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Las llamas de la desigualdad. Por Armando Figueroa

Tras dos días de un incendio devastador en las poblaciones que rematan los cerros y se descuelgan por las quebradas de Valparaíso, se han empezado a dar a conocer los escalofriantes balances de la catástrofe porteña.

También se comienzan a sondear las causas que habrían concurrido para que la magnitud de esta tragedia haya alcanzado a tantos miles de compatriotas.

Se habla de falta de planificación urbana, de un municipio carente de iniciativas, de calles estrechas que no permiten el paso de los vehículos de bomberos. Se habla y se seguirá hablando mucho más, hasta que llegue el olvido. Es lo que sucede siempre con las tragedias que nos han golpeado.

Yo no soy de Valparaíso como la inmensa mayoría de los habitantes del planeta. Por eso, cuando se empezó a esgrimir entre otras causas, que el fuego se extendió por la FALTA DE AGUA, me imaginé que Valparaíso era una ciudad ubicada en el centro de un desierto, como el de Atacama o del Sahara.

Pero luego aparecieron en las redes sociales videos y fotos de Valparaíso. Gran sorpresa, Esta ciudad es un puerto y casi rodeada por el inmenso océano Pacífico.

Entonces, estaba frente a una paradoja que rayaba en lo absurdo: desde el borde costero se podían ver incluso las llamas y por cierto, el humo. Y arriba, en los cerros y quebradas no había agua para detener la destrucción.

Para entender este engendro, esta estupidez vergonzosa, esta sin razón de la racionalidad humana se hace necesario poner en contexto a la mayoría de los habitantes de los cerros de la comuna de Valparaíso.

Por lo general los habitantes de los cerros y quebradas han llegado allí, más que por una elección, por una necesidad objetiva: un lugar para vivir.

Son el resultado de “Tomas de terrenos” por chilenas y chilenos que no tienen donde asentarse.

Desde Arica a Punta Arenas los excluidos han tenido que recurrir históricamente a este expediente como una respuesta a la incapacidad de las autoridades locales y estatales para brindar solución a sus necesidades habitacionales: Alto Hospicio en Iquique, Pampa Irigoin en Puerto Montt, Población El Trébol en Punta Arenas, Herminda de la Victoria en Santiago y las tomas de los Cerros de Valparaíso y Viña del Mar por mencionar algunas que han transcurrido en el tiempo de nuestra historia.

Es una historia cargada de injusticias y desigualdades, pero que refleja el espíritu del pueblo laborioso, que se mantiene en pie, generaciones tras generaciones, hasta nuestros días, luchando por sus derechos e ideales.

A partir de aquí voy hablar de explotados o de pobres en reemplazo de todos los conceptos que emplea el sistema para referirse a los pobres de Chile. Tengo en cuenta categorías como: vulnerables, precarios, humildes, en riesgo social, carenciados, desvinculados, etc.

Es una larga lista de palabrejas neoliberales y globalizadas para invisibilizar la DESIGUALDAD a que ha sido sometida nuestra sociedad por la Metrópolis que imponen las leyes duras del Consenso de Washington a los Países Periféricos.

Somos según el Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad en el mundo, uno de los países más desiguales en la distribución de la riqueza.

Que duda cabe cuando se nos anuncia que cada vez más millonarios chilenos ingresan al exclusivo club de los más ricos del mundo, según la revista Forbes.

Por ello, es la DESIGUALDAD la que arrasó con más de 2.000 casas en los cerros de Valparaíso. Buscar otras causas es tratar de tender un velo de impunidad, para salvar a la verdadera responsable de esta tragedia humana.

Municipios pobres y Municipios ricos. Nadie puede negar esta distinción. Es real y concreta. ¿Por qué? Sólo porque somos una sociedad altamente DESIGUAL

Si la distribución de la riqueza se hiciera en atención a las necesidades sociales, lo más probable es que tendríamos ingenios para acumular agua del mar de Valparaíso en los cerros para luego repartirlas por una red de grifos por todos los cerros y quebradas habitadas por los explotados.

Similar a los terremotos y tsunamis, los incendios forestales se repetirán al igual que otras amenazas de la naturaleza: desborde de los ríos, aluviones, sequías, temporales con lluvias, con granizos, con nieve, con arena y tierra.

Este es nuestro país y para mitigar los daños que nos causa la madre naturaleza todos debemos esforzarnos por quitar los artefactos que permiten la existencia de este otro flagelo, pero en este caso del egoísmo humano, que no es otra que la despiadada, indecente e intolerable DESIGUALDAD. En fin.

Un abrazo solidario y fraternal a los pobladores de los cerros y quebradas, los que puntualmente, así será, volverán a levantar sus moradas y las levantarán, recuérdenlo, sobre las fundaciones en que nacieron sus hijos y nietos.

Condolencias profundas a las familias que perdieron a sus seres queridos.

Armando Figueroa Militante de la vida Quilpué, 14 de abril de 2014

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