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Música y política: la denuncia a la violencia patriarcal. Por Paquita Rivera y Alex Ibarra

En la historia de la música popular no es extraño encontrar vinculaciones con la praxis política. Hay artistas que testimonian una trayectoria comprometida con ciertos contenidos temáticos de carácter político. En la historia musical chilena, tal vez las figuras más destacadas internacionalmente sean Violeta Parra y Víctor Jara, pues ambos pueden ser considerados como casos paradigmáticos en la relación entre música y política, aunque claramente no son los únicos.

Hace unos meses falleció la cantante Dolores O’Riordan, vocalista de la destacada banda irlandesa The Cranberries, una de las voces más más reconocidas de nuestro tiempo. Es indudable la calidad interpretativa de esta artista dotada que seguro recordaremos por la peculiaridad de su voz. Pero, además Dolores destacó por su capacidad y sensibilidad con la escritura, sin duda, una de sus canciones que más hemos escuchado es “Zombie”, escrita en la primera mitad de la década del 90 del siglo recién pasado. Dice la historia de esta canción que fue creada después de un atentado que tuvo como consecuencia fatal la muerte de dos niños, de ahí los inspirados versos que transcribimos: “Cuando la violencia causa silencio nosotros debemos estar equivocados”. Aparece así la cantante comprometida con la historia política de su país, la cual está atravesada por la lucha de un pueblo marcado por un complejo proceso de luchas que partían con el legítimo reclamo por la autonomía y liberación de un Estado-nación, dice otro verso: “Es el mismo viejo tema desde 1916”. Este año señalado es significativo tanto para los movimientos republicanos y los movimientos nacionalistas de Irlanda y es recordado como el “Alzamiento de Pascua”. El caso irlandés ha sido tematizado y difundido por años y sin duda es parte de la historia contemporánea. Otra banda destacada en esta denuncia de la violencia en Irlanda es U2, por ejemplo en la canción Sunday Bloody Sunday que testimonia otro hecho fatal que tuvo 14 víctimas en la ciudad de Debry el 30 de enero de 1972.

En esta breve nota nos permitimos la reflexión sobre la importancia significativa que adquiere la vinculación entre la música y la política. Nuestros compositores, en cuanto pertenecen a una historia son testigos relevantes, ya que ocupan un lugar privilegiado para la comunicación. El artista consciente de su estar situado no puede estar ajeno a los hechos de su tiempo. Nuestros músicos, en el continente, han sido valientes en asumir esta función histórica, por eso saben de la censura, persecución y desaparición. El artista como cualquier sujeto de su tiempo está llamado a ser parte de las nuevas ciudadanías emergentes que apelan a nuestras concepciones políticas que son el instrumento de la transformación social. Vivimos en nuestra época presente y los agentes sociales-culturales no pueden esquivar sus desafíos.

El Chile actual se encuentra demandando nuevas formas de hacer la política, presentando una denuncia al monopolio de lo político de nuestro sistema democrático de la posdictadura. Hay una serie de movimientos emergentes que se han alzado las voces y se han tomado las calles manifestando concepciones políticas alternativas a las que han defendido los tradicionales partidos políticos que pretenden acaparar lo político en el encierro del Congreso que cada vez representa menos a la ciudadanía.

La praxis política más relevante hoy está en manos de los movimientos sociales que emergen con fuerza reclamando las nuevas formas de lo político con nuevos desafíos y horizontes propios del cambio de época al que pertenecemos. En estos días ha sido protagonista el grito valiente que se opone a los abusos de una cultura patriarcal que genera víctimas. Hay un proceso de concientización que relativiza algunos elementos de nuestras formas de vida que se concebían como naturalizados. La historia siempre sabia nos alerta de que todo fenómeno político es histórico y que no pertenece al orden de lo natural, razón suficiente para apelar a la transformación del orden moral establecido. Las actuales condiciones intelectuales permiten la fundamentación necesaria para el establecimiento de nuestras nuevas formas de vida, propias de una ciudadanía dinámica que por su juicio crítico asume la función utópica de un orden distinto al normalizado por las instituciones.

Estos días han sido intensos en denuncias de los acosos y abusos de los que han sido víctimas las mujeres en el campo de la televisión, mostrándonos que este medio de comunicación sigue manteniendo la lógica del periodo de la dictadura. No es secreto para nadie el compromiso ideológico que tiene este medio. Por otra parte, hemos visto, una vez más, los casos de abusos sexuales y de violencia extrema, que en la vida cotidiana sufren las mujeres, incluso a manos de sus personas cercanas que traicionan el vínculo humano de la empatía propia de nuestro linaje mamífero.

Las mujeres siguen siendo activas en la vida política, los atropellos que sufren no las han aplacado. Las estudiantes han logrado movilizarse a nivel nacional desde los colegios secundarios y universidades exigiendo protocolos de sanciones claros y justos para la condena de los abusos.

Volviendo al compromiso de los artistas con la política, nos parece relevante la escena musical chilena actual, en la cual aparecen muchas mujeres desarrollando perspectivas creadoras interesantes que van urdiendo desde sus reflexiones, asumiendo a veces con radicalidad, otras no tanto, pero siempre con la conciencia de su pertenencia de género. El acto creativo motivado por criterios personales, estéticos, filosóficos, políticos, etc, referidos a su biografía alcanza un nivel de producción artística al cual se debe estar atentos. Sin duda, la escena artística-cultural contemporánea, se ve fortalecida en estas producciones.

Por último, cabe señalar la pertinencia de la acción militante que asumen las artistas. El listado de nuestras mujeres creadoras es largo y extenso, sin duda seríamos injustos si es que destacáramos un listado, por el riesgo de ser injustos. Sin embargo, es lícito destacar actividades como el Matria Fest, convocada por Mariel Mariel y en el que participaron Evelyn Cornejo, Ana Tijoux y Makina Kandela. En este espectáculo además de sus canciones cargadas de una semántica política y militante a favor de varias demandas urgentes se asumió consignas y llamados al compromiso con la praxis transformadora que requiere el Chile de hoy.

No podemos olvidar el liderazgo involuntariamente asumido por nuestra gran Violeta Parra, quien en su momento surgió como un ser creador con una necesidad urgente de “decir”, de “declarar” su pensamiento anti hegemónico y anti patriarcal, pensamiento que le llevó hasta las últimas consecuencias a llevar adelante un camino artístico de incomparable consecuencia discursiva para su época. Sin embargo, y aquí debemos hacer una observación importante, hoy surgen estos movimientos al parecer imparables y de gran riqueza artística y con un importante contenido social; como un movimiento de alta convocatoria, dentro de un contexto de contemporaneidad en que el tan manoseado término “globalización” viene a contribuir a la exposición de realidades que en la época de Violeta, eran escondidas, castigadas y castradas socialmente. Es así como en nuestros días, gracias a la instantaneidad y a las, mayoritariamente peligrosas, redes sociales; que en este caso vienen a ser un útil instrumento; salen a la luz día a día, casos de abusos de poder, acosos laborales, sexuales y marcadas diferencias salariales y jerárquicas entre hombres y mujeres. Esta situación y muchas otras, que en tiempo de Violeta eran sacadas a la luz por unos pocos, (como uno de aquellos ejemplos, cabe mencionar a la escritora norteamericana Julia Ward y su proclama pacifista a fines del siglo XIX) hoy son bandera de lucha y de proclama por muchos grupos organizados y que continúan emergiendo para decir lo que nuestras abuelas no se atrevieron a denunciar. Y es en este caso la música, como canal de expresión, una eficaz herramienta de transmisión discursiva, herramienta que llega directo a las capas más profundas del ser. Al “alma” o como podría decirse más técnicamente, saltando el raciocinio, va directamente a lo sensorial apelando a nuestra comprensión sinestésica, la que aprehende a través de todos los sentidos unificados.

El poder de los sentidos como transmisor y receptor de un mensaje, y nos referimos a esa explosión de emociones que provoca la música; se transforma en un elemento fundamental, en un arma de guerra en contra de la opresión patriarcal, asumida como incuestionable hasta hace apenas un siglo. Celebramos la palabra fusil de Víctor Jara, de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; y si de género hablamos…de Violeta Parra como emblema, y hoy; de una gran cantidad de mujeres músicas que elevan sus discursos ante audiencias ávidas de ser interpretadas en sus necesidades de expresión.

Los testimonios que nos entregan los artistas motivando una comprensión histórica que sirve para el proceso de concientización son elocuentes y permanentes. Sin embargo, no aludimos al mero registro de este fenómeno. Lo interesante es que el artista siempre se ve interpelado para asumir desafíos de su vida cotidiana y que por lo tanto podrán contribuir siempre, desde sus lugares de creación, a la construcción de los nuevos órdenes intelectuales y morales que asoman en el horizonte como parte de nuestra

Paquita Rivera
Alex Ibarra Peña
Colectivo Música y Filosofía:
desde la reflexión al sonido que palpita.

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