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“Navidad: proyecto de una humanidad renovada”. Por Juan Pablo Espinosa Arce

Sin duda la Navidad es una época que no deja indiferente a nadie. Pero es interesante darnos cuenta de que su sentido original, el nacimiento de Jesucristo en quien creemos por la fe que se ha unido lo humano con lo divino, se ha ido en parte diluyendo y ha dado paso al nacimiento del “dios-dinero” que adorna las casas con deudas y pagos excesivos en vez de iluminar nuestra historia con la gratuidad y sencillez que el niño del pesebre nos propone. Quisiera en estas líneas reflexionar e invitarles también a ustedes a pensar la Navidad como el proyecto de una humanidad renovada.

¿Qué acontece en Navidad? Celebramos el nacimiento de un niño, y de eso nos dan testimonio los Evangelios tanto de Mateo y de Lucas. ¿Quién es éste niño? Es un niño pobre, hijo de un carpintero y de una jovencita de 15 años. Nació en Belén, una aldea pequeña de Judea y vivió en Nazaret población marginada ubicada en Galilea de la cual “no salen profetas” (Lc 7,52). En el momento de su nacimiento sólo fue reconocido por extranjeros (los magos de Oriente) y por los pastores que socialmente se encontraban en la última escala, es más, su testimonio no era válido en juicios públicos y eran mal vistos por el mismo trabajo que desempeñaban. En síntesis el niño que nació en Belén no fue reconocido por su propio pueblo sino que por los pobres y los ‘paganos’. Fue un niño que a los días de nacido tuvo que experimentar el exilio político a causa de la persecución de los poderosos. Este es el contexto histórico en el que se sucedió el nacimiento de Jesús. Este es el sentido originario de lo que celebramos en Navidad.

Teniendo este primer y necesario paso, quisiera presentar asumir esto de la humanidad renovada desde la perspectiva de los niños tanto desde la teología como desde la tradición bíblica, específicamente en cuanto a las profecías mesiánicas que hablan de la renovación del tiempo y de la humanidad desde la figura de los niños. Las profecías mesiánicas que anuncian a un personaje misterioso que viene de parte de Dios hablan de que el signo por excelencia de esta presencia será la figura de un niño: “Miren: la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel” (Is 7,14) y en otro lugar se lee: “El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz (…) porque un niño nos ha nacido, nos han traído un hijo” (Is 9,1.5) para finalmente sostener: “entonces el lobo y el cordero irán juntos, y la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león engordarán juntos; un chiquillo los pastorea” (Is 12,6). En esto tres textos de Isaías, profeta del anuncio del Mesías (Cristo) la tónica es la misma: la renovación del tiempo y de la humanidad se comprenderá únicamente bajo el signo del niño que nace y que pastorea a toda la creación representada en la unidad del reino animal. Junto con el cambio de comprensión, también exige de nosotros la verificación de que únicamente en el proyecto societario y ecológico nacido de la imagen de los niños podremos construir una sociedad humanamente renovada. Para el mundo adulto es una exigencia doble: dejarnos sorprender y experimentar lo nuevo… ¡debemos romper nuestros viejos modelos de comprensión!

Ojalá que esta Nochebuena cuando el niño-Mesías entre en nuestra celebración para quedarse entre nosotros podamos dejarnos provocar por la invitación a construir una humanidad nueva, a seguir creyendo que otro mundo sigue siendo posible. Es Navidad, el tiempo del kairós, el tiempo de la salvación en el cual Dios está actuando en la historia porque Él es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Es la Navidad, el momento en el que “la eterna juventud de Dios penetró este mundo para no dejarlo nunca más, que en la noche feliz de su nacimiento nació un sol que no conoce ocaso” (Leonardo Boff, teólogo brasilero).

¡Feliz Navidad y próspero año nuevo!

Juan Pablo Espinosa Arce

Licenciado en Educación (UC del Maule) Profesor de Religión y Filosofía @juanpirancagua

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