infraestructura por US$45.200 millones, agricultura US$32.400 millones y transporte US$13.000 millones, en seguridad, entretenimiento y media US$32.400 millones, seguros US$6.800 millones, telecomunicaciones US$6.300 millones y minería US$4.300 millones. Crecerán a una tasa de 19% de aquí a 2020, momento en que la mitad de las tareas actuales se ejecutarán digitalmente.

Y Chile no se queda atrás. Ya podemos leer en el Metro que en 2017 este usará energía eólica y solar y que la nueva Línea viene sin conductor. Sabemos que nuestro país está en la punta en la normativa para trabajar con drones. Cada vez los bancos cierran más sucursales dado que la mayoría de las transacciones se hace vía Internet. Los drones están jugando un gran papel en la agricultura, desde salvar vidas a detectar plagas incipientes. En la portada de Antofagasta con ellos se investiga la cantidad y tipo de aves de la zona. Se usan en fotogrametría, cálculo de volúmenes, inspecciones de todo tipo, reconocimiento de terrenos. Un dron de cara puede llevar 10 litros de químicos y recorrer un terreno más rápido que el personal de tierra, también hacer inspección de palas eólicas. En otro orden, una multinacional española, con una inversión superior al millón de dólares, ha anunciado en Chile la instalación del primer data center local, el cuarto a nivel mundial, con el que ofrecerá servicios de cloud computing para todo el Cono Sur. La industria forestal chilena hace tiempo que corta y prepara la madera digitalmente, también la minería donde ya los camiones de las mineras se manejan sin conductor. Chilectra acaba de anunciar que eliminará 50 mil medidores de energía. De ahora en adelante la medición del gasto en energía se hará on line. Sin ir más lejos, entre las 22 acciones pro crecimiento que había ofrecido el Gobierno había varias orientadas a facilitar trámites, a través del despacho on line, disminuyendo la injusta dependencia de las notarías. El Poder Judicial e instituciones como la Tesorería General de la República han hecho un trabajo pionero en digitalizar e informatizar procesos con lo que se ha hecho posible que los usuarios hagan todos sus trámites on line. En los puertos chilenos el reemplazo de trabajo humano por tecnología digital, se generaliza desde fines de los años 90 con la concesión y privatización de estos. Las grúas que reemplazaron el trabajo de los estibadores, son de tal sofisticación que pueden ser programadas no solo para trasladar carga, sino también para elegirla. Ello fue una necesidad dado al crecimiento del comercio exterior, pero también, porque los países y sus empresas están obligados a ponerse al nivel de aquellos con los cuales comercian. Al mismo tiempo se produjo la modernización de las aduanas. Se han traspasado muchas funciones a los Agentes de Aduana, lo que ha sido posible por la incorporación del sistema EDI, Exchange Digital Information, que permite una comunicación segura y expedita.

Estas es una de las caras de la tecnología, la más linda, y es sorprendente que los economistas oficiales ni siquiera lo mencionen en sus intervenciones públicas. Probablemente se debe a que tratan de ocultar la contraparte que la modernización lleva consigo. La cara más fea, que por supuesto es muy desconocida. Ello es la dependencia que tiene toda la industria digital del mineral llamado coltán que se produce mayoritariamente en la República del Congo. Mientras nos preocupamos de la defensa de los animales, de darles amor y defender sus derechos, ignoramos que han muerto millones de seres humanos en el Congo por guerras fraticidas impulsadas por las multinacionales desde Ruanda y Uganda. No sabemos que en el Congo se encuentra el 80% de las reservas de coltan, extraído en minas a cielo abierto por niños de ocho a quince años que trabajan a 25 centavos de euro diarios, si es que les pagan. El coltán es una mezcla de dos minerales, columbita y tantalita, que se da de forma rara y escasa en la naturaleza. Vale mucho más que el oro, ya que es esencial para el desarrollo de la industria aeroespacial, telecomunicaciones, ordenadores portátiles, celulares, videojuegos, satélites, estaciones, vehículos espaciales, misiles, armas inteligentes, aceleradores de partículas, trenes magnéticos, baterías y aleación del acero para oleoductos. Por su superconductividad y carácter ultrarrefractario, almacena carga eléctrica temporal y la libera cuando se necesita. Tiene alta resistencia a la corrosión y a la alteración, que lo hacen idóneo como material privilegiado para uso extraterrestre en la Estación Espacial Internacional y en futuras plataformas y bases espaciales. Pese a ello el Congo vive en la miseria. Después de la guerra de 2008 a 2003, la ONU consigue que se firme un acuerdo de paz, pero solapadamente, continúa la expoliación del recurso y el atropello a los congoleños por parte incluso de los mismos militares enviados por la OTAN a llevar la paz, especialmente contra las niñas, que son tratadas por todo tipo de militares y bandidos de las peores formas imaginables. Es por eso que organismos de defensa de los derechos humanos llaman al coltán, el mineral de la muerte.

Esta cara tan fea de la tecnología no se ve en Chile, pero las feas que se pueden ver se ignoran, gracias a la selección que hacen los grupos económicos de las noticias que nos permiten. Es evidente que en Chile, los avances que hemos mencionado y los infinitos que ni siquiera imaginamos, han producido el reemplazo de mano de obra por máquinas y que cada modernización elimina cientos de tareas que ya no se requieren. Algunos trabajadores se han reciclado, pero los de más edad no lo han logrado. En muchas actividades del sistema productivo se ha producido infinidad de retiros de hombres de 40 años que ya no pueden aprender a manejar la nueva maquinaria. Las empresas de servicios, como seguros y similares, funcionan con una estructura de expertos digitales en la cúpula, con personal de terminales que lee a los clientes sus pantallas y con publicistas del servicio que llaman por teléfono ofreciendo la marca a los que se les paga por llamada exitosa, en su mayoría extranjeros.

El Puerto de Valparaíso utilizaba alrededor de 30.000 trabajadores y en la actualidad tiene solo 1.000 trabajadores permanentes y 7.000 eventuales que se contrata por hora. La Aduana de Valparaíso ocupaba 10.000 empleados y ahora solo requiere 1.200. Lo mismo ocurre en el resto de los puertos. En la agricultura, actualmente muy exitosa en nuestro país, basta un administrador con el uso de drones y de tecnología digital para el riego, la racionalización digital del alimento del ganado y el trabajo temporero para labores culturales y cosecha. Hay infinitos ejemplos del desarrollo tecnológico que vive Chile, pero que jamás son comentados ni por la clase política, ni por los noticieros especializados. Siguen anclados en los 90 y se refieren a la, en verdad mínima, pérdida de empleos, según el INE y la U de Chile, como sinónimo de crisis cuando ello también puede significar un mayor desarrollo, modernización o aumento de la productividad. Más aún, a nadie sorprende que el porcentaje de desempleo no se altere en los porcentajes que debería alterarse. En los últimos datos comentados, aumentó el trabajo por cuenta propia lo que alegró muchísimo a la Ministra del Trabajo, pero su alegría no llevó consigo ni el más mínimo análisis. Hoy leo en un diario que la economía alemana registró cerca de un millón de puestos de trabajo vacantes en el segundo trimestre, una de las cifras más altas hasta la fecha, informó el Instituto para la Investigación del Mercado Laboral y el Empleo (IAB) y allá no lo adjudican al precio del cobre.

Es notable que sobre todos estos cambios radicales que se han ido produciendo en nuestra estructura productiva, solo se hable del precio del cobre que es más de dos dólares la libra cuando en 2003 era de US$0,78, y de la economía desacelerada. Los analistas más profundos se refieren al alza de costos en la producción de cobre, pero sin detectar si este aumento se debe a cambios tecnológicos, a dificultades con el mineral o a otras causas. En economía todo tiene una explicación y todo al final tiene que cuadrar. Es por eso que es imposible ignorar la tremenda reestructuración productiva que estamos viviendo.

Si disminuyen los puestos de trabajo en las actividades productivas y aumenta el trabajo por cuenta propia, algo está ocurriendo. También a algo se debe que el circulante no disminuya. Chile es uno de los países más caros del mundo, sus bares y restoranes fácilmente doblan en precios a los europeos o norteamericanos, pero nadie quiebra y los locales desde el jueves están repletos. En informaciones de la semana pasada, diarios de Brasil y Argentina informan que la mayor parte de sus turistas corresponde a chilenos. En otras palabras, la disminución de puestos de trabajo, es decir la cara fea de la tecnología a nosotros no nos afecta.

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