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Mi cristo Roto: violencia y escena restauradora. Por Alex Ibarra

Son varias semanas que hemos venido advirtiendo nuestra preocupación sobre el aumento de la violencia represiva en contra de las movilizaciones sociales. Nuestra observación al respecto es evidente y no requiere demasiada justificación. Ante el exceso de represión pueden suceder dos reacciones.

La primera y más violenta, de estas reacciones, es la generación del miedo, esta es la estrategia que viene utilizando el Estado. El error de esta estrategia es mirar en menos el fortalecimiento democrático chileno impulsado por el movimiento estudiantil desde hace ya varios años que tiene como una de sus principales fortalezas la perdida del miedo a las instituciones y a los uniformes instalado en la dictadura. Muchos de los estudiantes universitarios de hoy, traen una experiencia importante en paralizaciones y tomas de establecimientos educacionales

La segunda reacción es la organización del movimiento reprimido con aumento de la violencia. Efecto de esto creo que tienen como consecuencias cuestiones como que estudiantes de universidades que antes parecían ajenos al problema de la educación hoy se encuentran movilizados y experimentan la llegada de los gases lacrimógenos a sus aulas. Pero, esto no es lo más violento. Creo que la manera de enfrentar al excesivo contingente policial entrenado y equipado para la represión -dado el carácter provocador con el que actúan- viene asumiendo mayor violencia. Quiero justificar esto en algunas observaciones sobre la marcha de ayer que sin duda, ha sido una de las más violentas. La cantidad de destrucción que hubo en la alameda ayer fue bastante, creo que la proporción de gases lacrimógenos puede equivaler al daño semáforos y señalética de la vía pública. Ví que desde algunos colegios en toma se lanzaba gran cantidad de bombas molotov dirigidas a las fuerzas de represión, que como hemos visto en estos días han sido en extremo abusivas con sus prácticas de tortura. La prensa oficialista también ha centrado su visión en la imagen de las fuerzas especiales restaurando al Cristo roto, tratando de generar ese estado emotivo de rechazo a la violencia de los encapuchados para así ayudar a criminalizar al movimiento estudiantil, estrategia del poder frente a cualquier movilización social que le ha resultado efectiva sobre todo desde las reivindicaciones del pueblo mapuche.

Tenemos un nuevo Ministro del Interior, que tiene la urgente tarea de reconocer los errores y consolidar una nueva estrategia del Estado distinta al aumento de la represión, tendrá que colaborar en la creación de soluciones reales a las demandas de los movimientos sociales, para lo cual tendrá que llevar a cabo también una desmilitarización de las Fuerzas Especiales, asumir que un gobierno democrático no se puede mantener fiel al mercado, la brutalidad del neoliberalismo tiene a la ciudadanía cansada y ya sabemos los jóvenes no tienen miedo. El mayor error del Estado está en su terrible confianza en que tenemos un Chile políticamente dañado desde la dictadura, basada en cuestiones como la ausencia intencionada de la educación ciudadana. El fundamento de esta falsa creencia del Estado por cierto que se encuentra avalada por algunas teorías políticas que sostienen que sin formación política no hay una revolución consistente. Si bien esta afirmación tiene sentido en el terreno de la teoría política, es un error en el terreno práctico, ya que el orden se puede ver amenazado no sólo por la revolución, también es inquietante el producto que impone un estallido social. En tono khuniano las anomalías al sistema si se repiten hay que considerarlas crisis y las crisis se superan con revoluciones al interior de las estructuras.

Peña
Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada Docente Universidad Católica Silva Henríquez

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