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MENSAJES DE FILADELFIA (Crónica) Por: Emanuel Garrison

Unos cuantos cientos de años atrás, sobre los campos de Virginia un hombre solitario había redactado un manuscrito inaudito y desafiante que exponía no solamente ideas y criterios, sino que implicaba el riesgo de su propia vida y la de sus amigos que participaban con él y cuyo corazón esencial señalaba, entre otras cosas lo siguiente: “Declaramos como evidentes ciertas verdades, apelando a las Leyes de la Naturaleza y al Dios de esa Naturaleza a que le dan derecho”, y agregaba, diciendo que “el hombre goza de ciertos derechos inalienables como la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad” arriesgando tanto él mismo como un puñado de otros hombres similares a él; pujantes e inquietos, serenos y con una voluntad de piedra “la vida, nuestra hacienda y nuestro sagrado honor” y declaraba por tal motivo su autonomía, libre determinación como pueblo y el fin de lo que consideraban una serie de abusos e injusticias; documento que luego sería llevado al Congreso de Filadelfia para ser aprobado en asamblea.

Y aunque el documento pudo resultar quizá incompleto para algunos, hasta hoy no se ha tenido un texto semejante o parecido argumento destinado a detener los hechos injustificados a los cuales aquellos hombres y mujeres, anónimos, e invisibles, se veían cotidianamente vulnerados y expuestos. Ya que a propósito de defender su vida y su porvenir arriesgaban eso mismo y más, con tal convicción y profunda certeza y que, además, lo sustentaban públicamente “apelando al Juez Supremo por la rectitud de nuestras intenciones, en nombre y por la autoridad del buen pueblo”, que hasta hoy resulta incomparable y casi inviable, visto desde nuestra perspectiva en el tiempo, de no ser porque verdaderamente sus acciones y actos fueron incluso muy superiores a sus palabras o sus profundas creencias.

No se guiaron por encuestas para saber lo que pensaban, a pesar que valoraban sopesadamente que tendrían detractores y rivales, así como, claro está, enconados enemigos. Porque la apremiante y veloz reacción del más grande imperio existente en aquel entonces era casi evidente. Aun con todo aquello, incluso con sus palabras de alerta y previsión también, su estimación fue claramente inferior a lo que después vino. Y lo que devino más tarde fue una larga defensa y lucha y no pocos sacrificios por lograr llevar a cabo aquel experimento y modelo sin igual, sin antecedentes históricos donde afincarse, sin evidencias plausibles, y para muchos, algo revolucionario. Hasta hoy día.

Pero, sin embargo, una cicatriz había quedado sin cerrar y sin un claro abordaje como fue la esclavitud existente, los límites de los gobernantes en el poder y quienes eran “todos” enunciado casi como una generalidad en dicho texto, pues, no cabían aquí ni mujeres ni esclavos, y donde estos últimos habían sido tomados como la obvia base económica de sustento en una vastísima región. Y a bajo costo.

El caso es que por primera vez se ponían en práctica ideas diseminadas y no articuladas ni cohesionadas completamente, ideas que existían ya, desde luego, pero que pocos se atrevían a aunar de modo armónico para darle un sentido cabal y superior como fue establecer la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad, no sólo como bienes superiores, sino como objetivos primarios y últimos de un gobierno, cualquiera que fuera éste. Así como darle el carácter de derechos inalienables. Es decir, innato, como el alma y el corazón de un ser humano. Pero en este caso, el alma y el corazón de una nación.

De ahí en adelante, y continuando su ejemplo vino casi por extensión, una serie de pueblos y voluntades que se adhirieron y se atrevieron a desafiar sus miedos y a avanzar en este tipo de gobierno y declarar también su autonomía, y junto con ello poner en marcha las ideas revolucionarias y prácticas de anteponer la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad a varios otros supuestos valores y declararlos derechos no productos de la caridad, de la compasión ni transables en el mercado como productos o bienes de consumo negociables o no negociables.

Parece una tontería quizá para muchos de nosotros poner énfasis en estas cosas que hoy nos resultan tan triviales y desprovistas de valor. Pero basta perderlas un día, algunos meses o años para entender su verdadera dimensión, importancia y significado. Basta no ejercer estos derechos un día, algunos meses o unos cuantos años y observar como pasan de lo trivial o insignificante al olvido, y del olvido a las tropelías, abusos o inequidades que aún hoy en día pueden observarse en algunos casos. Esos casos, las más de las veces, devienen en tiranías. Que pueden ser no sólo políticas. También económicas. Y ya sabemos que se pierde allí, y quienes ganan.

Tal vez por ello una de las constituciones más admiradas, con sus virtudes y defectos, comience en sus tres primeras palabras señalando: “Nosotros, el pueblo…”, puesto que quienes aspiran a estas cosas evidentes son cada uno de los ciudadanos que consideran justo y motivo de compromiso inaudito luchar por la Vida, la Libertad y la difícil e intrincada búsqueda de su Felicidad. Ejemplos tenemos a la vista. Y en la memoria.

Emanuel Garrison

emanuelgarrison@hotmail.com

1 de mayo de 2012

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