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Terremoto en el escenario político

‘Podemos’, la nueva fuerza española

Las elecciones europeas del pasado 25 de mayo en España, que vieron la irrupción de ‘Podemos’, se desarrollaron en un contexto de grave crisis social y democrática. La noticia, sin duda, fue el excelente resultado de ‘Podemos’, una nueva formación creada con el objetivo de “convertir a la mayoría social golpeada en una nueva mayoría para el cambio político”. Podemos sorprendió obteniendo 1.250.000 votos, el 8% del total, instalándose como cuarta fuerza del país.

En España, el descontento, en aumento con las medidas de ajuste y con el secuestro de la soberanía popular por los poderes oligárquicos, había dado lugar a un ciclo de protestas y de creación de espacios de cooperación social, aunque sin producir efectos en el sistema político y sus equilibrios internos. El bloque de poder dominante ha sido capaz hasta ahora, pese a sus dificultades y a su crisis de hegemonía, de conducir el proyecto de ajuste (que no debe confundirse sólo con sus medidas económicas sino también con un horizonte político: modificar el Estado en un sentido de estrechamiento oligárquico y también de una gobernabilidad postpolítica que reduzca lo discutible al interior del sistema) y recortando la capacidad contractual de los subalternos a su interior, avanzando a la ofensiva sobre el pacto social de 1978. La solidez de los aparatos del Estado y administrativos ha asegurado que ninguna “irrupción catastrófica” de protestas haya podido –más allá de loables éxitos locales– cortocircuitar las políticas de empobrecimiento y revertir el proyecto del saqueo del país y sus gentes.

Así, los comicios del 25 de mayo ocurrían en un momento de reflujo de la movilización social. Entre gran parte de la izquierda hacían mella las hipótesis más pesimistas, a pesar de la rapidez de la pérdida de credibilidad de las elites políticas y las principales instituciones del sistema político. Junto a la crisis social y de legitimidad, el otro rasgo crucial del momento es el de la expansión de un descontento inorgánico, transversal y que no se expresa en los códigos de las identidades políticas tradicionales, en medio de una sociedad civil en general desorganizada, de una ruptura de los lazos comunitarios y de varias décadas de retroceso de los valores de cooperación social. Un ánimo destituyente, así, difuso y fragmentado.

En este contexto, las elecciones europeas estuvieron presididas por una lógica doméstica y así deben leerse sus resultados: predominaron los temas de política española y el voto se expresó en clave estatal. El primer y más importante dato es el descalabro de los dos partidos dinásticos: el Partido Popular (PP) ganó las elecciones pese a perder 2,6 millones de votos, mientras que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) perdía 2,5 millones de votos, siendo su crisis un elemento central, si no el fundamental, de la crisis del régimen de 1978. Los dos principales partidos se dejaron 30 puntos de apoyo popular y pasaron de sumar el 81% en las elecciones europeas de 2009 al 49% en estas. Por primera vez, los partidos del turno, juntos, no alcanzaban ni la mitad de los electores. El juego de vasos comunicantes que oxigenaba el sistema político protegiendo los consensos centrales se colapsó y el desgaste de uno no lo capitalizó el otro. Esto es un hito histórico que reconfigura el escenario político. En Catalunya ganaba las elecciones Esquerra Republicana (ERC), con un voto anticipado proindependencia, y el abanico del sistema de partidos se abría notablemente: Izquierda Unida (IU), en coalición con otras formaciones, alcanzaba el 10% del voto y 6 diputados.

La noticia, sin duda, fue la irrupción de ‘Podemos’, una formación creada tan sólo cuatro meses atrás con el objetivo de “convertir a la mayoría social golpeada en una nueva mayoría para el cambio político”, que obtuvo 1.250.000 votos, el 8% del total, colocándose como cuarta fuerza del país (tercera en algunas regiones como Madrid con el 11%, o Asturias con el 13,67%). Sus votos parecen haber venido de sectores muy diversos: abstencionistas, votantes tradicionales del PSOE y de otras formaciones, algunas difícilmente imaginables para una rígida aritmética ideológica. Sociológicamente, desafiando de nuevo las etiquetas, es un voto maduro (el 45% entre 35 y 50 años), urbano y de las periferias urbanas golpeadas por los recortes, considerablemente educado y que se autopercibe lejos del estigma de “extrema izquierda” que los medios conservadores han querido acuñar (3,7 en una escala de 0 a 10). Un voto considerablemente diverso y que atraviesa relativamente las identificaciones y lealtades tradicionales. Además de la dimensión cuantitativa, la irrupción de ‘Podemos’ se refleja en impactos cualitativos: la atención (...)

Artículo completo: 2 449 palabras.

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Iñigo Errejón

Doctor en Ciencia Política y responsable de la campaña electoral de ‘Podemos’. Artículo publicado por la edición española de Monde Diplomatique ©, julio 2014.

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