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Política y pedagogía neoliberal. Por Rodrigo Escobar

Ya no nos sorprenden las últimas noticias sobre los casos de dinero y política que afectan hoy en día al PPD. Menos aún por sus nombres, pues siempre han sido objeto de la lupa social que sospechaba hace ya bastante tiempo de los vínculos con el mundo empresarial. A la luz de estos acontecimientos, me parece que existe una enseñanza pedagógica fundamental en el modelo educativo concebido por el neoliberalismo.

Conscientemente o no, la pedagogía neoliberal ha ido visibilizando en qué consisten los supuestos educativos basados en competencias, especialmente en criterios tales como el mérito y el éxito encarnado en una racionalidad económica de costo/beneficio (Ruiz Schneider). El problema que subyace de esta imagen es que todo puede ser transado en la bolsa (votos, amigos, contactos, posiciones sociales e incluso valoraciones morales), porque la única consigna del éxito, en la esfera política, es la obtención de poder. Un poder que es ejercido a dos bandas, un poder que genera puntos de inflexión entre la política como instrumento empresarial y la empresa como norma política.

En este sentido, a partir de los vínculos entre dinero y política que afectan tanto a la UDI como al PPD, se puede encontrar una fiel radiografía de la calidad de la educación de nuestro país.

En efecto, pensar en la educación como inversión (y por quien invierte) implica entender que los beneficios de ésta reparan no solamente en las relaciones de poder, sino en el status social que el propio poder predica (mérito). La religión del dinero, la sacralización del cheque, cuya función vernácula asume gastos operacionales y procedimentales del quehacer político.

Actualmente, el modelo a seguir es Guido Girardi. Lo legal y lo ilegal se difumina en marañas, papeleo, llamadas y correos. Lo importante hoy no es si acaso es legal o no, justo o injusto; más bien es saber si es útil o no. El beneficio tiene su costo -y alto-.

Pensar que una empresa, de manera altruista y filantrópica, entrega dinero a la política para su buen funcionamiento, plantea la desafección e ignorancia de no entender las lógicas del mercado.

Girardi, el político con más aportes reservados, es también uno de los personajes más influyentes no solamente en su partido, sino en la clase política. Ya saben algunos que “volaron” a tiempo del partido, al denunciar que la voz de Girardi es el mandato del pater familias en un partido que carece de esencia, sentido y visión de país. Ideas y fundamentos al amparo de los brazos del gran padre que instaura nuevamente la imagen del nepotismo como itinerario político. Girardi todo lo ve y se encuentra en todos lados; omnividente y omnisciente. Un teócrata con traje de tecnócrata y viceversa. Esta imagen mesiánica y totalizante utiliza el secreto en sus diversas variantes como la vía política de ejercicio de poder, convirtiéndolo en el pan de cada día. Ya lo decía Norberto Bobbio, el secreto ha sido considerado la esencia del arte de gobernar, y muy bien lo saben los caudillos o coroneles de los distintos partidos políticos, porque el senador Girardi no es la excepción, sino la norma de lo que significa para nuestra clase política las relaciones y operaciones con el mundo privado y el poder económico.

Este es el sueño consumado de un tecnócrata como Büchi. El sueño de un Estado mínimo y de partidos políticos convertidos en empresas es una realidad hace bastante rato. ¿Quién lo diría?

El sistema de voucher y management propios de la oferta y demanda en el mercado educativo, establece una relación intrínseca con los ejemplos de acceso y ejercicio de poder en política. Una simetría tan desgarradora que profundiza la carencia y necesidad política en educación. Para el neoliberalismo, educar no es una necesidad social, puesto que debe estar bajo el arbitrio de las familias, y es ahí donde impera la elección de la chequera. Despolitizar la educación, despolitizar la sociedad… indiferencia que ya no es tolerable ante los constantes escándalos entre dinero y política. Ya muy bien lo refleja la insistente indiferencia de la sociedad ante las instituciones y la clase política. Me parece que es urgente pensar esta racionalidad del marketing, tanto en política como en educación.

El sistema de voucher y management es propio de un sistema tecnocrático: técnicas e instrumentos; cálculo y utilidad; capital humano y desarrollo económico. La consigna es una sola, tecnificar la sociedad gracias a expertos y profesionales altamente capacitados, todo bajo una visión unidimensional de la oferta y la demanda. Esta lógica de consumo no es extraña. El paradigma educativo neoliberal refleja lo que es la política, donde pedir prestado dinero a empresas –en especial a la del yerno de Pinochet-, no tiene objeción moral alguna porque impera el valor de cambio. Todo es subsidio y todo es subsidiadle.

Sin asco, sin vergüenza. Girardi y Tohá son ejemplos vivos del pedagogo neoliberal que acompaña a los niños por el camino del éxito, y este se alcanza a cualquier precio. Acceder a cuotas de poder político a través del dinero significa a su vez ejercer el poder. Y tanto políticos como el mundo empresarial bien lo saben. Uno son visibles, los otros son virtuales. Unos dirigen por la chequera y construyen leyes enviadas por correo, otros cultivan los intereses de quienes pagan.

Insisto, la religión del dinero, lo sagrado es la chequera.

Todos se endeudan, todos se venden; pero sobre todas las cosas, todo se consume y todo se vuelve espectáculo. Parafraseando a Byung-Chul Han, la sociedad porno es una sociedad del espectáculo y su éxito radica en el vaciamiento de las imágenes, en la conversión visual de la excitación inmediata, mediada e instrumentalizada. Este procedimiento decanta inexorablemente en la desculturización de la sociedad y a esto también habrá que agregar la despolitización de la sociedad. Todo está hacia afuera, todo es imagen, todo hay que consumirlo.

Nada es gratis en la vida, e invertir en ella y preocuparse solo por ella, encuentra su nicho en el vacío de un relato que hay que leer, de una narración por imaginar. La falta de imaginación profesa la conversión de la vida a mero instrumento de la libertad personal, ejemplos pedagógicos no faltan: “yo lo quiero a cualquier precio”; “me gusta y debo poseerlo”; “la vida es así, hay que seguir adelante”; “¿qué quieres ser cuando seas grande?”; “si te va mal en la escuela, terminarás solo y pobre”. Todo esto en desmedro de la cohesión, convivencia, proyecto e imaginario social.

Proyecto de un mundo que se construye con-viviendo, de un ethos que instale la justicia social y la dignidad como valor por sobre la demanda y la oferta.

La crisis política e institucional de Chile es una crisis de falta de imaginación y de relato. La vida no puede reducirse a gerencia, ni menos aún el país a empresa.

Ahora más que nunca debemos dignificar la actividad política y no olvidar que su base se encuentra en la educación y en el mundo social.

Rodrigo Escobar San Martín
Docente de la Universidad Católica Silva Henríquez

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