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Políticos corruptos, neoliberales, sordos, pero no mudos: los restauradores del orden. Por Alex Ibarra

El claro duopolio político del cual es fruto el actual Gobierno chileno representa uno de los peores daños a la cultura política. La posdictadura no ha sido más que una extensión del “modelito” que se consagró en la década de los 80 con el amparo constitucional que se le dio. De ahí que partamos de una suerte de análisis gramsciano que considera la urgencia de un cambio moral y político. No basta con ofrecer reformas que no se cumplirán, ya que esto no hace más que seguir negando la democracia que se espera. De hecho en las elecciones primarias de hace unos días, dicen las estadísticas que del universo de electores apenas se alcanzó a un 6% de participación. La crisis política es evidente. Seguramente se juntarán más personas en plaza Italia si es que le volvemos a ganar a Argentina este domingo.

Lamentablemente, esta crisis no es aún un fracaso, ya que vemos que son los mismos políticos los que tendremos en los noticieros y tendremos a los mismos políticos postulando en las próximas elecciones que vengan. Creo que no basta con no votarlos, tienen la suficiente caradura para seguir cobrando sus elevados sueldos y arreglándose los bigotes en chamullos con el empresariado que prefiere sobornar políticos que pagar impuestos y salarios justos. Si no fuera por el hecho de que la clase trabajadora está tan empobrecida me hubiera animado en esta columna a rechazar el aumento de las 26 lucas que se está pactando.

Hace unos días hablaba de la violencia restauradora sólo un día después que asumiría el actual ministro del interior que es un conocido opus dei y ex integrante del Tribunal Constitucional, es decir, una persona que ha participado de instituciones reconocidamente conservadoras y avales del “modelito” neoliberal. Ninguno de los partidos de la coalición de Gobierno, comunistas incluidos, se negó a posar para la foto con el nuevo ministro. Le toca a este nuevo ministro restaurar la imagen del “cristo roto” por los encapuchados.

Pero, esta acción restauradora no es sólo acción de este ministro que todavía no ha tenido un discurso tan expuesto a lo público, parece que su actuar es más bien a puerta cerrada, de modo menos parafernálico que el anterior ministro Burgos que no dejaba oportunidad para salir en la escena pública seguramente motivado por aspiraciones presidenciales. Desde el “cristo roto” el discurso restaurador lo vienen asumiendo algunos políticos oficialistas integrantes de lo que voy a llamar como “patrulla juvenil” encabezados por el intendente y la alcaldesa de Santiago. Por cierto, que la condena al “cristo roto” fue más amplía que la que hicieron los aludidos, un sin número de agoristas rasgaron vestiduras con el atentado a la iglesia de la Alameda anulando perspectivas de análisis crítico como aquellas que sostienen que la anarquía política es oposición a las instituciones del poder o que lo avalen.

La escena restauradora sigue siendo la represión frente al mayor peligro de rechazo representado por las movilizaciones sociales frente al “modelito” político. Los estudiantes siguen movilizados ya hace un mes sin asistir a clases y tomándose los centros educativos una y otra vez después de cada desalojo soportando los ataques de las fuerzas represivas. Los integrantes de la “patrulla juvenil” -intendente y alcaldesa- aprovechándose de la prensa que avala el regímen injusto a partir de la ideología neoliberal -la cual hay que decir que no cuenta con una regulación democrática seria y que es de consumo masivo de la población- han tratado de desacreditar la movilización estudiantil desde dos perspectivas ideologizadas. La primera es la que vienen haciendo por años, es decir, criminalizando al movimiento estudiantil a partir de la figura del encapuchado. La segunda, es la de irse en picada en contra de los dirigentes estudiantiles acusándolos de haber perdido consistencia política tratando de dejar la sensación de que no hay claridad en las demandas que hacen. Sólo puedo decir que estas visiones ideologizadas, bastante evidentes y burdas, hacen oídos sordos a demandas estudiantiles que vienen desde la década de los noventa, que son los años en que los gobiernos de la posdictadura instalaron Fuerzas Especiales y guanacos afuera de las universidades a lo largo del país.

La alcadesa Carolina Tohá asume desde hace algún tiempo un liderazgo en la escena restauradora, por lo menos desde el recurso judicial que logró instalar para que los estudiantes secundarios que participarán de tomas de los centros educativos fueran desalojados. En la semana hemos podido observar varios desalojos avalados por este recurso que atenta contra la democracia y que permite detenciones y maltratos a los estudiantes movilizados.

La última marcha estudiantil, como es de costumbre fue duramente reprimida por los disturbios generados, no sé si tenemos alguna nueva víctima mortal, ya que no he revisado la prensa. Lo que puedo seguir denunciando es el abuso represivo incluso a quienes se manifiestan pacíficamente a partir de la provocaciones que las mismas Fuerzas Especiales realizan a los manifestantes con palabras y gestos, pero también con acciones ilegales como revisarles las mochilas (en algunos casos hasta les botan el agua que llevan) y torturándolos en sus carros. Un nuevo tipo de abuso que se podía observar, era el actual de Fuerzas Especiales en plena plaza de armas que reprimió a manifestantes pacíficos mojándolos, gaseándolos y rodeándolos con sus escudos por estar protestando, esto sin que interrumpan el tránsito libre de los automóviles, esta vez eran los guanacos, zorrillos y carros de arrestos los que obstaculizaban el libre tránsito vehicular. Este tipo de acciones abusivas no hacen más que provocar a la ciudadanía. Sin un control a la represión, cuestión que es responsabilidad del gobierno, las marchas seguirán aumentando en violencia como se puede inferir de un canto nuevo que logré registrar: “paco maraco pelea sin guanaco”. Es necesaria una planificación de las marchas –que dado el escenario político seguirán- que no se limite a la represión asegurando el cuidado a la dignidad humana que exige la democracia.

Alex Ibarra Peña.
Colectivo de Pensamiento Crítico palabra encapuchada. Docente Universidad Católica Silva Henríquez.

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