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Mi colega Ramón Ugarte

Mi colega Ramón Ugarte

Por Luis Sepúlveda*

Hace cuatro años tuve el gusto de conocer a un escritor que siempre admiré, del que nadie sabía, y tal vez muy pocos saben, el nombre real. Con el pseudónimo de Evan Hunter publicó unas cuarenta estupendas novelas protagonizadas por detectives privados y otros “out siders” de la literatura. Paralelamente y bajo el pseudónimo de Ed Mc Bain publicó otras docenas de apasionantes novelas cuyos personajes centrales eran los policías de una comisaría neoyorquina. Mientras caminábamos por la playa de Gijón le pregunté de dónde diablos sacaba tiempo para escribir tanto, y Ed Mc Bain –así lo llamaba yo- me respondió que lo que más tiempo le llevaba era escribir novelas de ciencia ficción. Sin ánimo de superioridad y sin concederle la menor importancia, me confesó que había escrito unas treinta, bajo diferentes pseudónimos.

Evan Hunter, Ed Mc Bain, y tantos otros alias literarios, ha vendido muchos millones de copias de sus novelas y sus obras se traducen a casi todos los idiomas que se hablan en la Tierra, es decir que con justicia se ha ganado su bungalow frente al mar en Santa Mónica, California, muy cerca de la casa en la que el genial Ross Thomas murió tratando de salvar a su gato durante un incendio, y un Buick negro del año sesenta que mima con amor de padre. Además tiene unos dólares en el banco, pero su fortuna no supera un par de millones de dólares.

Los escritores de esta parte occidental del mundo que tenemos la suerte de vivir de nuestros derechos, ganamos, más o menos un dólar por cada libro vendido en su edición de tapa dura, luego, por las ediciones de bolsillo, la cantidad se jibariza notablemente. De ése dólar, normalmente el agente literario se lleva el 15 %, y si uno logra vender más de cien mil copias, entonces los impuestos se llevan la mitad, de tal manera que, si cien mil libros vendidos reportan cien mil dólares como derechos de autor, el escritor en realidad recibe solamente treinta y cinco mil. Puede ser injusto, pero es así. A la autora de las aventuras de Harry Potter le preguntaron qué había hecho con los 480 millones de dólares ganados hasta ahora, y respondió que 300 millones se los llevó el fisco británico.

Pero, sucede que un escritor chileno ha vendido en Chile más o menos 28 millones de ejemplares de sus bestsellers titulados “El día Decisivo”, “Política, Politiquería y Demagogia” y los tres tomos de “Memorias de un soldado”. Somos unos catorce millones de habitantes, o sea que cada chileno compró dos ejemplares de sus libros, ¡qué pasión lectora!, ¡qué culto a un autor! ¡viva Chile mierda! Esto que escribo con asombro, envidia y admiración, lo deduzco de las declaraciones de un chileno-yanqui llamado Edgar W. Tatman. Ignoro si es agente literario de Ramón Ugarte, alias José Augusto Ramón, alias Daniel López, alias Mr. Escudero, alias Pepe Ugarte, alias Ramón Augusto Pinochet, etcétera, pero muy suelto de cuerpo ha declarado a la comisión que investiga las cuentas del viejo sátrapa en los EE.UU, que la fortuna depositada bajo diferentes nombres y en más que diversas cuentas, tiene como origen el cobro de derechos de autor por sus libros publicados y millonariamente vendidos.

Y todo en Chile. Con seguridad en las librerías aman y veneran a este autor que además lee quince minutos al día, y la DINA, y la CNI, lejos de asesinar, secuestrar y reprimir a los chilenos, en realidad se dedicaban a combatir la piratería, a evitar que esta gloria de las letras nacionales viera mermados sus ingresos. Antonio Skarmeta, Isabel Allende, Ariel Dorfman, Ramón Díaz Eterovic, ¿se imaginan que gustazo debe dar el tener tantos lectores en Chile? Insisto en el mérito de la fidelidad lectora de mis paisanos para con Ramón Ugarte, porque ni Las Memorias de un Soldado (tomos I, II, III), ni El Día decisivo, ni Política, Politiquería y Demagogia han sido jamás traducidos a ningún idioma, salvo un intento de traducción fonética que se hizo en la Escuela de Caballería con la intención de cultivar un poco a las mulas, empeño malogrado por la pertinaz falta de vocación lectora que caracteriza a estos cuadrúpedos de cuartel. ¡28 millones de ejemplares vendidos en Chile! Y yo como un pelotudo leyendo a Proust, Cervantes, Kundera, Kafka y otros escritores de segunda división.

Querida presidenta Bachelet; un escritor de tal dimensión literaria, con ventas tan altas, amerita que se elimine el odioso IVA de los libros. Y por favor, si alguien me puede prestar o arrendar alguna de las magnas obras que me he perdido, hágalo, ayúdeme, help, sálvenme de la oscuridad de mi ignorancia.

Mañana mismo devuelvo los diplomas y doctorados que me han sido concedidos, no los merezco, soy, como indicaba Müsil, “un hombre sin atributos”, un chileno que no ha leído al gran Ramón Ugarte.

*Luis Sepúlveda es adherente de ATTAC y colaborador de Le Monde Diplomatique

Gijón, España, 8 de marzo de 2006

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