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PAÑOS FRIOS por Ángel Saldomando

Las elecciones del pasado 17 noviembre han confirmado casi todos los pronósticos. Casi todos porque aunque Michel Bachelet ganó en primera vuelta deberá confirmar en la segunda frente a la candidata de la derecha Evelyn Mathei. Pero estos comicios han sido también un crudo revelador de lo que no va más y eso le pone paños fríos a unos y a otros.

Crónica de los pronósticos anunciados

Ganó Bachelet de la Nueva Mayoría con 46.67% de los votos válidos, la derecha obtuvo 25.01 y las dos candidaturas siguientes, liberal independiente de Parisi 10.11% y la de centro izquierda de Marco Enríquez 10.98. Muy atrás las dos candidaturas más radicales que sumadas llegan al 4%.

Pero estos porcentajes son engañosos. La tasa de abstención fue altísima 51.4%, por lo que la nueva mayoría con algo más de tres millones de votos sólo representa en realidad un 22.6% de los potenciales votantes.

Esta constatación extensiva a todas la fuerzas muestra cuando menos la apatía de los electores, además deja a las “fuerzas políticas” flotando sobre pequeños islotes de apoyo en un mar de escepticismo. De continuar así las cosas en la segunda vuelta de diciembre Bachelet será presidenta con un pequeño respaldo real. El otro motivo de regocijo de la nueva mayoría es también engañador. Obtuvo mayoría en las dos cámaras y con ello se posibilitan reformas prometidas como la tributaria pero incluso con ello no le alcanza para mover los cerrojos para una nueva constitución.

La derecha se desfondó pero pasó y eso ha sido celebrado casi como un triunfo, tal ha sido la pobreza de su papel. Su debacle es una buena noticia si la juntamos con que los liderazgos sociales emergentes fueron casi todos electos, aunque en las mismas condiciones que los otros, muchos votos dentro de los pocos. Los realistas dirán que deciden los que votan aunque sean pocos, pero esos liderazgos se perderán si se quedan en ese pequeño reducto y no salen a incrementar el vínculo con la sociedad. Está por verse.

De paso otro pronóstico quedó confirmado el sistema electoral está hecho trizas. El binominal en las parlamentarias que fuerza dos mayorías porque se eligen los dos más votados de cada lista adicionándolos, impide que aunque se tengan la mayoría individualmente se gane. Perverso sistema ideado y legado por la dictadura que vive su última elección.

Todo esto se sabía y se confirmó. Pero como después de una fiesta han quedado bastantes residuos en el piso.

El mundo oficial de las instituciones y la política carece de legitimidad profunda en la sociedad. Pero ninguna fuerza alternativa sólida logró emerger de la decepción mayoritaria. Y esto afecta a todos y no es motivo de alegría para nadie. De la “contra sociedad” subterránea no sale nada que construya.

Le pone paños fríos a quienes suman las movilizaciones sociales fragmentadas y sectoriales con la disponibilidad real para cambios en la sociedad. Por otro lado deja a la política en un estado de captura por minorías y a una mayoría por fuera. Esta constatación por lo demás sabida, muestra el estado de una sociedad despojada de su capacidad de generar convicciones y movilizarse por ellas mayoritariamente. La política programática de calidad está licuada por la ausencia de consistencia de su representación y por la muy lenta reconstrucción de un tejido organizativo que otrora fue el soporte de las mejores tradiciones de propuesta social y política en Chile.

Los que proclaman el modelo exitoso neo liberal, en realidad un crecimiento depredador, lo hacen al precio de una sociedad destruida cultural y políticamente, con tasas de incomprensión de lectura básica y analfabetismo funcional altísimas como lo demuestran las propias cifras oficiales. Tasas de población penal record, tasas de contaminación de primer mundo, marginalidad existencial y desencanto masivo. Como lo han reconocido incluso los informes del PNUD.

Bachelet en este contexto es el plástico que se le pone a la vitrina rota en espera de encontrar una solución más definitiva.

Con las elecciones también se precisan los problemas, aunque algunos insisten en romper sólo el termómetro.

La articulación de un campo social pro cambios como una fuerza amplia, políticamente existente, sigue siendo por ahora virtual. Aunque la suma de los que votaron incline la balanza hacia allí ha quedado mucha gente afuera y los puentes que hagan el nexo no emergen de las aguas profundas.

Pero la agenda está enunciada, algo es algo, la interrogante es si las capillas renunciaran a su auto proclamación y si un espacio de convergencia se podrá formar sin exclusiones.

El paréntesis electoral se cerrará en diciembre diríamos formalmente, se abrirá entonces un proceso de verificación de expectativas a escala nacional.

Guste o no el próximo gobierno tendrá espacio e iniciativa y después de todo es el campo dónde se decide, frente a esto es la capacidad de interlocución social la que tendrá que hacer sus pruebas.

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