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Leer la Reforma Tributaria desde la Doctrina Social de la Iglesia. Por Juan Pablo Espinosa

Uno de los temas que ha marcado la contingencia nacional de las últimas semanas ha sido lo referente a la Reforma Tributaria que el gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet ha propuesto como medida para lograr el progresivo tema de la gratuidad en orden a la educación, salud, previsión, etc y asegurar el desarrollo equitativo de todos los chilenos. Esta reflexión quiere ser un aporte a la discusión de éste tema desde una mirada creyente. La injerencia que la comunidad creyente tiene en temáticas públicas, nos viene por comprender que cada persona posee una dignidad única que no puede ser pasada a llevar, dignidad que está fundada en que hombres y mujeres son imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-27). Esta palabra de la Iglesia sobre temáticas contingentes está reunida en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

Comprenderemos la DSI como el conjunto de orientaciones doctrinales y criterios de acción fundados en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia. El objeto primario de la DSI es la dignidad personal del hombre que como hemos visto es imagen de Dios. Su finalidad es la promoción y la liberación integral de la persona humana tanto a nivel terreno como trascendente. La DSI comienza formalmente en 1891 con la Encíclica Rerum Novarum de León XIII. La Doctrina Social de la Iglesia tiene algunos principios articuladores:

a) Principio del Bien Común, el cual se funda en que los bienes tiene un destino dirigido a todos los miembros del tejido social;

b) Destino universal de los bienes, el cual sostiene que la tierra y cuanto ella contiene es para uso de todos los hombres y pueblos;

c) Principio de subsidiaridad, comprendido como la exigencia de promover y tutelar las expresiones de sociabilidad;

d) Principio de participación, es decir, aquellas actividades mediante las cuales el ciudadano contribuye a la vida social;

e) Principio de valores de verdad, libertad, justicia y caridad;

f) Principio de la solidaridad, entendido como la igualdad de todos en dignidad y derechos, al camino común de los hombres mediante el desarrollo integral de la persona humana.

Estos principios, nos permiten comprender de manera cristiana cuáles deben ser los alcances de una Reforma Tributaria que signifique el tránsito de condiciones menos humanas a condiciones más humanas. Para lograr éste proceso de humanización es decir, el logro de un desarrollo integral para cada uno de los miembros del tejido social, es necesario asegurar la participación en la totalidad de los bienes y derechos inherentes a la persona entre los márgenes de gratuidad y conversión. En relación a la gratuidad, los Obispos Chilenos en la carta Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile (2012), sostienen que la enseñanza de Jesús basada en lo gratuito tiene mayor fuerza en una sociedad fundada cada vez más en lo económico y en el lucro, en el tener más que en el ser más. Lo gratuito a juicio de los Obispos, es más y mejor comprendido por los pobres. El cristianismo se presenta como una religión de la gratuidad fundada en que Dios mismo se nos da como regalo invitándonos a la comunión y ver la vida como servicio desinteresado.

En los márgenes de gratuidad y comunión que anteriormente hemos nombrado, se puede asegurar por tanto un verdadero desarrollo, en el cual todos compartamos lo que es de todos. El desarrollo integral debe ser realizado desde abajo, es decir, desde los niveles locales y desde dentro, es decir, desde el espíritu de la gente. Esto fue propuesto por Joaquín Gonzales, Sacerdote del Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía. Él compara el desarrollo integral, que a nuestro juicio debe ser la base de la Reforma Tributaria, con una flor de seis pétalos, en donde cada uno de ellos representa las dimensiones del desarrollo integral. Dichas dimensiones son la economía, lo social, la política, lo cultural, la ecología y la ética. Con estas dimensiones y márgenes de acción, estaremos en condiciones de fundar un ethos solidario, una cultura de la solidaridad que sea esplendor de la caridad encarnado en la vida cotidiana de los cristianos. Esta solidaridad será más auténtica cuando se comprenda como una determinación firme y perseverante en empeñarse por el bien común dejando de lado el afán de la ganancia y de la sed de poder, que a la larga constituyen estructuras de pecado social que deshumanizan sistemáticamente.

Concluir con palabras de Mons. Fulton Sheen, Obispo de Estados Unidos quien nos dice: “La única razón para ser crítico es ser constructivo, como la única razón para echar abajo una casa es construir otra en su lugar”. Quiera Dios que como cristianos y junto a los hombres y mujeres de buena voluntad, que tenemos preocupación por la igualdad y la equidad, seamos protagonistas de la discusión de un tema que nos incumbe a todos.

Juan Pablo Espinosa Arce Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía Docente de Ética en IP Santo Tomás – Rancagua @juanpirancagua

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